Epílogo: Septiembre puede esperar.

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—Te deje encontrarme —susurró con voz ronca el moreno mientras seguía observando el correr de las olas del mar.

—Necesitaba despedirme.

—¿Despedirte? —volvió a susurrar Joseph—, pensé que venías a explicar porque no llegaste, o porque te desapareciste.

—No tiene caso que te lo diga, eso no cambia nada —dijo Colby, ya con lágrimas bajando por sus mejillas.

—Solo quiero pedirte perdón, perdón por hacerte creer que era diferente a los demás, y por pensar que llegaríamos a estar juntos, perdón porque esto se sintió como todo sin llegar a ser nada —concluyó el bicolor, quien se levantó de la arena no sin antes acariciar la mano del moreno por última vez.

Justo cuando estaba por retomar su camino hacia la salida de la playa, escuchó a Joseph, cuya voz sonaba entrecortada:

—Fue aquí en esta misma playa en donde me di cuenta de mis sentimientos hacía ti y aquí en esta misma playa en donde estuve a punto de besarte —espetó mientras se levantaba también de la arena.

Joseph se posó frente a Colby, quien permanecía estático frente al mar, pero ya no había mar, solo estaban los húmedos ojos grises del moreno, quién se acercó más hacia el bicolor, y cerró el paso del aire entre sus cuerpos, en un movimiento inesperado, y con la luna reflejándose en la frágil mirada de Colby, el mayor colocó una mano sobre la barbilla del chico de cabello bicolor que temblaba ante su tacto:

—Puede que esto sea el final, pero no me puedo quedar sin hacer esto —Joseph apretó su agarre de la barbilla del bicolor y con su mano libre, comenzó a acariciar los cabellos rubios que se platinaban con la luz de la luna; el temblor del cuerpo de Colby se detuvo cuando el moreno unió sus suaves labios con los suyos, rápidamente le correspondió el beso, el cual era cálido y lleno de todos esos sentimientos que los estaban devorando vivos a ambos, y sin intensiones de romperlo, Joseph succionó el labio superior del bicolor y lo retuvo en su boca, hasta que partió ambos labios e introdujo su lengua, misma que danzó con la del bicolor en una perfecta sinfonía, así pasaron unos segundos más, hasta que la necesidad de aire se convertía en algo prioritario, el primero en romper el beso fue el bicolor, quien dejó cortos y suaves besos sobre los labios teñidos de carmín del moreno:

—No debiste corresponderme ese beso —balbuceó Joseph, mientras soltaba la quijada del bicolor para entrelazar esa misma mano con la de Colby—, porque no voy a dejarte ir.

—Ese beso no cambia nada —trató de sonar lo más convincente el bicolor, el cual moría un poco más con cada evasiva que tenía que darle al moreno—, no podemos estar juntos.

—¿Por qué? ¿Qué nos lo impide? —dijo Joseph mientras entrelazaba su otra mano con la de Colby.

—No soy bueno para ti —se soltó del agarre—, y nunca lo seré.

Colby se dispuso a correr hacía la salida de la playa y avanzó unos cuantos pasos con éxito, hasta que tuvo que detenerse gracias al fuerte agarre del samoano en su hombro:

Solo entrégame tu corazón sin temer a nada más y huyamos de aquí, Colby —imploró Joseph— por favor.

[...]

—Un boleto hacía Iowa, el que parta lo más pronto posible —dijo entre lágrimas el chico de cabello bicolor para después entregarle un rollito de billetes con la cantidad exacta—, gracias.

Million Dollar Houses (The Painter) ➸ RolleignsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora