La no protagonista de una historia de amor •TERMINADA•

T R E S

Pasar del color cereza al color piel normal no es tan sencillo. Pasé los últimos diez minutos tratando de que quitar el calor de mi cara y al gerente de mis pensamientos. La conciencia me repite «Solo es un desencanto más» pero mi lado Pececita Dory, me dice «Uh, puede ser el amor de tu vida». Ya no sé ni a quien escuchar.

Estoy mirando como tonta la máquina de las papas fritas para adivinar los secretos del universo cuando un compañero se me acerca.

—Hola.

Al mirarlo encuentro unos lindos ojos claros y un cabello un poco rubio pero echando más a castaño; un par de comillas adornan la cita de su sonrisa y tiene un gracioso gorro con un aplique de hamburguesa adherido.

—Hola.

—Primer día, ¿No?

—¿Soy tan obvia?

—Pues es eso o descompusiste la máquina y miras cómo arreglarla —repone sonriente. Su sonrisa es muy bella—. Soy Julián. Eres Cindy, ¿No?

—No. Soy Cinthya —corrijo y al recordar la mirada de fastidio del gerente sin nombre, me sonrojo—. Aunque creo que ya quedé Cindy.

—Pues yo ya sé que eres Cinthya y si lo dices por Andy, ignóralo, es así con cualquier persona —responde.

Mi locura premeditada, me grita justo ahora: «¿Ves? Tienes oportunidad como cualquier otra persona». Tengo el complejo de soñar en el instante menos indicado así que olvido que tengo a un compañero frente a mí e imagino al gerente hablándome como a una persona normal. Su voz me trae de vuelta a la realidad.

—Hey, hey —Mueve sus manos frente a mis ojos y sacudo la cabeza avergonzada—. Tienes un poco de esperanza infundamentada en la boca —dice risueño. Lo miro lo más mal que mi actitud amable me permite.

—Já, gracioso.

—Déjame ser yo quien te baje de la nube a la que todas suben cuando lo conocen —formula con mofa—, es gay.

—Yo no estoy en ninguna nu... ¿En serio?

—Tan cierto como que este gorrito me quita masculinidad. —Me río fuertemente llamando la atención de la chica que está limpiando las mesas. Modero el tono y Julián finge que me muestra algo en la máquina.

—Un desencanto más, un desencanto menos —musito.

—¿Qué?

—Nada, ¿Llevas mucho trabajando acá?

—Cómo tres meses —confiesa. Baja la voz y sigue señalando cosas en la máquina—. Solo es pesado del viernes al domingo, los demás días viene poca gente. Si necesitas ayuda, dime a mí o a ella. —Señala a una pelinegra que arma las cajitas de las papas, está de espaldas a un par de pasos de nosotros—. Nosotros somos los amables, a ella —Señala a la chica de corte de cabello de hombre que me vio reírme hace un rato— no le digas si dudas algo; es una chismosa y es amiga de Andy. Te puede meter en problemas.