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De cuando acá a May se le hacía tenebroso el camino de regreso a casa, sí, desde hoy. Aquella sensación que tenía de estar siendo observada no desaparecía, desde que salió de la universidad.

No quería correr, no quería parecer loca ante la vista de la gente que la rodeaba, por ahí, por donde pasaba. Mantenía la postura al igual que la cordura ¿En tan poco perder la cordura? Pues sí, es posible y más cuando tus pensamientos te tragan el alma al pensar que estás siendo perseguida por un asesino psicópata de sangre fría.

La lluvia se había vuelto espesa, lo único que la mantenía cubierta era su polera, pero ya estaba empapada. No quería refugiarse, si sus suposiciones eran ciertas, no quería darle ventaja para que rebanara su piel con aquel afilado cuchillo, no se detendría ni aunque su vida dependiera de ello.

Vuelve la vista hacía atrás, como si su cuerpo tuviera vida propia, y logra visualizarlo, con esa sonrisa, siguiendo sus pasos pero él tan tranquilo y ella tan asustada.

Corre, comienza a correr, y no le importaba el chocar con la gente que se atrevía a atravesarse en su camino, no escucharía los barullos y maldiciones que le mandaran con sus miserables bocas, lo único que quería saber era que lo que vivía fuera una pesadilla, no tenía tiempo de investigar o de pensar las razones del porque le sucedía esto, a ella, solo tenía su modo de supervivencia activada.

Mira hacía atrás de nuevo, en cuanto ella corre, él lo hace, cada movimiento que hacía este lo imitaba. Sin duda eso le parecía aterrador. Observa su casa a lo lejos, aumenta como puede la velocidad en sus pies. Llega a la puerta y toca el timbre, una vez, dos veces, más de tres y no hay respuesta.

—Joder... mamá abre... — Se susurra para sí con su voz agitada.

Toca una vez más, y nada, con desesperación y manos temblorosas busca sus llaves, mira repetidas veces hacía todos lados para percatarse del que tenía tiempo de poder entrar y no salir de ahí hasta que todo esto terminara.

En un último vistazo lo ve acercarse hacía ella, corriendo, mantiene sus manos en los bolsillos de su sudadera negra pero una mano no por mucho, desenfunda su anelado cuchillo y sigue acercándose con este a la vista.

—¡No! ¡No!— Grita, para lograr liberar su desesperación pero al contrario, aumentaba.

La adrenalina la estaba volviendo loca, busca al mismo tiempo que golpea con su hombro la puerta para ver si así, tenía la posibilidad de que este se abriera.

Encuentra sus llaves y de inmediato coloca la indicada en la perilla. La gira y de manera desesperada entra a su único refugio seguro.

Ya adentro cierra esta con seguro y se mantiene unos momentos en silencio, sin moverse, mirando fijamente al suelo con los ojos muy abiertos, procesando todo lo que le estaba ocurriendo, pero no encontraba el origen del inicio de aquellos acontecimientos.

Se incorpora, suspira profundo y decide asomarse por la ventana, el exterior estaba más que tranquilo y sin gente por sus alrededores. El ruido de algo caerse en el piso de arriba la hizo alejarse de la ventana y ponerse en alerta.

—¿Mamá?— Su voz llegaba a escucharla como eco por toda la casa.

Escalofríos invaden su cuerpo, tenía miedo, no quería subir, no quería ver de frente a Jeff The Killer.

Cuando se vuelve realidad | Jeff The KillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora