Cowboy. Capitulo 21.

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Capitulo 21:

Me remuevo en la cama y abro los ojos. Me cubro los ojos por que me molesta la luz del sol. Me duele la cabeza por la resaca. 

Tengo lánguido el cuerpo, siento reseca mi boca, rasposa la garganta, tengo además mucha hambre porque no comí nada ayer. 

No me he alimentado correctamente desde hace dos meses, mismo tiempo que Bambi y Timmy se fueron del rancho. 

La añoranza me impedía comer, pero la señora Miller me obligó a comer aunque fuera una vez al día, por eso no he perdido tanto peso, pero si he estado falto de energías. Pero mi baja energía era debido a la perdida de mi mujer, mas que al hecho de no alimentarme como es debido, llenándome el estómago solamente con licor.

De pronto abro los ojos de par en par y me siento en la orilla de la cama, busco ansioso a Bambi a mi lado en la cama, pero ella no esta ni en la cama, ni en ningún lado de la recamara.

 Por un momento siento pánico al pensar que lo que sucedió anoche en la madrugada fue solo un grandioso sueño, pero me voy calmando cuando noto que estoy medio desnudo, con la bragueta del pantalón abierta. Y además tengo el aroma de Bambi impregnado en mi piel, y huellas de sus uñas largas en la piel de mi vientre y en los brazos. 

El encuentro apasionado, casi salvaje de anoche si pasó y la sensación de euforia desboca mis latidos. Noto también el edredón que me cubría. 

Ella debió haberme tapado con la cobija para que no sintiera frío en esta época de otoño, luego de haber sudado copiosamente debido al sexo frenético que tuvimos. 

Ella se aseguro de que no me enfermara tras el brusco cambio de temperatura. Veo además el camisón que usa mi mujer doblado encima del baúl a los pies de la cama.

Me pongo de pie haciendo tintinear las espuelas de mis botas ignorando el dolor que me martilla la cabeza. 

A paso rápido voy y levanto la ropa de dormir de Bambi, la aprieto con fuerza con las manos mientras me empalago del aroma femenino y dulce de mi Cherokee enterrando la nariz en la tela de algodón. 

Sonrío emocionado y a la vez siento unas inmensas ganas de llorar de alivio. Fue real. Todo lo que sucedió ayer noche paso en realidad. Bambi fue al pueblo en compañía de Juan en mi búsqueda. 

Ella entro sin dudar al saloon armada con su escopeta Winchester, dispuesta a disparar tal y como me advirtió que lo haría si algún día me iba a un burdel, aunque yo no estaba anoche en un burdel sino en un bar. 

En los bares no se permiten la entrada de las mujeres, sean estas mujeres malas o mujeres buenas. Los bares solo son para varones.

Mi esposa debió enterarse por boca de Juan, que la madam estaba en mi búsqueda y con qué oscuros propósitos. 

Fui rescatado por mi mujer de armas tomar de las garras de una obsesionada y porfiada Elena, que no quería entender por las buenas que se largara por dónde vino, jalándome del brazo derecho a pesar de mi negativa de acompañarla. 

Elena no quería desistir de llevarme a su cama aprovechando mi estado etílico. Pero aunque Bambi no hubiera llegado a sacarme del bar con la ayuda del capataz del rancho, el cual es además mi mejor amigo, yo no habría ido con Elena. 

Justo cuando Bambi apareció yo estaba a punto de pedirle al barman que sacara a esa mujer del local. Ya estaba harto de sus acosos.

 Como bien lo dijo Bambi, yo solo amo y deseo a mi esposa. Y solo en su cama, con su cuerpo quiero aplacar mis ansias.

Bambi volvió a casa, volvió a mis brazos y mas encima fue al pueblo para sacarme del bar dónde me la pase metido estos últimos dos meses ahogándome en alcohol, buscando el olvido.

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