Capítulo 17

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— Abuelo, podemos hacer esto por las buenas o por las malas—susurré con voz amenazadora mientras me sentaba en el brazo del feo sofá que mi madre se negaba en tirar. Y cuando digo feo, quiero decir feísimo. En tiempos mejores fue de un verde esmeralda que pudo ser incluso bonito, pero ahora la tela descolorida y los intentos de mamá por restaurarlo le habían concedido un poco apetecible verde moco difícilmente disimulable a pesar de la cantidad de cojines que tenía encima, cada cual más grande y llamativo que el anterior. "Los artistas y sus extravagancias" pero lo importante aquí no era el hortera sofá del salón, ni siquiera el hecho de que mi abuela estuviera sentada en su sillón comiéndose las ultimas cucharadas de mi mermelada de albaricoque mientras me observaba expectante. El problema aquí era con el abuelo, que fingía leer una revista científica en inglés como si estuviera entendiendo algo de todo eso cuando en realidad lo que pretendía era escaquearse de las responsabilidades de su delito.

Me tomó por sorpresa el correo de Adrián que pedía confirmación para venir a mi casa al día siguiente y yo sin salir de mi asombro me apresuré en contestarle, agradecida de que viniera a mi pueblo y humilde casa, sacrificando su tiempo libre de vacaciones para intentar meterme en la sesera algún conocimiento útil que me diera una mínima esperanza de aprobar el examen. Y todo fue bien, a pesar de que me pasé la hora y media intentando sacar la conversación que me llevase a aclarar lo ocurrido en la fiesta de navidad. Tenía pensado llamarle e incluso quedar con él yendo a la ciudad, pero lo que menos me esperaba fue abrir la puerta para toparme con su sonrisa burlona de siempre y un gorrito de lana que colocó en mi cabeza. Incluso pude jurar que me susurró algo parecido a "feliz navidad" que me dejó clavada en mi entrada como si fuese un adorno más de la casa.

Todo iba bien, aparentemente normal e incluso fui capaz de realizar la mayoría de los ejercicios. El problema vino cuando decidí abrir mi bocaza para aclarar la situación muchos números y quebraderos de cabeza después.

— Adrián, creo que deberíamos hablar.

— Ya sé que pretendes decirme y no hace falta, te lo aseguro—soltó el bolígrafo y apoyó los brazos en la mesa para mirarme con toda la tranquilidad del mundo. Yo por mi parte, fruncí el ceño mientras examinaba aquellos ojos azules y tranquilos—. En serio, no me mires así Carla. No es culpa tuya, demonios.

— Yo he pensado todo este tiempo que eramos amigos y tú...

— Y yo me enamoré de ti. Y tú de tu profesor, ¿y qué? Nunca he hecho ningún movimiento hasta aquella noche, preso del alcohol. Si no probablemente, ni siquiera en la fiesta habría dicho nada fuera de lo normal, ese ha sido mi error. Nunca he pretendido que me quieras ni te exijo una explicación. Voy a ser tu amigo igualmente porque no tenía expectativas más allá de eso y porque...porque no querría volver a ser el chico que te observa desde los asientos de detrás en silencio. No quiero que tengas que abandonarme porque pienses que me haces daño, me dolería más perderte que ver cómo eres feliz con otra persona.

Le agarré la mano y se la apreté con fuerza, mientras una sonrisa se formaba en mis labios. Nos miramos en silencio y vi sus mejillas pálidas tornarse rojizas. Aquellas palabras no eran usuales en él y no debía ser fácil para él abrir su corazón de aquella forma. Pero lo había hecho y me había permitido entrar en él y de algún modo aquello me hacía sentir afortunada.

— Nunca te voy a abandonar, Adrián. Te lo prometo.

Sellé aquella promesa con un abrazo y dejé que sus manos acariciasen mis rizos oscuros. No podía entender una milésima parte del sufrimiento que habría pasado en su vida, en sus temores y miedos y en lo difícil que sería para el hacer amistades. Y yo no iba a decepcionarle ni tampoco quería.

Quiérete conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora