De recuerdos amargos y encuentros en supermercados

12.6K 1.2K 404
                                    

Cada vez que se veía en la obligación de salir de compras para reabastecer su suministro de alimentos y algunos otros artículos necesarios, Maia procuraba permanecer durante el menor tiempo posible en el supermercado

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Cada vez que se veía en la obligación de salir de compras para reabastecer su suministro de alimentos y algunos otros artículos necesarios, Maia procuraba permanecer durante el menor tiempo posible en el supermercado. Una tarea que parecía tan trivial y sencilla como esa resultaba ser todo un calvario para la joven. A pesar de que había transcurrido más de un año desde el día del accidente, la chica aún no lograba borrar de su mente el espantoso recuerdo que se le presentaba siempre que ingresaba a uno de dichos establecimientos comerciales. La secuencia de eventos de ese día todavía estaba muy fresca entre sus memorias, casi como si los hubiese vivido hacía unas cuantas horas. Seguía culpándose vez tras vez, pues la desgracia de aquella tarde pudo haber sido evitada si ella no se hubiera movido del sitio por un simple paquete de jugo...

♪ ♫ ♩ ♬

—¡Mamá, apurate, tengo mucha hambre! ¿No podés pasar otro día a mirar esos tintes? De por sí, así estás divina, en serio te lo digo —declaró la muchacha, mientras hacía un puchero.

—¡Dejá de comportarte como una nena! Ya me esperaste una hora, podés aguantar un par de minutos más —contestó doña Julia, al tiempo que miraba a su hija con fastidio y risa al mismo tiempo.

—¡Dale, vámonos ya! ¿No escuchás como gruñe mi panza? Además, tengo que llegar a estudiar para un examen teórico. ¡Apiadate de mí! —suplicó Maia, con las manos entrelazadas en frente de su pecho.

—¡Sos insufrible cuando tenés un capricho! —exclamó la mujer, para luego soltar un suspiro—. Está bien, nos vamos ya. Pero me vas a acompañar de nuevo mañana, luego de clases, y sin chistar, ¿de acuerdo?

—¡Sí, te lo prometo! ¡Muchas gracias, ma! —dijo ella, dando varios saltitos.

Acto seguido, la jovencita empujó el carrito con los productos hasta la fila para pagar en donde había menos personas esperando. Llevaban una gran cantidad de verduras, frutas, carnes y cereales, pues aquella compra era un encargo hecho por la señora Escalante, la patrona de su madre, para toda la familia y algunos de los empleados. Cargar con tantos paquetes era imposible para una sola persona, por lo cual resultaba necesario que al menos dos personas se los llevaran. Maia ya tenía mucha experiencia ayudando en aquella tarea, así que no tenía problemas para acomodarlo todo de forma tal que el peso se repartiera de manera equitativa. Mientras la señora Rosales se encargaba del pago, la chica iba colocando las cosas en distintas bolsas de plástico.

—¡Mirá, ya quedó listo! Si nos apuramos, quizás podamos tomar el bondi que para al otro lado de la calle, en vez de caminar.

—Sos una perezosa, siempre andás evitando el ejercicio. ¡Son solo cuatro cuadras andando!

—Pero ma, ¡llevamos demasiados paquetes hoy! Tanto esfuerzo es malo para tu espalda y eso no me lo podés negar.

—Sí, bueno, tenés razón. Gracias por pensar en mi salud —La dama se acercó a la muchacha y la miró a los ojos, al tiempo que sonreía con malicia—. Pero igual sos una gran floja, ¡admitílo!

Sonata de medianoche [De claroscuros y polifonías #1]Where stories live. Discover now