48.

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—¿Lena? 

—¿Qué haces aquí? 

Había extrañado tanto su voz, había querido verla hace días que ahora me sentía fuera de lugar y no supe cómo responder. Me miraba algo menos sorprendida, expectante, parada en la puerta bloqueando cualquier posibilidad de que me dejara pasar. 

—¿Podemos hablar? —dije suavemente y ella frunció el entrecejo.

—Creo que todo quedó bastante claro la última vez que te pedí que te vayas. 

—Sí, pero...

—Pero en cambio ¿ahora me sigues? ¿Qué demonios ocurre contigo? Déjame en paz. —vi como comenzaba a cerrar la puerta pero yo me adelanté, la detuve con el pie y sin darme cuenta estaba ya dentro de la habitación. —Fantástico, también invades.

Cerró la puerta y me sentí aliviada, era un comienzo. La seguí hasta lo que parecía ser la cocina y luego de agarrar un vaso de agua volvió la vista a mí. No podía quitarle los ojos de encima.

—Pareces que estás viendo un fantasma, Kara. 

—No respondiste mis mensajes. 

—¿Debía? —soltó en una risa seca, pero sus ojos no tenían nada de divertido. 

—Solo quiero hablar contigo... Por favor. 

—Estamos hablando, Kara. —mi nombre en sus labios nunca había sonado de esa forma. 

—No es hablar si no tienes intención de escucharme. 

—Exacto, no me interesa nada de lo que digas. —bebió del vaso y lo dejó en la mesa de mármol, su mirada se dirigió a mi ropa y negó con la cabeza.—¿Cuál es el punto de que uses eso ahora? Y esas gafas, claro... Lo olvidaba, nadie debe saberlo. —ironizó.

—¿Al menos podrías escucharme un minuto? No hace falta que respondas, Lena. Solo déjame hablar. 

—¿A qué has venido realmente? Espera un segundo, ¿cómo me encontraste? —una línea volvió a formarse en su frente para dar lugar a una mirada de enojo. —¿En serio, Kara? Por dios, esta... Esta tendencia tuya a querer controlar todo lo que...

—No estoy controlandote. 

—Como yo lo veo no puedo tener una hora silenciosa y solitaria feliz porque ya vienes tú a ocupar otra vez mi...

—¿Tú qué? —pregunté curiosa cuando no completó la frase.  

—Sólo cállate, ¿quieres? —masajeó su frente y suspiró. —Lo mejor es que te vayas. Ahora.

—¿A qué has venido aquí?

—No es asunto tuyo. 

—Tengo un mal presentimiento, sabes. Solo dame una buena razón por la que vendrías a este lugar.

—Me gusta vacacionar. 

—¿En una heladera? Por dios, Lena... Estás tiritando del frío. Nadie vendría de vacaciones aquí. ¿Podrías ser honesta? —me arrepentí apenas dije las palabras y bajé la vista, no queriendo ya mirar la decepción en su rostro. 

—¿Tú vienes a hablarme de honestidad? ¡Me mentiste por meses! Joder, me enamoré de ti... Me enamoré perdidamente de ti. —su tono fue un susurro débil, su voz me quebraba y me esforcé para verla. No ocultaba ya la tristeza en sus ojos. —Es injusto, Kara. ¿Quieres hablar? Bien, habla. Dime todo lo que tengas que decir. 

—Sé que lo he hecho todo mal, Lena, pero nunca fue mi intención herirte. Me hice tu amiga como Supergirl, luego como Kara y te aseguro que eso jamás fue un plan. No puedes realmente creer que todo lo que pasamos fue mentira, sabes que no. Me gustaste tanto de un momento a otro... todo iba de maravilla como para arruinarlo, caí en cuenta tarde que debía decirte la verdad y para ese momento ya no sabía cómo. —me encogí de hombros haciendo una pausa. Me miraba impasible, sin siquiera moverse. —Temía que pudieras odiarme, que no me volvieras a ver de la misma forma... Como me ves ahora, como me odias ahora. Incluso el peligro por el que te podía hacer pasar, serías un blanco fácil estando conmigo, Lena. Traté de que no me gustaras pero es tan difícil alejarme de ti. No vine porque trato de controlarte. Vine hasta aquí, con el peligro de que un ruso loco me encuentre y me abra a la mitad, porque eso es lo que hago siempre. Me arriesgo. Lucho hasta que no haya otra alternativa, así es como soy. No me pidas que me rinda contigo, Lena. 

Kriptonita Roja; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora