—¿Recuerdas tú antiguo hogar?
Pregunta papá cuando todos entramos en una enorme casa, es como una mansión. Estamos en West Haven, y claro que la recuerdo. Aquí viví cuando nos mudamos de Portland. Mi memoria no está tan dañada.
—¿Quieres ir a tú antigua habitación?
—¿Dejarías de usar la palabra antigua? Me hace sentir tonta.
Él suelta una carcajada.
—Bien, lo siento. ¿La acompaño a su habitación, pequeña dama?
Sonrío y lo beso en la mejilla.
—Estaré bien, no creo que nada malo me pase en mi propia casa.
Comienzo a caminar y observo el vestíbulo. Los jardines. Una piscina, vacía.
¿Teníamos piscina? ¿Por qué está vacía?
Entro de nuevo y subo las escaleras. Paso por las habitaciones de visita. Están idénticas. Paso por la habitación de mis padres, solamente han cambiado el papel tapiz.
La habitación de Alicia sigue intacta. Y luego, la mía, intento abrir la puerta pero el pomo está cerrado con llave. De manera que hurgo entre los jarrones que están afuera y ahí está... La llave, justo donde siempre la escondo. O escondía.
La introduzco en la cerradura y giro. Al abrir la puerta percibo un aroma... Es mi aroma. Mi habitación. Mis cosas. Hay cierta calidez que no paso desapercibida, y me siento completamente segura. Todo luce tan... En su lugar. Perfecto. En su lugar justo. La cama está deshecha. La ventana entreabierta. Y uno que otro par de zapatos regado en la habitación.
Me tumbo en la cama observando el techo. Respiro profundo y de repente viene a mi ese día...
Yo fui la que ofreció ir al pub. Alena Taylor ofreció a sus amigos ir al pub. Pasan los momentos de esa noche tan rápido en mi mente...
—¿Estás más familiarizada?
Me siento de golpe en la cama.
—¡Nicoll!
Él se acerca a mi, me abraza fuerte, yo le regreso el abrazo. Se sienta a mi lado. Y me toma de la mano.
—Te habías perdido...
—Estaba resolviendo unas cositas... Me alegra verte, afuera.
Toma un mechón de mi cabello y lo coloca detrás de mi oreja.
—¿Irás a México?
—Claro, mañana es la graduación y el martes nos vamos... Papá está muy emocionado, hace mucho que no se toma unas vacaciones. Ya no es tan amargado como hace unos años.
—Eso es bueno, por cierto, encontré algunas de tus cosas en mi departamento. Cuando gustes puedes irlas a buscar.
Es cierto que viví un tiempo en el departamento de Nicoll.
—Puede ser hoy, luego del almuerzo—, añado —sí se puede.
Él me golpea en la frente delicadamente.
—No necesitas autorización para ir. Después del almuerzo será. ¿Te estás medicando todavía?
Asiento.
—¡Oh, es triste! Iba a llevarte a un bar.
Suelto una carcajada. Aparece Alicia.
—Sabrá Dios, qué planea éste par...
—Nada malo, aunque, tenemos mejores planes que Nicolás Maduro para Venezuela. No lo dudes.
Ella suena sus dientes.
—Para ser mi hermanita la exinterna de una clínica, estás muy bien informada con lo que pasa en el mundo, ¿no?
Me encojo de hombros inocentemente.
—Pues, papá, me deja usar su teléfono. Y puedo ver el Twitter.
Suelto como niña pequeña. Nicoll no puede parar de reír con nosotras.
—¿¡Ah, sí!? Pues, yo tengo mi propio teléfono, ¿quieres uno?
Pregunta. No se me había ocurrido tener un teléfono. El mío seguramente no debe existir, ni sé dónde lo dejé.
—Sí, quisiera uno —hago un puchero.
—¡Pues cómpratelo!
Dice Alicia y sale corriendo a su habitación. Escuchamos el portazo.
—¿Cuántos años dice que tiene? —bromea Nicoll.
—No lo sé, pero por lo visto tendrás que cargar con ella para toda la vida—. Añado—¡Y no hay devoluciones!
Le guiño un ojo.
El pone los ojos en blanco.
—¡Bien! Pero contigo, y tus padres de por medio, no será tan difícil.
Risas.
Bajamos a comer. Papá pidió pizza. Y hace unos minutos llegó mamá con la abuela. Me siento como en casa. Pero, no del todo, me faltan mis amigos y una parte de mi vida que aún ignoro.
—La comida está exquisita —rompe el silencio Nicoll.
Reímos.
—Pues la hizo, nada más y nada menos que mi hija Alena, ¿Qué esperabas?
—¡Ah! Pero olvidaste resaltar que, pasé días elaborando la masa, meses cultivando los vegetales y horas cocinando la salsa...
Añado.
—¡Para que se la coman en diez minutos! —exclama la abuela.
Volvemos a reír. Hace mucho que no pasaba tiempo de calidad, ese nombre se le da al tiempo en familia.
Suena el timbre.
—¡GEEEERR! —grita papá, para que abran la puerta. Luego reacciona.
—¡Oh, vaya! Es la costumbre.
Ger, ¿qué será de la vida de ella?
—Hija, ¿podrías ir a la puerta?
Pide papá, soy la única, después de Nicoll que ya dejó de comer.
Salgo de la cocina y me dirijo a la puerta principal. Al abrir no me da chance de reaccionar...
—¡SORPRESA!
Gritan todos. Y es la mayor parte de mi familia, materna y paterna. ¿Qué hacen aquí?
Feo Flashes de cámaras, en el lado de afuera. Hay muchos periodistas en el portón de la casa. Y mi familia, que es mucha gente, me abrazan y me dan besos en la mejilla. Algunos me cargan. Otros simplemente me dan un golpecito en el hombro.
Cuando todos están adentro, ya no queda nada del silencio que reinaba. Mamá y Papá, salen muy emocionados de la cocina. Supongo que esto estaba planeado.
Alicia me observa detenidamente. Y se acerca.
—¿Estás bien?
—¿Ah? —se me hace difícil oírla, porque todos hablan al mismo tiempo.
—¡QUÉ SÍ ESTÁS BIEN! —grita.
Niego con la cabeza.
—No me lo esperaba, es todo...
Ella coloca su mano en mi hombro. Y aparece Nicoll a mi otro lado.
—¿Quieres planear una fuga al departamento?
Observo a Alicia cómo pidiendo permiso. Ella asiente.
—¡Nos vamos!
Esperamos que todos se distraigan y Nicoll y yo nos colamos directamente al garaje, tomamos uno de los autos de Alicia y salimos de aquí...
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NO FUE UN CRIMEN- EDITANDO
Mystery / Thriller"A final de cuentas, no fue un crimen." - Alena Taylor. ************************************************************************************************** Sí ésta historia quieres entender, "Crónicas de un (supuesto) Crimen" debes leer.