第22章

43 6 5
                                    





No dejé que ninguna lágrima saliera de mis ojos, ya no quería llorar.
Nada iba a cambiar de todos modos.
Me senté en un tronco junto a los arboles donde todo era más oscuro y las personas eran pocas.
Escuché un crujir a mi lado y voltee alarmada.
Mi corazón traía su enorme trabajo de funcionar alocadamente porque de nuevo volvió a agitarse.
—Estuve buscándote ¿Dónde estabas?—

—Estaba buscándote también, vi que tardaste mucho— contesté rápidamente.
Sus cejas se alzaron sorprendido y con una mano alborotó de nuevo su cabello, era el hábito más curioso que había visto, soltó una risa fugazmente y me miro por debajo de aquellas pestañas espesas.
—De hecho encontré a unos viejos amigos ¿quieres que te los presente?—

Desvíe la mirada hacia él mientras que el sólo me miraba atentamente, el color negro de sus ojos brillaban con el tono de las luces allí abajo, la camiseta azul cielo tenía un tono verdoso, bien colocados con aquellos pantalones blancos cortos, una mano estaba escondida y la otra sostenía un vaso de plástico color rojo.
Estiró frente a mí.
—Es Coca~Cola—

—Gracias—

—Entonces, ¿quieres que te los presente?— tomé un pequeño sorbo de mi bebida y le negué lentamente, no quería moverme y encontrarme a alguien allí abajo, prefería quedarme sola aquí.
—Ve tu, me duelen los pies— mentí.

—¿Estás segura? Porque quizá tarde un poco—

—Anda ya— rechisté con una sonrisa.

—Vendré aquí a buscarte, no te alejes—

Asentí mientras daba otro sorbo del vaso de plástico, se dio la media vuelta y encaminó sus pies en dirección contraria a la mía, pude ver a lo lejos un grupo de jóvenes saludándolo y luego el correspondiendo con un mano agitándose.
Le vi desaparecer entre la gente nuevamente y luego nada más.

Estaba comenzando a aburrirme, la música había cambiado ya varias veces, desde lentas hasta algunas electrónicas.
Esta vez lo que sonaba por los amplificadores era la fuerte voz del vocalista de maroon 5 entonando con júbilo one more night sonreí cerrando los ojos y me dejé llevar con el tono.
El aire comenzaba soplar más y yo había olvidado el suéter largo del otro lado de la playa.
Rasqué mi frene disgustada y suspiré nuevamente.
Me puse de pie y caminé tres pasos adelante hasta sentir algo en mi hombro.
El tacto frío que se esparció por todo mi brazo congeló la zona.

Voltee hábilmente encontrando a Saeron sonriéndome.
El vestido ceñido a su cuerpo había sido cambiado por una camisa blanca y unos shorts de mezclilla medió largos.
Sandalias rosas acogían sus pies y su cabello suelto era agitado por el viento.
—Hace mucho quería preguntarte el por qué de tu odio ¿sabes?— murmuró.
Le miré sin de ir nada, incluso habían volteado lo suficiente para encararla.
—Luego me dije a mi misma que solamente eras envidiosa— añadió. Esta vez no pude controlar y solté un bufido burlón.
Elevé una ceja y le miré.
—¿Qué tienes tú que yo pueda envidiar mocosa?—

Su sonrisa desapareció y una mueca hizo que mis bellos se crispara, el sonido qué produjeron sus pies al pisar las ramas secas del suelo, hicieron que la piel se me erizara, y yo diera un paso atrás por instinto.
—Entonces después de tanto pensar me dije que tenía que hacer algo que valiera la pena tu odio. ¿Quieres que te cuente que se me ocurrió?—

Tragué saliva y di un paso más tratando de alejarme.—Si quieres platicar con alguien busca a otra persona, yo no quiero escucharte— espeté.

Di media vuelta de nuevo pero mis pies se paralizaron cuando frente a mi estaba Hyeri con los brazos cruzados y una sonrisa en el rostro.
—Jungkook gustaba de mí, pero eran tan iguales. Luego estaba yo, tonta y sin valor. ¿Crees que no me cansé? Después de aquél día juré que me las ibas a pagar todas.—

También te gustarán

          

Hyeri sonrió de nuevo y avanzó hacia mí dejando de espacio sólo un escaso centímetro.
—Y dije— continuó —Quisiste marginarme y lo lograste. Juro que te odié, y mírate ahora. Eres sólo una pobre engreída que ha quedado sola. Y me alegra, pero déjame decirte una cosa.—

Hyeri con un dedo empujó mi hombro haciéndome trastabillar hacia atrás.
—Fue por mí que NamJoon se alejó de ti, le hice ver con claridad que estás mal. Fue por mí que JungKook también te dejó, les abrí los ojos, y muy pronto tampoco tendrás a ese bastardo a tu lado, porque de mi cuenta corre que vas a pudrirte sola en el infierno, ¡maldita zorra!—
Hyeri hizo que voltease de un manotazo, mi cara enrojeció y sentí un ardor recorrer mi rostro.
—Vuelve a tocarme y te juro que...—

—Me juras qué — inquirió.—¿Vas a golpearme?
Una de sus manos golpeó mi cabeza.—¡¿ah?!— gemí de dolor, después sostuvo con sus huesudos dedos mi mandíbula, su mirada era inundada de veneno, inyectados de un color rojo que parecía haberse drogado.
—¿Vas a marginarme como lo hiciste con ella?— volvió a abofetearme.
Cada paso que daba, hacía que yo retrocediera de dolor. Mi cabeza comenzó a doler y sentí que mis piernas flaqueaban, mi corazón comenzó a doler y mi respiración se volvió agitada.—Me viste mal dulzura, topaste con una piedra, y una muy grande—

Di dos pasos atrás y traté de respirar profundamente, cerré los ojos por un momento y cuando sentí que podía respirar correctamente los abrí de nuevo.
Hyeri miró detrás de mí y la sonrisa que hizo provocó que mi piel se pusiera de gallina nuevamente.
Vi en cámara lenta alzar su vaso y cerrar sus ojos antes de que aquel líquido estrellara contra su cara.
El agua cayó mojando su cabello, y las gotas que habían quedado en su rostro se deslizó por su cuello empapando la camisa blanca, casi parecía trasparente por la manera en que se ceñía a su piel.
Hyeri lanzó una botella de cristal junto a una piedra que se encontraba detrás de mí, el impacto hizo que la botella estrellada explotara convirtiéndose en miles de pedazos de cristales. Saeron sonrió de nuevo.
Soltó un gritó y alzó ambas manos, Hyeri corrió hasta ella y volteó a verme.
El grito había sido tan fuerte que un martillazo hizo que mi cabeza doliera y me obligara a bajar la mirada.
—¡QUE SUCEDE CONTIGO HALLA!— gritó Hyeri descolocada con el rostro rojo.
Fruncí el ceño aturdida y negué varias veces.
—yo no le hice nada— murmuré.

Retrocedí tontamente y traté de dar media vuelta.
—¡Sae!— escuché.
Voltee buscando con mi mirada su figura. A mi derecha con el rostro contraído caminó afirmando en la arena sus pues, su mandíbula apretada y dejó caer a la arena aquel vaso lleno de agua.
—¡Qué hiciste Halla!—

—Y-yo no hice nada— chillé aún aturdida.

—¡Jungkook! ¡Sae, mírame! ¡Sae!— Jungkook abrió los ojos y corrió pasando por mi lado, sus anchos hombros impactaron contra mí y trastabillé hacia atrás, el vaso que tenía salió disparado al cielo derramándose lo encima.
Traté de mantener el equilibrio pero no pude, mi espalda impacto contra la dura piedra y pude oír claramente el crujir de los cristales al ser enterrados a lo largo de mi palma. Solté un quejido audible y ahogué el grito de dolor cuando la punta del vaso que no se había descuartizado abrió la piel de mi brazo.
Sentía mi estómago doler y luego la sangre caliente caer como gotas por la blanca arena.
Mordí mis labios apretando arriba de la herida y asustada traté de levantarme.
Todo el brazo me palpitaba y el sabor a hierro comenzaba a sentirse en ni boca.
Mis sandalias resbalaron y volví a caer sentada.
Levanté la mirada encontrándome con una Saeron sentada en el suelo, y la prominente espalda de Jungkook acariciando su rostro.
—Lárgate Halla— murmuró sin voltear. —¡QUE TE LARGUES MALDITA SEA! ¡ESTOY ARTO DE TENER QUE MIRARTE A LA CARA, SABIENDO QUE ERES LA DESGRACIADA QUE ARRUINA NUESTRAS VIDAS!—

Un nudo se atoró en mi garganta, jadeé y no pude percibir qué dolía más, si la herida que no dejaba de sangrar o aquellas palabras que nunca olvidaría.
Porque acababa de darme cuenta que la que había perdido todo. Era yo.
Si poder evitarlo dejé que mis lágrimas salieran poco a poco e inundaran mis mejillas.
—¡VETE!—

Yo ni siquiera podía moverme, incluso mis piernas dolían y mi cabeza martillaba.
Sentí unas fuertes manos sostener mis brazos, y volteé a verle.
Shin me miraba angustiado.
Se deshizo de su camiseta y desgarró la tela en una linea delgada.
Amarró un nudo en mi brazo y sostuvo mi cintura entre sus manos, me levantó sin esfuerzo y dejó que mi rostro se acurrucara en su pecho.
—Vamos Halla— susurró en mi oído. Asentí angustiada.
El me mantuvo de pie sosteniendo mis hombros y me guío al pequeño camino como habíamos llegado.

Al menos era lo que podía recordar, porque el dolor de mi cabeza se hacía cada vez más fuerte, y mi brazo había dejado de palpitar convirtiéndose en un dolor agonizante.
Mi visto se torno borrosa y un terrible sueño acrecentó.
—Tengo sueño— murmuré.

—Eso es... Halla, no cierres los ojos, Halla.—

BACKGROUNDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora