Prologo

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La noche golpeaba el bosque de Urak, un país donde la ventisca nunca se detenía; un lugar suficientemente tranquilo para jugar con la nieve, tal y como lo hacen un par de chicos; el más joven, con ese cabello tan blanco como la pluma de un cisne en contraste con sus ojos color carmín y el mayor, un joven alto, con el pelo desordenado de tonalidad oro y ojos violeta que perseguía al primero.

Tsukumo y Yogi habían sido escogidos para una misión de reconocimiento, pero por alguna razón ordenaron que Nai los acompañara, algo que los puso alerta y no era para menos, pues hace unos meses el pequeño peli-plateado fue victima de múltiples ataques.

-Nai-chan, ten cuidado.

Después de hablar con su líder, Tsukumo fue al lado de sus colegas. En ese momento sintió una presencia ajena a ellos que se acercaba rápidamente. 

 -Yogi, toma a Nai.

El rubio obedeció de inmediato al darse cuenta de la situación y sostuvo al más joven por la cintura para sostenerlo en uno de sus brazos mientras una espada aparecía en su mano. Los dos dirigieron su mirada hacia un punto exacto entre los arboles y notaron a esa extraña sombra que crecía y crecía, mientras salia de su escondite.

Una ráfaga de viento los impactó pero, como la fuerza era mucha Yogi bajo a Nai para cubrirlo con su cuerpo pero eso no fue suficiente ya que el viento los arrojo tan lejos que chocaron con una gran roca. Por su parte, la joven pudo sostenerse gracias a un árbol cercano y no pudo evitar una expresión de horror al ver semejante cosa, no era humano, eso es seguro.

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Un pelinegro se encontraba mirando por la ventana de una especie de avión-colibrí, Gareki era su nombre; Aquel chico se había graduado de la academia de Circus y ahora se dirigía a el segundo barco como medico de combate de esté. 

Gareki se graduó como el primero de la escuela y estuvo a punto de salir mucho antes pero los maestros le dieron la oportunidad de ir a misiones que lo ayudarían a adentrarse a los trabajos que próximamente realizaría, a él no le molesto la idea, sin embargo, ya quería ver a su amigo Nai...

¿Que cara pondría al verme?- pensó y una sonrisa se formo inconscientemente al imaginarlo.

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Se comenzaba a desesperar, su compañero yacía en el suelo desmayado y desangrándose gracias a la herida en su cabeza; Nai estaba atrapado por una especie de mucosa negra por tratar de defenderla ante uno de los ataques de esa criatura e intentaba escapar, pero aunque solo se distrajo unos segundos, aquel engendro arrancó un árbol desde la corteza y lo arrojó hacía la chica que lo detuvo de un solo golpe, lamentablemente ésto le quito mucha energía y ahora las cosas estaban más en su contra.

-Si no quieres que tú y tu amigo mueran, entrega al niño- 

Aquella voz le provoco escalofríos, e incluso pensó en correr, pero no lo haría, un peleador de Circus no huye de una batalla, menos dejando hombres atrás. Mostrando más valor del que realmente tenía, se colocó frente a Nai para protegerlo.

-Jamás. 

-Tú lo pediste

El aspecto de esa cosa le provocaba pavor y asco en partes iguales y es que era inevitable; su rostro pútrido como el de un cadáver en descomposición; sus ojos, dos pares de ellos que no tenían pupila, justo como un muerto, pero que de alguna manera sabías que te observaban. Cada paso que daba era rápido, contrario a su aspecto fofo y sin forma; sus golpes como mazos, podría decir que le rompieron más que un par de huesos, sin embargo la adrenalina no le permitió sentirlo y gracias a eso siguió luchando.

A pesar de ello se encontraba tan malditamente cansada, sabía que no duraría ni un minuto más, su poder no funcionaba con aquella bestia que no se detenía e incluso llegó a pensar que se divertía con su frustración. Trato de ponerse en posición de ataque nuevamente, pero en un parpadeo su estomago fue golpeado tan fuerte que sintió que su estomago había explotado por dentro y la violencia del impacto la lanzó lejos, demasiado lejos del pobre Nai, que petrificado ante tal escena dejó de luchar contra aquella viscosidad negra que lo cubría.

 La gran sombra se puso frente al pequeño y lo envolvió esa sustancia similar a la brea que salía de su boca, el joven grito ante la imagen pero el ruido pronto se ahogo al estar cubierto de aquello; se dio la vuelta, mostrando su espalda y esa gran herida vertical que se abrió desde dentro por los huesos de la misma que salían expandiendo la piel provocando crujidos idénticos a la madera partiéndose, y como una araña, los huesos sostuvieron el capullo que era su víctima y lo hundieron en la carne pútrida. Habiendo logrado su objetivo procedió a retirarse, la tormenta se tranquilizaría lo suficiente para que la luna lo alcanzará y eso no debía pasar. Perdiéndose entre la espesa neblina blanca dejo que la nieve cubriera sus rastros, dejando sólo 2 cuerpos y un brazalete color negro con una gema roja en el centro...


Sin rastro de ti ~Edición y Actualización~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora