1. Iris

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La vaca come pasto mientras el hombre le acaricia el ojo húmedo. La vaca muge y el hombre le clava el dedo hasta que el líquido espeso y transparente se desliza por su mano cual gusano infecto, hinchado por la cercanía de su descomposición. 

Oníricamente, el mono agita su cola hasta agarrarla al tobillo del hombre, que babea de satisfacción y crea un charco de dimensiones desproporcionadas en las que nadan y se sumergen totalmente desnudos el bien, el mal, lo moral y lo inmoral. 

Y mientras el mono cierra los ojos formando rendijas, aparece el conejo. Blancamente, el animal evita cualquier tipo de roce, porque dentro de sus capacidades no está la de decidir lo que más le puede convenir. Por ese mismo motivo, alejado, ensimismado, observa la escena desde fuera, poniéndose de puntillas para, igualmente, llamar la atención. 

Aparece, entonces, la carroña. Muerta, apestosa, blanda y pegajosa. Mientras de su mandíbula desciende un hilo amarillento que lleva arrastrando desde metros atrás, lo muerto se acerca al corro que forman el hombre extasiado, la vaca ya ciega, el mono deseoso y el conejo alejado y presumido. 

Barroquísticamente, la carroña los observa uno a uno, con sus ojos deshechos y líquidos y después se agacha y se revuelca en el líquido, transparente, pegajoso. 

Es entonces, cuando las nubes ya tintan de color oscuro el pasto, cuando la carroña abre la boca, y mostrando una batalla de gusanos bajo sus encías blancas, grita: 

¡CUANDO TERMINE VUESTRO GOZO EMPEZARÁ EL MÍO! 

Y entonces, desplomándose de nuevo en el líquido, muere definitivamente, volcando los gusanos ya gordos de su misma putrefacción, retorciéndose cual dedos nerviosos en una cita amorosa con la mujer más deseable que pueda poner lo pies en este mundo. 

Pero el hombre desea la vaca. El mono desea el hombre. El conejo los desea a todos. 

Seguidamente, el hombre agarra su cuchillo afilado, más que la hoja de un libro gastado por los dedos del ser más vil, y... ¡corta la cola al mono! 

¡Gritos! ¡Oh, el conejo ya vuelve a estar en lo más profundo del bosque! ¡Gritos! ¡El mono salta a la cara del hombre y le clava sus dedos, le desgarra las comisuras de los labios! 

¡Gritos! ¡La vaca empieza a moverse, sin saber a dónde ir! 

¡Gritos! ¡El mono, con su mano artística, arranca el cuchillo de los dedos gordos y lo clava en el ojo del hombre! ¡Una vez! ¡Dos veces! ¡Tres! ¡CUATRO! 

Y el hombre cae en el charco de nuevo.

Fá(b)ulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora