¿Qué paso con Sebastian? Es una pregunta que todos nos hacemos, pero hoy. Os voy a dar la respuesta...
Todo había pasado el domingo, ya hace dos semanas; el demonio se estaba encargando de los deberes del jardín aproximadamente a las 3 de la madrugada, para luego de terminar con el jardín, empezar con las preparaciones del desayuno, ya que ese día él conde tenia que ir a un viaje que le había encomendado la Reina Victoria, así que sin excusa se tenia que despertar temprano aunque fuera domingo.
Todo iba bastante bien en el invernadero, ya se había encargado de que todas las rosas blancas florecieran, que las campanulas rodearan todo el kiosco, dándole un toque de amplitud al invernadero con ese color azul. No había durado demasiado haciendo eso, aunque lo había hecho lento para que pasaran las horas, habían pasado 32 minutos. Estaba a punto de dejar el invernadero cuando sintió una presencia conocida en una esquina del lugar.
El demonio no se había equivocado era Baalzephon, uno de los demonios mas fieles de Satanás. Algo estaba mal, la última vez que el demonio había visto a un ser del infierno había sido hace cientos de años.
—¿Que haces acá? Deberías cuidar que los esclavos del infierno cumplan su trabajo, Baalzephon.
—Amudiel, hace tiempo que no te veía, ¿Es esa la manera de saludar a uno de los tuyos? — Dice este con una sonrisa fingida.
—Claro que no, pero estoy seguro que no vienes a ver las flores, ¿O es que a los demonios con forma de dragón le llaman la atención las Rosas?— Dice Sebastian volteando hacia el.
—No has dejado de ser astuto— Ríe el demonio —Tienes razón no vengo a ver Rosas, eh venido a pedirte que vayas al infierno un momento, te llama el señor— Dice este con expresión seria.
—¿Para que quiere hablar con migo? Soy un demonio de rango bajo si me comparo con ustedes— Dice Sebastian girándose de nuevo dándole la espalda al otro demonio.
—Amudiel, no debería decirte esto— Dice este rascándose el puente de la nariz —Pero has roto un par de reglas—
—¿Reglas?— Voltea Sebastian ahora de frente mirando lo con el ceño fruncido —Hace años que no trabajo con él, para romper sus reglas—
—Tu sabes que por mas que un demonio se aleje del infierno sigue sirviendo al señor— Dice este con tono obvio.
—Y... ¿Cuáles reglas he incumplido?—
—No te puedo decir aquí, sigueme—
Baalzephon tomo la mano del demonio y lo haló hacia el inframundo, ahí en las puertas del infierno estaba Cerbero, el perro fiel del señor del infierno, cuidando que nadie entre o salga sin autorización del mayor, totalmente despreciable para el mayordomo, y es que los caninos al demonio no le gustan, además este es tres perros en uno, la única ventaja que tenia el demonio era que el cuidador de la puerta estaba sujeto con unas cadenas enormes a la puerta y la única forma de soltarlo era si alguien incumplía las reglas que el perro cuidaba.
Era asqueroso, tenia tres cabezas enormes y un solo cuerpo, babeaba por todo lado, como si deseara con ansiedad las almas que entraban y salían de ahí.
Apenas el demonio se acerco a la puerta le ladraron las tres cabezas en unisono. Era evidente que el estúpido perro no reconocía al demonio con su forma humana, así que no lo iba a dejar pasar.
—Después dicen que por que prefiero los gatos... Soy yo perro estupido— Le dice Sebastian con un tono de repugnancia hacia el animal.
Poco a poco el mayordomo se convirtió, dejando al descubierto su forma real ante los ojos de Cerbero. Unas grandes alas salían de la espalda del mayordomo, y sus uñas se convirtieron en filosas garras, además dos cuernos como si fuese de carnero se pasaron en su cabeza. Su rostro también había cambiado, una barba un poco triangular dejaba oculto el mentón del demonio, además las orejas tenían una forma puntiaguda. Ahora era un demonio con una mirada que provocaba el temor eterno en un mortal.
Nada había cambiado, todo seguía siendo igual que hace mil años cuando llego por primera vez. Todo iba normal, hasta que vio una gran reunión de demonios, hay se dio cuenta que nada iba bien, pero cuando trato de volver Baalzephon estaba detrás de él y era imposible vencerlo.
Camino con la frente en alto hasta la congregación, pero por dentro moria de miedo. No podía escapar, por que aproximadamente dos mil demonios de nivel superior al de él estaban ahí.
—Amudiel, mi Amudiel ¿Qué has hecho demonio estúpido?— Le dice Radna al verlo.
—Radna, mi Radna, dime tu que he hecho— Le contesta con un tono de ironía.
—Respeta a tus superiores — Le dice Kimaris otro de los demonios mientras le golpea la cabeza.
—Dejen los escándalos, y mejor... Permitanme verlo. Amudiel... Amudiel, ven acá hijo mío— Le dice el Gran señor, Satanás.
—Si, señor—
—Sabes que en este mundo los humanos no pueden ser vistos como nuestros iguales, ni mucho menos como nuestros mayores— Dice Satanás con voz firme.
—Si, lo se Majestad— Contesta el demonio mientras mira al suelo, en forma de respeto.
—Entonces... Ahora dime ¿Quién es él? —
—¡¡¡CIEL!!! Dejalo maldito— Grita el demonio al ver el Conde salir encadenado.
—Así que es cierto, ¿Amas a ese humano?— Dijo Satanás mientras tomaba el cuello del menor, el cual parecía hipnotizado.
—¡¡¡DEJALO LIBRE!!!— Grita Sebastian mientras se abalanza hacia él Rey de los infiernos, pero mas de 10 demonios se interponen.
—No digas mas eso es un si para mi... Ahora dime Amudiel, ¿Harías cualquier cosa para salvarlo?— Pregunta el con postura seria.
Sebastian baja la mirada... Después de un momento la alza y le dirige una mirada de odio a Satanás...
—¿Qué quiere que haga?—
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El amor puede ser olvidado (Ciel×Sebastian)
FanfictionUn amor, un adiós y un olvido. Espero que os guste...