Orión

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Tres días más han pasado, la diferencia de los anteriores es simple, no he querido salir ni hablar con nadie. La puerta suena, sé que es él.

–Puedes pasar. –la puerta se abre, Nicolás entra y la cierra.

–¿Ya has meditado lo suficiente? –niego.–Lo imagine.

–Sabes muchas cosas de mí, cosas que inclusive yo no.–el vigilante asiente.–Dime la verdad.

Nicolás camina hacia la cama, y se sienta en el borde de esta.–¿Qué quieres saber con exactitud?

Solo una cosa me llega a la cabeza.–¿Por qué mentirnos a ambas?

Él suspira.–Para protegerlas... a ambas, escucha todo lo que tus padres hicieron por ambas fue con esa única intención. Hay tantas personas que quieren lastimarte y no querían que ambas fueran afectadas, tus padres se mudaron al otro lado del mundo con tal de protegerlas.

Entre cierro los ojos y asiento, no me va decir nada.

–Bien.–respondo con simpleza. Me pongo en pie y poso mi mirada en él y después en la puerta.–¿Puedo salir?

–Te hará bien ver a tu familia, deberíamos...­–el vigilante se queda callado cuando me ve negar con la cabeza.–¿Qué pasa?

–Ahora mismo no quiero verlos, preferiría ir a esa biblioteca e investigar un poco acerca de la mitología.

Nicolás asiente, ambos salimos de esa blanca habitación, caminamos por el conjunto de pasillos blancos, pasamos por una puerta y nos lleva a otro lugar del que le pedí, frunzo el ceño y el vigilante me regala una sonrisa de medio lado, es una habitación con solo tres cosas adentro, una silla, un violín y la lámpara del techo.

–Me pediste que te mostrara lo que me habías "dado"–dice utilizando sus dedos para recalcar las comillas.–Tú toca y yo te miro.

Asiento lentamente y me siento en la silla, tomo el violín en mis brazos y el chico de cabello negro se sienta frente a mí en el suelo, cruzando sus piernas como indio.

Dejo que mis dedos jueguen con las cuerdas, se deslizan con facilidad sin ningún apuro, cierro los ojos y una imagen llega a mí, un día soleado en un jardín. Mis padres preparan la mesa mientras yo juego afuera persiguiendo mariposas, mamá me llama por la ventana que da hacia el jardín, el almuerzo está listo. La miro y sonrío, mi madre siempre fue hermosa.

Dejo de tocar y abro los ojos, extraño a mis padres.

–Eso fue hermoso.–mis ojos siguen el origen de la voz, había olvidado a Nicolás. Sus ojos negros me miran expectantes, me remuevo un poco en la silla y sonrío de medio lado.

–Gracias...

El vigilante se pone en pie y suspira.–Solo mira.–comienza a correr alrededor de mí, pero eso no es lo que me impresiona, es la velocidad con la que lo hace. Abro la boca sorprendida, es un borrón de camisa negra lo que me rodea, mi cabello se mueve por la velocidad con la que corre, Nicolás se detiene justo en frente de mí y sonríe mostrando todos sus dientes.–Me siento mucho más fuerte, más rápido, el otro día salté de un edificio de cinco pisos sin llegar a quebrarme nada, las ninfas dijeron que la melodía que sale de ti nos hace más fuertes, mi cerebro actúa de una forma más rápida es increíble.

Verdaderamente lo es, pero lo más increíble es que yo me sigo sintiendo igual.

Comienzo a tocar de nuevo, al igual que las últimas ocasiones toco notas al azar sin saber como sonarán, pero me dejo llevar por una fuerza que desconozco. Comienzo a sentir mi cuerpo más pesado, mis ojos luchan por permanecer abiertos pero me es imposible y de pronto todo se vuelve oscuro.

Olas, eso es lo que escucho. Abro mis párpados y miro extrañada el lugar que me rodea, esto es un poco distinto a lo que hasta ahora he visto, estoy en una playa pero la diferencia de las veces anteriores es la gran oscuridad que hay en el cielo.

Me incorporo en la arena y a lo lejos veo dos figuras, me acerco con lentitud y me doy cuenta de que son un hombre y una mujer, más o menos de mi edad. La chica ríe mientras jala al chico de la mano, ambos juegan con las olas del mar.

–¡Hey!–grito en dirección a ellos, pero ni siquiera se voltean, me acerco un poco más esperando a que se acerquen y cuando estoy a un metro de distancia frunzo al ceño al no obtener ningún tipo de atención.

–Dame un beso.–le pide el chico a la chica, ella ríe y niega juguetonamente. Él la toma de la cintura y la eleva del suelo, la chica grita y ríe con más fuerza.

–¡Orión bájame!–pero él no obedece a lo que ella patalea, el chico termina por entrar al mar y tirarla en el agua.

Pueden estar a diez metros de distancia de mí, pero puedo verlos y escucharlos perfectamente. Ella sale del agua enojada y él ríe descontroladamente.–No te enojes Artemisa.–pide entre risas él.

La castaña de cabellos rizados lo golpea y él cae hacia atrás, sale del agua pero sigue con una sonrisa en su rostro.–Eres preciosa.

–Eres un... un...

–¿Un qué?–pregunta él mientras la rodea con sus brazos por la cintura. Ella niega lentamente con una sonrisa y se acerca hasta besar sus labios.

La imagen de ambos chicos desaparece de mi vista, miro hacia abajo y ya no estoy dentro del agua, ahora estoy dentro de la arena. Intento moverme, pero no puedo. Escucho un grito a lo lejos, otra vez es la misma pareja, solo que ahora hay un tercero en la escena. El chico está tendido en la arena con una flecha en su pecho.

El otro sujeto sostiene un arco de caza en sus manos, la castaña de cabello rizado corre hacia el tendido en la arena, se desploma al llegar a su cuerpo y llora sin cesar.

–¡Padre!–grita a todo pulmón entre el llanto.–¡Padre por favor no dejes que muera!

Ella sorbe por su nariz y mira el cielo estrellado.–Sé que estás ahí, por favor deja que lo vea... no lo dejes ir. ¡Te lo suplico!

El cuerpo de Orión comenzó a iluminarse, Artemisa se apartó aún tendida en la arena y observó como el cuerpo de Orión se elevaba hacia el cielo convertido en miles de partículas que se parecían a las estrellas, formando lo que parecía ser un cinturón de estrellas.

–El cinturón de Orión.–susurré para mí misma.
–Sí.–dijo una voz al lado de mí, di un pequeño brinco debido a lo inesperado y mis ojos rápidamente siguieron el origen de esa voz. La misma chica de cabellos rizados estaba a mi lado con una mirada seria y distante.–Lo convirtió en estrellas para que así pudiera mirarlo todas las noches.

–¿Artemisa?–pregunté con duda, ella asintió.–¿Cómo es que estoy aquí?

–Porque te he llamado, estamos en tu mente específicamente en tus sueños pero ahora mismo estás observando un recuerdo mío.

–¿Cómo es eso posible?–volví a preguntar a lo que ella sonrió de lado.

–Morfeo me debe algunos favores.–antes de que pueda volver a preguntar ella alza su mano y me callo inmediatamente.–No tenemos mucho tiempo, en el mundo de los sueños el tiempo corre más deprisa. Phoebe, la persona que disparó esa flecha fue Apolo, justo a mis dieciséis años de vida. Apolo podrá ser mi hermano, pero no es el tipo de persona que desees que exista, alguien quiere revivirlo de nuevo y no debes dejar que eso pase porque condenarás al mundo a un sufrimiento inexplicable.

–¿Qué? ¿Pero es que yo...

–No hay tiempo, despierta ahora. Tienes que evitar a toda costa que eso pase.

La voz de Artemisa comienza hacerse cada vez más lejos mis ojos comienzan a sentirse pesados de nuevo y la oscuridad me recibe nuevamente, empiezo a escuchar una voz que comienza a aclararse, abro mis ojos e inmediatamente enfoco el rostro de Nicolás quien capta todo mi panorama.

–¿Cómo se revive un Dios griego?–pregunto reincorporándome del suelo, Nicolás se aleja y mi pregunta parece tomarlo por sorpresa, pero la expresión de su cara cambia en segundos a uno más serio.

–Nunca más vuelvas hacer esa pregunta.–dice con su semblante serio.

–¿Por qué?–pregunto con más interés, presionándolo.

–Por que no, Phoebe.—zanja él, me levanto del piso no sin antes dejar el violín y el arco en este.

–¿Podrías llevarme a mi habitación?–mi voz es casi inaudible, ciertamente me ha dado pena seguir preguntando. Él asiente sin decir nada más, caminamos en silencio, en uno incómodo, este lugar es como un laberinto un laberinto en donde soy el centro de atención, o al menos eso parece, no me gusta llamar la atención, no me gusta que me

observen.

Llegamos a la puerta de la habitación y Nicolás la abre dejándome entrar primero. Camino un poco indecisa hacía la cama y me siento en el borde de está mirando hacia el marco de la puerta, en donde se encuentra él.

–Si quieres puedes descansar, la cena estará lista en dos horas.–dicho esto el vigilante se marcha dejando la puerta cerrada.

Suspiro y me dejo caer en la cama, mi cabeza duele mi corazón también.

He pasado dieciocho años engañada, he sido tan ciega...

El sonido de la puerta abrirse me alarma y me pongo de pie rápidamente, respiro con tranquilidad cuando veo a Thomas cerrar la puerta.

–¡Phoe!–exclama el terremoto de cabellos oscuros.–Me ha costado una vida encontrarte, Bastián es malo dando direcciones, dijo "Tres puertas a la derecha", y ¿adivina qué? ¡Eran seis!

Comienzo a reír mientras él toma aire por hablar tan rápido, una vez que su respiración vuelve a la normalidad se acerca a mí y nos fundimos en un abrazo, aunque la cabeza de Thomas solo me llega al ombligo, por lo cual me toca agacharme unos centímetros.
–Te he extrañado Phoebe.–susurra bajito, sonrío enternecida y me siento en la cama con él cuando nos separamos.

–Yo también te he extrañado Tommy.–lo vuelvo abrazar a lo que él se queja.–Eres un niño lindo.–digo tomando sus mejillas. Thomas se queja con más fuerza.–Un niño lindo que algún día tendrá muchas chicas detrás de él.

–¡Qué asco!–logra empujarme lo suficiente como para separarme de sus mejillas, río un poco y él rueda los ojos, pero luego su expresión cambia.–Phoe, ¿por qué no estás con nosotros?

Transcendence la Profecía(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora