Prólogo

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Apenas se veía un alma en las cercanías de Shöneberg Postdames Strasse, a fin de cuentas Berlín en febrero a las 2 de la mañana...pocos se arriesgarían a congelarse por las calles. Si algún vecino de aquella calle se hubiera asomado a la ventana tal vez se hubiera preguntado por ese viejo BMV en marcha aparcado desde hacía más de media hora frente al Kommerzbank, pero para suerte de la conductora, el frío y las horas mantenían a los berlineses durmiendo en sus caldeadas camas.

Dentro del coche una rubia de ojos azules se calaba más su gorro de lana, maldiciendo por la temperatura. Y eso que había dejado el coche en marcha para tener la calefacción a tope. Se metió un caramelo de café con leche en la boca y siguió tecleando con celeridad en su portátil, línea de código tras línea de código hasta que sus dedos eran apenas visibles. De pronto el pequeño auricular bluetooth que llevaba en la oreja escondido bajo el pelo empezó a escupir una tonadilla que pretendía ser una canción en alemán.

-Hast Du etwas zeit für mich, Dann singe ich enlied für Dich, von neunundneunzig luftballons...no sé cuantos y no sé que más-cantaron al otro lado de la línea-

-Murphy, saltarse el sistema de seguridad de este banco ya es bastante complicado para que tú encima destroces a Ninna Haggen en mi oído-comentó la rubia sin dejar de teclear-

-Es que no me sé nada más en alemán-contestó él frustrado-

-¿Qué tal algo de Oomph?-

-Eso es que te has dado un golpe y te has hecho daño ¿verdad?-

-Es un grupo de música, idiota-

-En serio, estoy deseando volver a casa, donde la gente no habla un idioma que suena como una horda de perros encabronados. Eso si acabas algún día...-añadió Murphy con ironía-

-¿Sabías que en Alemania los perros no dicen "Guau" si no "Wau"?-comentó la rubia ignorando sus quejas-

-¿Ves? Ni los perros ladran normal aquí-exclamó él haciéndola reír y su sonrisa se acrecentó cuando vio que con una pulsación más lograría su objetivo-

-Alarmas caídas Murphy, sin activar el sistema secundario que avisa a la poli y en un tiempo record, si me permites la observación-

-Luego te lameré tu precioso culo, Wanheda. En 20 minutos en la puerta lateral-dijo él cortando la comunicación-

Wanheda...su nick desde los 16 años, su nombre de guerra, el fantasma de la red que nadie aseguraba que existiera pero que todos en el mundillo informático habían escuchado alguna vez. ¿Quién iba a sospechar de esa rubia de rasgos angelicales de 30 años con un simple cargo de administrativa en una pequeña empresa de soporte informático?

La realidad era bien distinta, como siempre ocurre. Wanheda se había criado en una familia corriente como una chica corriente. Sus padres eran buenos, la querían y la trataban bien. Él mecánico, ella secretaria en un bufete de abogados, sueldos medios tirando a bajos a temporadas, una pequeña casita en Surrey... ¿Qué hay más normal? Lo mismo ocurría con Wanheda, fue una niña normal y corriente, que no destacaba en nada. Notas de aprobado justo, sin ninguna habilidad especial para los deportes, sin demasiado amigos pero tampoco una solitaria...Normal, normal, normal...Aburridamente normal.

Con 12 años su padre le regaló un viejo ordenador que un compañero de trabajo había desechado. No tenían internet por aquel entonces, así que la pequeña rubia, a parte de usarlo para hacer sus trabajos para clase, empezó a trastear con él. Y algo maravilloso ocurrió: entendía hasta el más mínimo proceso de aquel chisme como si ese conocimiento hubiera estado siempre en su cabeza, a la espera. En cuestión de días se movía por aquel viejo sistema operativo MS-DOS como si ella lo hubiera creado. A los 16 sus padres pusieron internet para facilitarle el estudio e incluso le regalaron un PC nuevo que no tenía que arrancar prácticamente a pedales.

SubmundoWhere stories live. Discover now