Escuela de Mutantes #2

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Capítulo uno: Primer día de no clases.

Marylin Frye esperaba pacientemente a que las puertas de la escuela del profesor Xavier se abrieran. Sí, ella fue la primera en llegar. Incluso llegó media hora antes de que las puertas se abrieran.

Cuando las puertas se abrieron por arte de magia ella se asustó. Nadie las había abierto. A lo lejos, vio que había un hombre con las manos levantadas. Marylin supuso que fue él quien había abierto las puertas, con telequinesis.

Caminó hasta llegar a él.

- ¿Telequinesis? – le preguntó Marylin.

- Controlo el metal – respondió. – ¿Y tú?

- Absorbo fotones – Marylin se encogió de hombros, quitándole importancia.

Aquel hombre no dijo nada más por lo que ella continuó andando. Subió las escaleras y entró en la escuela.





Una furgoneta blanca y de aspecto pesada se adentró en la propiedad de la escuela. Dio la vuelta a la rotonda y se estacionó en frente de las puertas principales.

En las puertas principales se encontraban el profesor Xavier y su fiel amigo, Eric. Ambos daban la bienvenida a los mutantes. Cuando vieron esa furgoneta, fruncieron el ceño y se acercaron para ver qué hacía allí.

De la primera fila de asientos, salieron una pareja mayor. Se abrieron las puertas de la furgoneta y salieron ocho hombres. Todos fueron a la parte trasera de la furgoneta.

- Disculpen – habló primero el profesor Xavier. – Hay un cartel que dice que no se permiten la entrada de coches al recinto.

- Sí, lo hemos visto – respondió la única mujer del grupo. – Pero mi niña no puede entrar sola.

- ¿Y eso por qué? – preguntó el profesor.

- Por esto – dijo el hombre más mayor, su pareja.

Abrieron las puertas traseras. Dentro, había como una gran caja fuerte, de metal. Bueno, más bien parecía como una pequeña cárcel.

Los ochos hombres fueron a sacar la caja de allí pero Eric, quien controlaba el metal, con un simple movimiento de mano, logró sacar la caja.

- ¿Aquí es dónde escondéis al mutante? – dijo iracundo Eric. Eric, al contrario que Charles, no soportaba a los humanos y sus actos contra los mutantes. – ¿Cómo a un monstruo?

- No podemos hacer otra cosa – se lamentó su madre. Realmente parecía afectada por ello. – La mutación de mi niñita es muy peligrosa.

- Es la que explota – se acordó Charles.

Dentro de aquella celda se encontraba una niña de 10 años, Gala Ross. Su mutación apareció por primera vez en el jardín de su casa. Por suerte, cuando explotó, no había nadie cerca. Sus padres corrieron a fuera, para ver qué había pasado y si su hija estaba bien. Su madre se tiró al suelo cuando vio los restos de su hija esparcidos por todas partes. Su padre pensó que alucinaba cuando esos restos empezaron a unirse, devolviéndole a su hija (desnuda, ya que la ropa se evaporizó).

La madre se acercó a la celda y golpeó la puerta.

- ¿Cariño? – le preguntó la madre. – ¿Puedes salir?

- Me tienes que dar ropa – dijo una pequeña voz femenina desde dentro.

La mujer abrió la bolsa que llevaba colgada y sacó ropa para su hija. Mientras abría la puerta y se la entregaba, el padre se giró para mirar a los dos mutantes.

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