-¿Y bien, cuánto tiempo piensas mantenerme aquí? - Preguntó la princesa realmente molesta. Como el silencio le respondió, refunfuñó: - Si lo que quieres es comerme deja de dar vueltas y cómeme de una vez. – Luego clavó la mirada en las frías rocas del suelo. – No es como si alguien fuera a extrañarme de todas formas...
Con una punzada de dolor que ignoró, miles de pensamientos la atravesaron mientras contemplaba la angosta cueva. Tal vez estaban en el interior de un volcán... Pensándolo bien no le parecía tan raro teniendo en cuenta su anfitrión...
Por cierto, el silencio se estaba haciendo demasiado largo.
-Oye, ¿Qué no vas a decir nada...?
-¡Ssss! - Gruñó el dragón exhalando humo por las fauces y las enormes fosas nasales. – Mira que eres ruidosa, todas las humanas lo son.
Cuando el último eco de su atronadora voz desapareció, el cuerpo de la princesa abandonó la tensión y retornó su mal humor.
-Tú hablas de humanos... ¿y los dragones qué son? Devoradores, destructores...
-¡Silencio! – Bramó con su aliento de azufre casi cerniéndose sobre ella.
-Tú sí que eres ruidoso. –Farfulló sin dejarse intimidar.
Repentinamente, el dragón se levantó sobre sus cuatro patas, y con mayor agilidad de la que esperaba reubicó su cabeza, más grade que ella, y estuvieron cara a cara.
-Escucha bien, niñita: vas a vivir a partir de hoy para convertirte en mi cena una vez que complete mi venganza. Mientras, soy tu amo. Más te vale comportarte si no quieres pasar el resto de tus días en las entrañas del volcán. ¿Quedó claro? – Con la pregunta, exhaló humo de su garganta.
La princesa miró directamente sus fríos ojos de lava. Se vio con de nuevo 10 años, frente a la corte real y los soldados. La voz de su padre era halagadora, pero con un tono de lascivia: "Desvístete, hija mía. Muéstranos el tesoro que debemos proteger". Despojada de sus prendas era el objeto más valioso... Y a millas por debajo de la humanidad.
Nunca más. Se dijo.
Y sin apartar la mirada gruñó lentamente.
-Yo no tengo amo. Cómeme, haz lo que quieras conmigo... Pero nunca seré de nadie. Nunca.
El dragón entrecerró los ojos. Con languidez comenzó a cambiar de forma, a medida que los ojos de la princesa se agrandaban. Cuando obtuvo un avatar completamente humano, excepto por las escamas, las garras, el pelo color sangre y otros atributos de su antigua forma, todavía sus ojos eran dos rendijas rojizas y de sus comisuras se elevaba una sonrisa suspicaz.
-Será realmente divertido tenerte de juguete.
-Ni siquiera lo pienses. – Ella gruñó, esta vez conteniendo la sorpresa por la nueva apariencia de su captor.
-Por eso será muuuuuy divertido. – Ronroneó exhalando humo por la nariz. – Ahora, la cuestión es... si debería encerrarte, o empezar a jugar contigo ahora.
-Solo cómeme y acaba con todo. – Soltó con agresividad.
El dragón lo pensó un segundo. Entonces levantó un dedo que parecía más una garra.
-Primero, disfrutaré viendo cómo intentas escapar.
La princesa parpadeó un momento... y se halló en un lugar asfixiante. Apestaba a azufre. Pensó que el dragón debía haber usado magia para transportarla a lo que parecía una sección de la cueva muy cercana al volcán.
¿Intentar escapar? Eso era de seguro lo que iba a hacer, aun si sabía que era parte de su juego.
Descubrió a sus espaldas una sólida pared de rocas, que debía de ser el final de la cueva. Así que optó por el pasillo que se extendía frente a ella. Caminó. Caminó. Aumentó el paso hasta que se vio corriendo desenfrenadamente. Su desesperación acrecentó cuando el camino de la cueva, que parecía infinito, comenzó a dividirse. Ella no tomó las rutas al azar: decidió guiarse por el aire de la cueva. Aún si no encontrase salida, los caminos que olieran menos a azufre, le darían la oportunidad de no asfixiarse, de alejarse del volcán... y tal vez, de encontrar la salida. Continuó siguiendo este principio y comenzó a suspirar aliviada cuando el aire se hizo menos denso... Sin llegar a ninguna parte. Frenó en seco cuando frente a ella apareció la misma pared que la había contenido al principio.
Magia, pensó con furia. Magia de dragón sin ninguna duda. Pero no se iba a rendir.
La princesa volvió sobre sus pasos y corrió, esta vez no tenía cómo guiarse. Parecía que sin importar dónde fuera el azufre del volcán se hacía más asfixiante. Ya sin importarle, con la ira estremeciéndola y los nervios de punta, simplemente continuó su carrera. No se había dado cuenta de la intensidad del calor aumentando hasta que se encontró en el borde de un precipicio... directo al volcán. Se detuvo alarmada, tratando de contener la respiración, pues el olor y el calor que emanaba la lava burbujeante la marearon, además de la altura. Entonces fue consciente del sudor que empapaba su cuerpo, y menguaban sus energías, como si el vapor de azufre las absorbiera directamente.
Se volteó de forma lenta, solo para jadear ante el muro de rocas que bloqueaba su camino.
-¡No! – Chilló. - ¡No puede ser! – Se estrelló con furia contra la pared. La golpeó hasta que sangró, intentó quitar los pedruscos, se rompió las uñas tratando de abrirse paso... sin éxito. – Maldición. ¡Maldito! ¡No vas a ganar! No voy... - murmuró cuando comenzó a ver el mundo tambalearse – a morir así.
Parpadeó, y vio el rostro humano del dragón, justo antes de perder la conciencia.
El avatar humano del dragón se acuclilló frente al cuerpo inmóvil de la princesa. Sonrió pensando lo divertido que había sido verla correr por su vida, buscando una forma de escapar, viéndose acorralada, luchar hasta finalmente caer inconsciente. Al principio llegó a pensar que su arrogancia era pura fachada, que en cuanto se viera atrapada se iba a desplomar en llanto como las princesitas mimadas con las que se había topado antes. En lugar de eso, su furia la hizo combatir el miedo y maldecirlo hasta el final.
Y él no podía parar de reír.
Después de haberlo entretenido de tal manera, sería un desperdicio dejarla morir desangrada. Además, tenía otros planes para ella antes de comérsela. Por eso la sostuvo entre sus brazos, dispuesto a usar su magia para curar sus heridas. El olor de su sangre hizo rugir su estómago. Debía de alimentarse cuanto antes si quería seguir jugando con ella.
A voluntad, creó un pasadizo que lo llevó a un espacio grande, vacío y libre de las toxinas asfixiantes del azufre, que afectarían a cualquier humano que no estuviese acostumbrado. Como ella. Hizo crecer una plataforma de rocas frías, que le vendrían bien para alejar el calor cuando descansara. Con un instintivo cuidado, colocó a la humana sobre la piedra lisa, y sintió una inexplicable punzada de preocupación cuando ella ni se movió.
Para asegurarse, la contempló. Estaba cubierta de sudor y empapada con su sangre. La suave tela del vestido, de un color azul claro moldeaba su pequeño y proporcionado cuerpo con humedad, enmarcando sus exuberantes curvas. El pelo, largo, sedoso, plateado y también mojado, se desparramaba sobre la piedra, o se pegaba a su piel, o acunaba un rostro que parecía más el de una cría humana que el de una hembra adulta: labios pequeños de un rosa pálido, nariz pequeña, delicada, y sus ojos... Los había visto de cerca y no parecían humanos, porque eran como trozos de cristal que se adecuaban a las texturas del ojo, se unían en un pequeño punto negro que debía hacer las veces de pupila y los enmarcaban pestañas cortas, bajo cejas finas, ambas del mismo color del cabello.
Nunca había visto una humana así, y se cuestionó si degustarla ahora mismo o esperar su venganza, porque no podía esperar a hincarle sus dientes...
Demonios, estaba hambriento. Mejor deshacerse de la sangre, o su estómago iba a tronar mientras ella estuviese cerca.
Como no podía hacer más por sus heridas, lo siguiente era eliminar el vestido empapado y luego ordenaría a las salamandras que limpiaran su cuerpo con agua fría. Sin mucho miramiento desgarró la tela lo más rápido que pudo, hasta que solo quedó la piel... Demasiado clara, como si no hubiese cogido sol en su vida.
La dejó desnuda y antes de buscar a sus siervos pegó los restos del vestido a su nariz. Inhaló y retuvo el olor en su pecho y en su memoria. Rió con fuerza al exhalar fuego de su garganta.
Serás una deliciosa cena, Cristal. Pensó mientras las cenizas de la tela se escurrían entre sus garras.
La primera historia de las Leyendas de Madre Tierra
Díganme si quieren que la continúe, o prefieren que suba cuentos cortos.
Saludos
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The Princess and The Dragon
FantasyPertenece a la saga Madre Tierra: Leyendas. El dragón secuestró a la princesa para vengarse de quienes extinguieron su raza, pero ella prefiere ser devorada antes que rescatada por cualquiera de los hombres de su padre. Si sobrevive, será por su cue...