Las vacaciones de verano han llegado a su fin y con ellas muchos de los romances que se iniciaron. ¿Que comienza ahora? ¡Pues si! Un nuevo curso en Hogwarts, ¿podrán nuestras parejas favoritas sobrevivir a la monotonía de las clases y el estrés que...
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Ya tenía que ser un partido intenso el del sábado si el viernes nos lo dejaban libre pero, claro, no todos los días se juega una final Slytherin-Gryffindor. Estaba en el pasillo, esperando a que todos los niños de tercero saliesen.
—Eh, Malfoy—grité cuando vi a Daphne caminar hacia la puerta, se giró y elevó la ceja—¿Que cara crees que quedará mejor cuando me saquen la foto con la copa? Cara interesante— fruncí mis labios y achiné un poco los ojos—o mejor de euforia—Puse una gran sonrisa.
Ella soltó una risa débil, fruncí un poco el ceño.
—Yo no me preocuparía demasiado, pienso ganar yo—dijo, se dio la vuelta pero sujeté su brazo. Me miró con una mueca de miedo que me hizo soltarla. Tomó una respiración profunda.
—¿Estás bien?—pregunté, ella asintió de manera rápida.
Se iba a alejar de nuevo pero esta vez sujeté su mano, miré las marcas de sus brazos pero ella lo retiró. Me miró con el ceño fruncido.
—¿Que te ha pasado?—pregunté, ella negó—Daphne Astoria Malfoy, no te atrevas a decirme que no te pasa nada porque te conozco.
—No me apetece hablar de ello, James—susurró, tomé sus muñecas y acerqué mi cara a la suya.
—No siempre tienes que estar hecha de hierro, Daph—susurré—Está bien que muestres debilidad alguna vez.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, la apreté contra mi pecho sin dudarlo ni un segundo. Cubrí su cara con mis brazos, una cosa era que yo la viese llorar y otra muy diferente que la viese llorar medio Hogwarts. Caminé un poco y apoyé su espalda en la pared, creo que a penas se la veía.
—Estoy aterrorizada, James—susurró apoyé mi cabeza en la suya antes de separarme un poco.
—Mientras yo esté aquí, nada puede hacerte daño, Malfoy—susurré mientras limpiaba sus lágrimas, ella sonrió.
—No puedes protegerme de todo—dijo ella, sonreí y sujeté su barbilla con mis dedos.
—Cuéntame que pasa y ya me ocuparé yo de eso.
Se mordió el labio inferior antes de sonreír. Sabía que no me iba a contar y es que ese era su principal defecto, pensaba que podía sola con todo el peso del mundo.
—Pasa que mañana pienso machacarte en la final—dijo mientras me empujaba un poco, sonreí.
—De sueños se vive, ¿no?—dije, ella se encogió de hombros. Puse mis brazos a la altura de su cabeza, elevé una ceja—No se me ha olvidado que me dijiste que si te ganaba, harías lo que yo quisiera.
