Frente a ella, se hallaba su única esperanza. Por fin lo había logrado, había realizado con éxito las actualizaciones en su código, y ahora estaba por dar inicio al procedimiento qué implicaría la resurrección de su raza.
Estaba tan solo a un paso de lograrlo. Con la ayuda del fragmento de El, y su nuevo poder, podría conseguirlo; iba a conseguirlo, no cabía duda.
Se aproximó al reactor de energía, con todas las esperanzas puestas en él. Posó su mano derecha sobre la máquina, y esta comenzó a brillar. Eve sentía como la fuerza del fragmento se extendía por todos y cada uno de los componentes que constituían sus circuitos. Estaba a punto de lograrlo, los nasods iban a regresar al mundo.
Pero entonces, algo improvisto sucedió en el proceso. El reactor emitió un extraño fulgor ámbar, y el núcleo comenzó a emitir sonidos de error. El suelo bajo sus pies tembló bruscamente, y junto a él, la reina también. Moby y Levy comenzaron a lanzar chillidos de alerta, advirtiendo a la Nasod de que algo malo iba a ocurrir. Eve quiso retirar su mano y huir a tiempo del lugar.
Pero fue demasiado tarde.
Pensó que tendría éxito, pero perdió algo más que las esperanzas, las ganas de vivir o de sentir. Creyó en su perfección, y sin embargo su deseo conllevó a perderla.
♦
Eve pestañeó perpleja ante la situación que se estaba dando frente a ella en esos instantes. Si su sentido del oído no le fallaba, alguien iba a lastimar a las ballenas. Ella estaba en contra del maltrato contra los animales, aunque alguna vez tuvo que considerar a algunos como sus enemigos. Pero esa etapa de su vida era agua pasada.
Sus gravitones, que en ese momento habían disminuido su tamaño para introducirse en el bolso, se mostraron ante ella. Ambos la miraron preocupados, puesto que eran conscientes de la estima que les tenía su reina a las ballenas. Y también de que la monarca no se quedaría de brazos cruzados, sin embargo, ella no había vuelto a luchar... Desde aquel día.
—¿Y qué vas a hacer? —inquirió el otro hombre, serio— ¿Detener el barco?
—Por supuesto. Si es necesario lo haré.
Su amigo suspiró. Sabía que le tenía estima a las ballenas, pero él debía cumplir con su deber.
—Add, casi es hora de la conferencia. Debes dar un discurso y presentar tu nuevo invento, no seas idiota.
—Kukukuk, ¿realmente importa? —dijo con sorna y aires de superioridad—. Esos ineptos esperarán todo lo que sea necesario por escuchar una pequeña charla para niños, tengo tiempo.
Al parecer ambos compartían el deseo de salvar a las ballenas. Pero había algo más. Eve estaba en ese barco debido a la conferencia científica-tecnológica. Al igual que aquel muchacho, tenía pensado dar un discurso. Nadie sabía que era la última Nasod de su generación, de hecho, pensaba revelarlo hoy como razón de su amplio conocimiento, puesto que todos creían que tenía una fuente que le informaba. Si no hubiera surgido este imprevisto...
—¡Eve, aquí estás! —Ella se volvió hacia él. Chung parecía agotado de tanto correr—. Te he estado buscando por todas partes. Es tu turno.
Ella le dirigió una mirada fría e indiferente, como era lo habitual. Todos estaban acostumbrados a su actitud, pero no terminaban de sentirse cómodos con ello. Ya no gritaba, no se enfadaba, ni siquiera le pegaba bofetadas a Elsword; esa nueva Eve se asemejaba a una verdadera máquina sin sentimientos.
Los sentimientos eran un estorbo. No los necesitaba.
—Lo lamento, creo que no podré asistir. Ha surgido un problema...
—No es necesario —intervino aquel chico, quien se había percatado de su presencia hace ya un buen rato—, no quiera usted hacerse la salvadora. Además, puedo arreglar el problema yo solo.
La nasod no se inmutó ante su recelo. Es más, no lo tomó en cuenta. Ella tenía voluntad propia, y no obedecería a un muchacho inmaduro, y cabe decir que era un simple desconocido.
—¡Add, ni siquiera sabes si tiene las mismas razones! —exclamó su compañero, corriendo hacia él. A simple vista el albino podía dar la idea de ser un simple chico carente de modales o buena educación—. Además, ella es...
—¿Ella es? —Add arqueó una ceja a espera de una buena respuesta. Sin embargo, el hombre no concluyó su frase.
—Le agradezco las molestias, no se preocupe. Estoy habituada a conocer gente con pocas formas —Add hizo una mueca de molestia ante la fría respuesta de la chica—, por otro lado, no tomaré en cuenta su comentario.
Chung suspiró exasperado. No contaban con el tiempo suficiente como para tirarse el día discutiendo. Pronto las personas comenzarían a preguntarse el porqué de la ausencia de la nasod, y darían inicio a un sinfín de especulaciones respecto a su falta de asistencia. Si la reputación de Eve ya era baja, tras su próxima ausencia estaría por los suelos. El príncipe miró rápidamente su reloj, aún tenían un par de minutos.
—Eve, dime que te preocupa y lo solucionaré. No hay tiempo.
El muchacho albino volvió a dirigir su mirada hacia la joven de cabellos ceniza. ¿Eve? Una sonrisa se vio instalada en sus labios casi de inmediato. Tendría oportunidad de alardear de sus conocimientos frente a ella, puesto que creía fielmente, como el resto, que contaba con una fuente. Y no solo eso, sino que gran parte de la información que compartía era falsa, —aunque basándose en su criterio, no estaría mal comprobarlo. Cabía la posibilidad de que hubiese dado en el clavo—. Aun así, era imposible que un humano contase con dicha información.
—Las ballenas, están en peligro...
Chung frunció el entrecejo, iracundo. Creyó haberse librado por fin de esos malnacidos cuyo único propósito era acabar con las pocas ballenas que quedaban en las aguas de Hamel. Y, por supuesto, él no lo iba a permitir. Prometió a su padre cuidar el reino y sus habitantes, fuesen humanos, animales, sirenas o tritones. No le faltaría a su promesa, Enrique no lo hubiese querido así.
—Yo me encargo personalmente, también pediré ayuda a Elsword y Raven. Tú ve a la sala de la conferencia y haz lo que mejor se te da, ¿de acuerdo? —Eve asintió—. Bien, nos vemos más tarde.
Chung estaba dispuesto a retirarse, pero entonces la nasod lo detuvo con un débil vocablo.
—Chung...
—Dime.
—Gracias.
El chico se volvió hacia ella sonriente y le hizo un gesto para indicar que todo iría bien. Tras dirigirle una última mirada a los dos hombres que aún se encontraban allí, escuchando, se marchó.
Eve les indicó a sus gravitones que se ocultasen en el bolso, y estos, veloces, acataron la orden. Por suerte no fueron vistos por nadie más, así que por el momento todo iría bien. Guardó tanto el catalejo, como el cuaderno, antes de salir de allí. Pasó frente a Add, ocultando su cabeza con el sombrero, antes de desaparecer de su vista.
—Ella oculta algo... —Ciel tenía buena intuición para ese tipo de cosas. Add asintió de acuerdo a la opinión de su amigo.
—Por el momento vamos a ver qué tiene pensado contarnos.
Eve subió al tablado en silencio. Su porte era elegante, incluso un tanto inquietante. Todo el mundo calló cuando la nasod contempló sus expresiones. Sus compañeras estaban en primera fila, realizando un sinfín de gestos para darle ánimos. Lo agradeció en silencio. Además, también pudo localizar a Add y a Ciel entre el público. El albino portaba una expresión de burla en sus ojos, a espera de que ella cometiese algún error o simplemente hiciese el ridículo. Pero eso no iba a suceder.