Caos y decadencia. Aquellas eran las dos palabras que mejor lograban definir la situación del mundo en ese momento. Desde hacía ya algún tiempo, toda la sociedad mundial había dejado de ser lo que era. No quedaba rastro alguno de la grandeza de tiempos pasados. Cualquier vestigio de la antigua democracia, el poder, la tecnología, incluso la opulencia con la que se vivía, había quedado reducida a la nada, a un montón de escombros que quedaban entre las sombras de ese mundo desolado y decrépito.
Nada era como había sido antaño; ni siquiera el modo de ver o entender la vida. Incluso aquellas cosas y sentimientos considerados como básicos e intrínsecos de las personas, habían desaparecido por completo, no quedaba ni el más mínimo ápice de aquellos sentimientos desenfrenados y libres que habían dominado a la población tiempo atrás. No había bondad, alegría, ni tristeza o algún otro tipo de emoción que no hubiese sido teñida por la rabia y el egoísmo. La sociedad había quedado envuelta por un halo de oscuridad, que con el paso del tiempo, había logrado calar hasta lo más profundo de los corazones de las personas.
Era doloroso observar como los seres humanos tiempo atrás habían culminado sus años de gloria con un desastroso y fatídico final. La codicia, la avaricia, el ansia por el poder, había logrado destruir todos los frutos de siglos de trabajo de la humanidad. Y ya no quedaba nada, ni tan solo un vago recuerdo del Antes al que poder aferrarse. La pérfida mente del ser humano, en su desesperado esfuerzo de lograr conquistar lo inconquistable, había transformado el mundo en aquello, en esa sombra, en esa sociedad de ruinas, donde cada superviviente era un alma perdida que vagaba en busca de un final temprano.
Guerras, batallas innecesarias y ciertamente engañosas, eran en gran medida el máximo desencadenante de todo aquello. Demostrar quién era el más fuerte, quién tenía más poder, quién guardaba más ases en su manga para dominar a los otros Estados. Y ese era el resultado, un mundo destruido y consumido hasta las entrañas, en el que por muchos esfuerzos que se hubiesen empleado para intentar alcanzar una salvación de aquel mundo, no había logrado recuperarse ni un más mínimo ápice.
Y ese era el mundo que Vera había conocido. Un mundo extraño, en el que si no lograbas adaptarte, terminaba devorándote por completo. Y a pesar de su corta edad, la muchacha había conseguido encontrar un pequeño hueco para subsistir entre toda aquella decadencia. No es que aquello hubiese sido una tarea fácil, de hecho, había tenido que enfrentarse en más ocasiones de las que podía recordar a situaciones que habrían acabado con la vida de cualquier otro. Pero podría decirse, que Vera estaba cargada con algo que era bastante escaso en aquellos tiempos que corrían. Aún tenía cierta fuerza interior, y a pesar de que sabía que sus actuaciones serían en vano, quería salvar el mundo.
La muchacha deseaba hacer de aquel desolado y yermo mundo, algo mejor. Creía que aún había una salvación, y que tan solo lograrían encontrarla si todos trabajaban juntos. En su opinión, todo aquello era como un gran engranaje que con el paso del tiempo, había quedado atracando y sucio, y que tan solo necesitaba un gran esfuerzo e innumerables horas de trabajo en equipo para volver a ponerlo en marcha. Y si otros pocos hubiesen pensado como Vera, la situación habría sido bien distinta; pero en aquel punto, ninguna persona estaba dispuesta a sacrificarse a sí mismo o a los suyos en una tarea, que podría no resultar fructífera. Y aquellas aspiraciones de la chica, no eran más que eso, unos sueños propios que no podían ir a mucho más.
Las historias que había escuchado de sus padres y de otros habitantes de la región con el paso de los años, habían alentado aquel deseo por recuperar de alguna manera aquella sociedad que durante tanto tiempo había brillado como el sol. Esa sociedad donde las grandes preocupaciones de las personas eran tan banales que hacían daño, qué cenar, con quién salir o qué echarían en la televisión esa noche, eran problemas que en el mundo en el que Vera vivía parecían de lo más asombrosos, aun cuando en realidad eran verdaderamente tristes. Y pesar de ello, en ciertas ocasiones, aunque Vera no había conocido nada de tiempos pasados, creía soñar con unos aparatos que volaban surcando el cielo, con la calidez y suavidad de una manta, incluso con aquellos artefactos que se encendían con algo llamado electricidad. Pero la realidad, quedaba lejos de todas aquellas ensoñaciones alimentadas por su espíritu rebelde.
Vera vivía al día, y ella era plenamente consciente de aquel hecho. No tenía pertenencias materiales a las que aferrarse, más allá de algunas cosas que había conservado y que le recordaban en cierto modo a su familia y a que además le permitían subsistir; ni tampoco poseía un lugar al que pudiese llamar hogar. Lo más parecido a una casa, era un agujero en un callejón, donde pasaba las noches frías de esa época del año para evitar morir congelada, y que cuando el invierno remitiese, abandonaría para dejarse llevar a su suerte a otro lugar. Nunca permanecía demasiado tiempo en el mismo sitio; si querías sobrevivir en aquel mundo, esa era la primera regla que debías aprender. Pasar demasiado tiempo en el mismo entorno, acababa por hacerte vulnerable.
Y aun así, a pesar de todo, de su edad y de su falta de experiencia en el mundo, la joven muchacha estaba completamente sola en aquel entorno voraz. No recordaba exactamente cuándo, pero haría cosa de un par de años que sus padres habían perecido con el frío y duro invierno. Las enfermedades eran de lo más común, y los medicamentos eran insuficientes y tan escasos, que quien podía conseguir alguno podía considerarse rico. Allí primaba la ley del más fuerte, y los más fuertes eran los que no caían presa de alguna de las enfermedades que pululaban en el ambiente o aquellos que conseguían superarlas por sus rudimentarios medios y se hacían inmunes.
Si alguien como Vera, con unos recursos nulos, caía presa de una enfermedad, por leve que fuese, estaba prácticamente sentenciada a la muerte y poca cosa podría hacer para ponerse a salvo. Mucho menos, cuando ya no tenía nadie que cuidase de ella.
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Homo homini lupus
Short Story¿Qué pasaría si el único mundo que conoces es un mundo completamente consumido? ¿Serías capaz de sobrevivir tú solo? ¿Qué harías si encontrases algo parecido a la esperanza? Vera es una muchacha común que siempre ha vivido en un mundo destruído por...