14. Nuestro jardín

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Lo que se deja en la vida es como lo que plantamos de un jardín propio, cosas malas, cosas buenas; y aun si cuidamos cada brote con obsesivo cuidado, no evita que la tragedia se pose, como la pesada nieve de un crudo invierno

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Lo que se deja en la vida es como lo que plantamos de un jardín propio, cosas malas, cosas buenas; y aun si cuidamos cada brote con obsesivo cuidado, no evita que la tragedia se pose, como la pesada nieve de un crudo invierno.

Gines preocupado por el aspecto demacrado del mayor, decidió que lo más conveniente sería alejarse un poco para que las ideas de un pasado recién encontrado se estabilizaran.

Casi guiado como alguien incapaz de fijar su mente en el presente, el vampiro que no había tenido un nombre propio, se para frente a la playa, de una pequeña ciudad costera cercana a donde se encontraban.

Ojos negros observan distantes la noche, que hace ver las aguas profundas y oscuras; dandose cuenta, que jamás se acercó a admirar el mar, al menos no con la intención de hacerlo.

Aun sentía su cuerpo estremecer, por las memorias del fuego inclemente rodeandole.

Hasta ese momento, Ralph, nunca pudo sentir el dolor de una pérdida, dado que olvido toda imagen de su familia, haciéndole incapaz de pasar por el sufrimiento de un luto, que le correspondía hace siglos;

Que fue llevado por alguien en su lugar.

Que nunca tendría conclusión.

Y no estaba molesto con el vampiro, entendía sus razones.

Tampoco es que pudiese recriminarle nada; Amir cargo con todo el dolor tanto tiempo, tanto propio como el de otros; lo que le hacía incapaz de entender como aun podía si quiera hablar con voz firme, y sonreír; aun si sus expresiones están huecas, carentes de la expresividad de antaño.

Haciéndole preguntarse; como podía si quiera, recordar con toda la lucidez que demostró sin romperse.

¿Cuánto tiempo llevaría viendo esas flores tan blancas como la nieve?; flores tan inocentes como lo fue posiblemente su amor.

¿Cuánto habrá llorado?

La liberación de sus recuerdos, trae una tristeza con la que no sabe manejar, un lamento con el que se observa incapaz de lidiar.

—Rudolf...quiero decir, Ralph— comenta un tanto indeciso—. Ya después tendremos tiempo de ver lo de tu nombre— bromea, intentando animarle, parandose a un lado—. Todo de ti es importante para mi— sonríe relajado Gines— Todas tus memorias son preciosas; para mi y para ti...para mi es así, porque son de la persona que más quiero— agrega, guiñando un ojo al pelinegro.

Hombros delgados sintieron manos largas deslizarse; y el vampiro que ya no estaba seguro de cómo debía ser llamado, escucho el sonido sordo de las pisadas del joven detrás suyo sobre la arena.

—Está bien llorar—la voz amable del Ginés en ese momento se escuchaba nasal, tan triste como si sus penas fueran entendídas por el—. Está bien— repitió cerca de su mejilla, susurrando en su oído para reconfortarlo, aunque fuera un poco.

—No lo está— jadeo, mordiéndose el labio.

—Amir— dijo el castaño, sintiendo la brisa marina nocturna hacerle cosquillas al pasar por su cabello— Me dijo; cuando estábamos saliendo del...del cementerio— extrañamente, la mención de aquel lugar le hacía sentir como si dijera algo tabú—; Cuando era tu cumpleaños.

El más joven, esperaba que aquello pudiera distraerlo; o hacerle molestar como siempre lo hacía, cuando el con su carácter un tanto despreocupado, decía alguna cosa fuera de lugar.

El pelinegro no dijo nada, solo tembló un poco al sentir una pequeña lagrima caer de su mentón.

—A mí me gustan ambos nombres— Le abrazo, sintiendo unas pequeñas gotitas caer sobre sus brazos que se deslizaron bajo el rostro del otro— Podemos turnar una semana para uno y otra para el otro...pensándolo bien, tener dos nombres te da carácter.

—Supongo que ambos suenan bien— al fin hablo, dejando que los sollozos se combinaron con una risa extraña— Uno es de tu perro si no mal recuerdo, y el otro es de mi...de mi...

—De tu familia— los brazos de Ginés, le envolvieron fácilmente al ser más alto; escuchándole llorar mientras asentía con su cabeza—. Y, ¡oye! — reclamo con ofensa fingida— también era de mi abuelo.

Se fueron de la playa con la cabeza en alto, en cuanto el cielo comenzó a clarear.

Ralph o Rudolf, ambos tenían un significado en su vida; pero al menos, podía comenzar el duelo de una perdida que olvido, una etapa natural que se saltó.

Poco después, con una sonrisa de alegre malicia; Ginés le obligo a entrar con los ojos tapados en una habitación pequeña del lugar donde se hospedaron. A pesar de no ver nada a través de las manos de Ginés, que le tapaban; percibía la luz tenue de unas velas.

—Tu cumpleaños hay que celebrarlo— le dijo el joven— Curiosamente es hoy.

—No comeré pastel— le contesto.

—Yo tampoco, sabe horrible— admitió el castaño, por eso he conseguido un pastel virtual en mi teléfono, y me prestaron esto— señalo un televisor al fondo de la habitación, donde conecto su cámara; la imagen negra de la pantalla, dio paso a un video de al cielo rojizo del amanecer en donde pasaban enormes nubes blancas.

—Feliz cumpleaños.

Una expresión de genuina sorpresa se posó en su rostro;

En ese momento se dio cuenta,

Que había olvidado como lucia el cielo.

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Gracias por leer, ya he terminado de escribir la historia, solo me falta editar.

<3

Debajo de las Flores #AwardsES2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora