¿Quién no ama las vacaciones?
Me imagino que todos la aman, pero yo no; es un hecho bien sabido en las personas más allegadas a mí, (que por cierto ninguno de ellos es mi familia) es el de que odio las vacaciones.
Todos se las imaginan como aquel tiempo libre en el cual los adolescentes se la pasan la mayor parte de los días haciendo dos cosas... divertirse o simplemente NADA. Pero por ironías de la vida a mí me tocó una familia en la que todas las santas vacaciones se reúne ABSOLUTAMENTE TODO el árbol genealógico.
¡YUPI! Mi gozo en un pozo.
Nótese la ironía.
El caso en cuestión es que por más que me esfuerzo, por más que me anoto en trabajos extraescolares, como voluntaria a limpiar las instalaciones de clases durante las vacaciones o lo que sea para no viajar y quedarme en casa, el destino siempre se encarga de ponerme a mí, a mis maletas y a mi familia en un bus con dirección a él gran hogar familiar.
Solo para la familia PJ... cosa horrible debido a los mareos de mis hermanos e incluso de mi madre y a las rancheras a todo volumen que mi padre ordena al conductor del bus que ponga para "ambientar el rato".
El rato que resultan ser aproximadamente 8 horas.
Que cool.
-Ay mi amor, anímate- me alienta mi madre- mira que puede que este año disfrutes las vacaciones aún más que el anterior- me dan ganas de reír histéricamente ante la ironía, pero mejor aguantar la respiración, porque el olor a flatulencias desconocidas tras el simple hecho de que hace que me ardan los ojos, puede que me deje privada si lo respiro.
Y la gente es tan conchuda que hacen de cuenta que no ha pasado nada, ante el mareo el ayudante del señor conductor con toda la delicadeza del mundo esparce un "poquito de café" en el vómito, para "neutralizar el olor".
Apuesto a que si cobraran extra en el pasaje para la compra del neutralizador de olores quedarían en banca rota.
Yo no tengo problemas con nadie, de hecho, estoy fundamentando la teoría de que el mundo tiene algo en mi contra.
No simpatizo con ningún primo de la familia, no simpatizo con ningún tío o tía de la familia y comienzo a sospechar que mis abuelos no me rechazan debido a que la edad ya los ha dejado medio sordos y medio ciegos.
Porque desde luego quien querría acercarse a la chica rara, a la que viste diferente, a la que no habla y de notas impecables.
Para ellos es normal tirarse 2 años seguidos en el bachillerato y salir de 20 años a trabajar o en el mejor de los casos encontrar una carrera universitaria.
No me malinterpreten, cada cual tiene su vida, pero si hoy en día la gente se fijara en lo que piensa y dice, así como se quedan contemplando su reflejo en el espejo, tal vez alguien siquiera podría medio entenderme.
Desde luego que me hace falta fuerza de voluntad para decirles a mis padres que no quiero asistir a susodichas reuniones, porque simplemente quiero que ellos sean felices, aún sigo esperando la fecha en que ellos también piensen en mi al menos una vez.
Y por supuesto ellos me aman, solo que al menos creo que me faltan unos cuantos años más de madurez para entender el tipo de amor que me brindan.
Tras el transcurso de las siguientes horas en viaje, intento no pensar en el futuro que me espera, llámenlo rencor, pero para mí, es más como un trauma permanente que debo rememorar y revivir cada año.
Así que al llegar con las maletas a cuestas, debo esperar a que la larga fila de familiares nos den la bienvenida; beso, abrazo y sonrisas, luego siguen los, "como estás de linda" ... sí, sí, esos que nunca van dirigidos hacia mí.