El lunes por la mañana el humor de Sofía estaba por el subsuelo porque parecía haberse levantado con el pie izquierdo. Se le había olvidado hacer un trabajo importante de lengua y era bastante importante en este trimestre. No quería ser dramática, pero necesitaba aprobar para poder tener aunque fuera lo más básico. No sabía lo que quería hacer con su vida más tarde y no se había enfocado en nada todavía, pero no quería volver a repetir curso y estancarse. Encima de todo aquello, el día estaba nublado y parecía que iba a llover, y los días nublados para ella eran como el peor de los castigos.
Para colmo, se enteró de que su profesora de historia, Camila, había faltado por motivos personales e inconscientemente se preocupó por su salud o la de su familia. No era habitual que faltara si no era por un motivo de peso, así que debía estar bastante mal para que eso ocurriera. Por su cabeza pasó el mandarle un mensaje para asegurarse de que al menos estaba bien ahora, pero no se atrevió. De hecho, estaba con el chat abierto de ella sentada en la zona del césped del patio del instituto. Veía de reojo como los de primero hacían gimnasia y la miraban extrañados de que se encontrara allí, pero es que no le apetecía estar con el profesor de matemáticas porque era un antipático. Se supone que era la hora de Camila, que le tocaba historia pero la estaban sustituyendo y tenían hora libre.
Quería volver a ver su sonrisa, sus mejillas encendidas, sus ojos grandes y brillantes y sus caderas danzando un movimiento que le volvía vulnerable ante su voz. Sin ser consciente estaba observando con una sonrisa la foto de su perfil, y Alba, que llegaba por detrás para asustarla se percató de ello. Frunció el ceño porque le pareció extraño que estuviera embobada con aquella foto, así que se sentó a su lado, notando la incomodidad de Sofía al segundo. Guardó el móvil rápidamente y le dedico una sonrisa forzada, pero ya era tarde, ya sabía su secreto.
-¿Te gusta la profe de historia? -preguntó entre risas, meneando su brazo para que reaccionase.
Vio como el rostro de Sofía se encendía en segundos y la miraba aterrorizada, como si lo que acabara de decir fuera una total locura. Pero no lo era, al menos no para Alba que no juzgaba la vida de nadie.
-¿Qué? ¡Por supuesto que no! -se apresuró a decir, notando como su labio inferior temblaba. -N-No me gustan las chicas.
-¿No? -miró directamente a los ojos a Alba, que seguía teniendo aquella sonrisa en el rostro; como si supiera algo que ni ella misma conocía. -¿Por qué no? Hay chicas muy guapas, además, las tías somos más delicadas que los tíos.
-No sé, no me gustan. -se encogió de hombros. -Y menos mi profesora.
-Sofía. -la llamó, acariciando su brazo con ternura. -Estás conmigo, no te voy a juzgar, ¿sabes? Puedes contarme lo que sea.
Se quedó callada durante unos segundos, meditando su siguiente respuesta. Confiaba en Alba, claro que lo hacía, pero ni ella misma sabía lo que estaba sintiendo y quizás si lo decía en alto podría hacerse realidad. Dio un suspiro de resignación y cerró los ojos de golpe, cuando los abrió los conectó directamente con los de su amiga, que la estaba observando con atención.
-No sé qué me pasa, Alba.. -comentó en un susurro. -A mi no me gustan las chicas, pero veo a Camila y no puedo evitarlo, me gusta mirarla y eso no es lo peor, lo peor es que me gusta lo que veo.
-Hey, no pasa nada. -se acercó algo más a la pelinegra, pasando un brazo por sus hombros. -Que te guste una chica no te hace lesbiana, que te guste un chico no te hace heterosexual. Mira Sofi, intenta no ponerte etiquetas e intenta conocer el interior de las personas, porque te guste la profesora de historia no te cuestiones si toda tu vida entera ha sido una farsa porque has estado con chicos, puede que sí, que a lo mejor te gusten más las chicas y no lo hayas sabido hasta ahora, pero no te comas la cabeza por saber qué eres, porque tu sexualidad no define quien eres, te gusten las chicas o los chicos vas a seguir siendo Sofía, la misma chica que defiende a las estúpidas que se enamoran de los más capullos, la misma que no juzga a nadie y se molesta en conocer, la que es todo corazón, nada de eso va a cambiar porque estés con una chica, te lo aseguro.
Se mordió el labio, intentando retener las lágrimas que amenazaban con salir y soltó todo el aire de golpe, mirando de nuevo hacia el campo donde continuaban corriendo los de primero. Estaba pensando en todo lo que le había dicho su amiga, en que tenía razón, no debía plantearse toda su vida porque le gustara una chica, simplemente debía disfrutar y aclarar sus dudas. Volvió la vista a Alba, que tenía un cigarro en los labios apunto de encenderlo, así que observó con detenimiento como el humo salía de sus labios formando figuras sin identidad.
-¿Por qué haces todo tan sencillo? -preguntó con más molestia en su voz de la que esperaba.
-Porque lo es. -sonrió, tirando la ceniza al césped y mirando al cielo. -Ahora mismo verás que todo esto es un mundo, pero no, es más normal de lo que crees. Hay miles de chicas ahí fuera que están igual de confundidas que tú, pero es la culpa de la mierda de sociedad en la que vivimos. Nos hacen creer que encontraremos al príncipe azul que nos sacará de toda esta mierda, pero no cuentan que hay princesas que pueden valerse por sí mismas y vivir sin una persona que las proteja, somos autosuficientes y podemos con todo.
-Eres.. -suspiró, abrazando a Alba y escuchando su risa. -Eres maravillosa.
-Y ahora dime, ¿desde cuándo te gusta la profe? -preguntó, pellizcando su mejilla.
Se quedó pensativa un momento porque realmente no se acordaba de cuándo había comenzado todo, no se acordaba de qué manera comenzó a ver con otros ojos a la que es su profesora, no sabía cuándo comenzó a deleitarse con el movimiento de sus caderas o con su voz, pero no había una sola cosa que no le gustara de Camila. Miró de nuevo a su amiga mientras se encogía de hombros.
-No lo sé, desde la primera vez que la vi. -dio un suspiro, intentando calmarse.
-Dame tu móvil. -frunció el ceño al escucharla, rebuscando en su mochila.
-¿Para qué? -le dio el teléfono móvil, observando cómo tecleaba de manera rápida y sacando la lengua entre los dientes, cuando acabó, le devolvió el teléfono con una gran sonrisa.
-Arreglado. -confesó, consiguiendo que la pelinegra frunciese el ceño.
-¿El qué, Alba, qué has hecho? -encendió la pantalla del móvil de nuevo, intentando buscar algo extraño.
-Sólo he hecho lo que tú no te atrevías a hacer. -tragó en seco al escucharla.
"Hola profe, perdón por molestarte pero quería saber cómo te encuentras, ¿no es nada grave, no?"
Alzó la vista de nuevo, dedicándole una mirada de puro odio a su amiga, que continuaba con aquella sonrisa victoriosa. No estaba realmente cabreada porque le había quitado un peso de encima, pero si le había molestado que lo hiciera sin siquiera consultarlo antes con ella. Seguramente no le preguntó porque sabía que la respuesta era no, estaba acobardada porque su profesora tuviera una imagen equivocada de ella, pero sin duda necesitaba hablar con Camila y saber si se encontraba bien.
Siguió la mirada de su amiga, que se dirigía a un grupo alejado de ellas. Cuando fijó mejor la vista pudo notar que eran los mismos a los que tuvo que enfrentarse en el pasillo y apretó la mandíbula. Alba no se merecía aquellas miradas llenas de desprecio y envidia, no se merecía aquello por enamorarse del chico equivocado. Su cuerpo reaccionó por ella y le tendió la mano, acariciando con el pulgar su dorso. Entonces, la mirada triste de su amiga se encontró con la suya y levantó la comisura de sus labios en un intento de sonrisa. Sofía podía entender todo lo que sentía ahora mismo Alba, así que no le exigía sonreír.
-¿Puedo hacerte una pregunta? -alzó una ceja al escucharla.
-¿No la estás haciendo ya? -cuestionó la mulata, ganándose la risa de Sofía.
-¿Por qué estabas ese día en el aula de castigo? -se humedeció los labios, atenta a la respuesta que iba a darle.
-Porque casi pego a Rubén. -confesó, bajando la mirada apenada. -No estoy orgullosa, pero estaba harta de todas las miradas por los pasillos y los insultos. No me gusta que la gente tenga una idea equivocada de mi, pero ya eso me da igual porque te tengo a ti.
La pelinegra sonrió ladeando la cabeza y abrazó con ternura a su amiga, quizás no llevaban ni una semana conociéndose, pero dicen que la soledad une. Sofía no conocía ni un cuarto de la vida de Alba, pero lo haría. Ninguna de las dos lo sabían, pero tenían muchas más cosas en común de lo que imaginaban. El grupo de Rubén pasó por delante de ambas intentando intimidarlas de alguna manera, pero eso se había acabado porque ahora juntas eran mucho más fuertes. Simplemente les ignoraron, consiguiendo que enfurecieran.
Se asustó cuando su móvil vibró y lanzó una mirada a su amiga, que fue más rápida que ella y cogió el móvil. Al notar que la pelinegra tenía intención de quitárselo, salió como una bala corriendo por todo el césped e intentando contestar a la profesora mientras escuchaba los gritos de su amiga por detrás, estaba claro que no quería volver a mandarle ningún mensaje, pero Alba sabía que todo era posible en esta vida y por eso mismo debía ser insistente con Camila sin llegar al extremo de acosar, cuando envió los mensajes se giró, chocando con el cuerpo de Sofía y cayendo ambas al suelo.
-¿Qué le has puesto? -preguntó una asfixiada Sofía, cogiendo el móvil con rapidez y sentándose al lado de su amiga.
-Nada vergonzoso. -contestó entre risas.
"muchas gracias por preocuparte, Sofía. Son temas personales, dentro de nada volveré a estar allí"
Al leer el mensaje de su profesora, una tonta sonrisa se instaló en sus labios y se los mordió para que desapareciera. Estaba sintiendo miles de mariposas en el estómago al pensar en que Camila se había tomado las molestias de responderle. Pero volvió a preocuparse enseguida por esos temas personales a los que se refería, quizás había fallecido algún familiar y eso consiguió que su pecho se encogiera. Lo único que deseaba en esos momentos era abrazarla y quererla como se merecía.
"la estamos esperando con ganas, espero que mejoren las cosas"
Se sonrojó tan sólo al leerlo y eso que ni siquiera lo había escrito ella, pero su profesora no tenía aquel pequeño detalle. En realidad estaba agradecida por lo que había hecho Alba porque si fuera por ella jamás habría escrito nada. Quizás le venía bien tener una amiga así de atrevida, cada una ofrecía a la otra lo que le faltaba, y aquello era fantástico. Quiso hablar, pero de nuevo recibió un mensaje y al leerlo se le paró el corazón, Alba se acercó a poder ver por qué su amiga tenía esa cara.
"Yo también tengo ganas de veros"
Hablaba en plural y sin referirse a nadie en concreto, pero eso la metía a ella en el saco. Quería verla, se quedaba con aquello. Sin previo aviso abrazó a Alba con una gran sonrisa, porque aunque fuera una imprudente había conseguido alegrarle el día a Sofía. Aquel día había empezado mal, pero como siempre Camila se lo había arreglado. ¿Cómo era posible que unos insignificantes mensajes pudieran causar todo aquello en su corazón?