Capítulo I.

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Frente a ella, se hallaba su única esperanza. Por fin lo había logrado, había realizado con éxito las actualizaciones en su código, y ahora estaba por dar inicio al procedimiento qué implicaría la resurrección de su raza.

Estaba tan solo a un paso de lograrlo. Con la ayuda del fragmento de El, y su nuevo poder, podría conseguirlo; iba a conseguirlo, no cabía duda.

Se aproximó al reactor de energía, con todas las esperanzas puestas en él. Posó su mano derecha sobre la máquina, y esta comenzó a brillar. Eve sentía como la fuerza del fragmento se extendía por todos y cada uno de los componentes que constituían sus circuitos. Estaba a punto de lograrlo, los nasods iban a regresar al mundo.

Pero entonces, algo improvisto sucedió en el proceso. El reactor emitió un extraño fulgor ámbar, y el núcleo comenzó a emitir sonidos de error. El suelo bajo sus pies tembló bruscamente, y junto a él, la reina también. Moby y Levy comenzaron a lanzar chillidos de alerta, advirtiendo a la Nasod de que algo malo iba a ocurrir. Eve quiso retirar su mano y huir a tiempo del lugar.

Pero fue demasiado tarde.

Pensó que tendría éxito, pero perdió algo más que las esperanzas, las ganas de vivir o de sentir. Creyó en su perfección, y sin embargo su deseo conllevó a perderla.

Eve pestañeó perpleja ante la situación que se estaba dando frente a ella en esos instantes. Si su sentido del oído no le fallaba, alguien iba a lastimar a las ballenas. Ella estaba en contra del maltrato contra los animales, aunque alguna vez tuvo que considerar a algunos como sus enemigos. Pero esa etapa de su vida era agua pasada.

Sus gravitones, que en ese momento habían disminuido su tamaño para introducirse en el bolso, se mostraron ante ella. Ambos la miraron preocupados, puesto que eran conscientes de la estima que les tenía su reina a las ballenas. Y también de que la monarca no se quedaría de brazos cruzados, sin embargo, ella no había vuelto a luchar... Desde aquel día.

—¿Y qué vas a hacer? —inquirió el otro hombre, serio— ¿Detener el barco?

—Por supuesto. Si es necesario lo haré.

Su amigo suspiró. Sabía que le tenía estima a las ballenas, pero él debía cumplir con su deber.

—Add, casi es hora de la conferencia. Debes dar un discurso y presentar tu nuevo invento, no seas idiota.

—Kukukuk, ¿realmente importa? —dijo con sorna y aires de superioridad—. Esos ineptos esperarán todo lo que sea necesario por escuchar una pequeña charla para niños, tengo tiempo.

Al parecer ambos compartían el deseo de salvar a las ballenas. Pero había algo más. Eve estaba en ese barco debido a la conferencia científica-tecnológica. Al igual que aquel muchacho, tenía pensado dar un discurso. Nadie sabía que era la última Nasod de su generación, de hecho, pensaba revelarlo hoy como razón de su amplio conocimiento, puesto que todos creían que tenía una fuente que le informaba. Si no hubiera surgido este imprevisto...

—¡Eve, aquí estás! —Ella se volvió hacia él. Chung parecía agotado de tanto correr—. Te he estado buscando por todas partes. Es tu turno.

Ella le dirigió una mirada fría e indiferente, como era lo habitual. Todos estaban acostumbrados a su actitud, pero no terminaban de sentirse cómodos con ello. Ya no gritaba, no se enfadaba, ni siquiera le pegaba bofetadas a Elsword; esa nueva Eve se asemejaba a una verdadera máquina sin sentimientos.

Los sentimientos eran un estorbo. No los necesitaba.

—Lo lamento, creo que no podré asistir. Ha surgido un problema...

Elsword: FeelingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora