Capítulo 35

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AIDEN

A pesar de estar muy seguro de querer hacerlo, noté que una gota de sudor desciende por mi nuca mientras seguía al Gobernador. Sentía mis manos frías por primera vez en mi vida. Entonces pensé en la idea de no volver a tener poderes nunca más, se acabó el formar fuego, se acabó el ser ignífugo. Encendí unas pequeñas llamas en mis manos, tan solo para sentirlas una última vez sin quemarme. El fuego, que siempre había sido mi amigo y compañero en la lucha, ahora debía extinguirse para siempre.

Llegamos a una sala con una camilla en el centro y una encimera repleta de instrumental médico.

— Túmbate, por favor —pidió la enfermera que acababa de entrar.

Obedecí y me tumbé. La mujer cogió un botecito con líquido azul y extrajo parte de él con una jeringuilla. Después apretó un poco el émbolo de la jeringuilla para hacer salir el poco aire que pudiera haber. Tomó mi brazo y me pidió que no me moviera. Introdujo la aguja en mi vena y el contenido de la jeringuilla.

— Aprieta el puño varias veces, así ayudarás a que se distribuya mejor.

Hice caso y abrí y cerré el puño repetidas veces. Según lo iba haciendo, una extraña sensación de sueño me iba invadiendo.

— ¿Cómo te encuentras? —me preguntó el Gobernador.

Dejé de notar mi puño y mis párpados se fueron cerrando poco a poco.

DIANA

Las flores del jardín eran realmente hermosas. Había de todos los colores imaginables, con formas variadas y exuberantes. Adonai me había tomado la mano mientras paseábamos y la pequeña Diana se había ido con Arlet y Caleb para ver cómo la chica jugaba a camuflarse cambiando los colores de su piel según el entorno.

— Adonai.

— Dime.

— Hay algo que aún no comprendo... Una vez me dijiste que tu hermana había muerto por un disparo...

— O eso creía.

— Pero... ¿Te ha dicho cómo sobrevivió?

— También tiene un don. Un don peligroso si no se usa con cuidado. Puede agarrar la vida, por decirlo de algún modo, esa llama que tenemos dentro, y moverla de un cuerpo a otro. Cuando la dispararon ella cayó al suelo y se arrastró hasta uno de los soldados que me llevaban ya sedado. Agarró su pierna y este de inmediato cayó al suelo. Diana cogió su vida sin saberlo siquiera y alojó en ella. Un par de días después Héctor la encontró y la llevó con su madre.

— Tiene un don... realmente poderoso.

— Sí, pero debemos procurar que no lo utilice con nadie más.

Cogió una flor de un hermoso arbusto, aun sin arrancarla, y la olió.

— Huele genial.

— Déjame ver.

Me incliné para olerla yo también, pero justo cuando comenzaba a llegarme el aroma Adonai empujó mi cabeza, de forma que casi me comí la flor y el arbusto entero. Al menos me había sujetado para que eso no pasara.

— ¡Idiota! —reí.

Al escuchar su risa mientras me abrazaba a modo de disculpa una parte de mí pedía que el tiempo se detuviese y pudiera quedarme allí atrapada en un bucle infinito junto a su sonrisa. El viento se convertiría en brisa, las mariposas nadarían lentamente por el aire, pero estaríamos él y yo.

— ¿Ocurre algo? —preguntó.

— No, nada.

— Chicos, Aiden ha vuelto —nos informó Agnes.

Dirigí mi mirada hacia el arco de madera blanca adornado con rosas y allí estaba. Cuando alzó el rostro pude ver que era verdaderamente él, sin deformidad ninguna, tan perfecto como cuando lo conocimos. Nos dedicó una media sonrisa y se acercó para recibir un abrazo colectivo de todos nosotros.

— ¿Te sientes bien? —preguntó Diana.

— Claro que sí, pequeñaja.

Tomó en brazos a la niña y esta lo envolvió en un tierno abrazo.

Aiden me miró, tan solo por un par de segundos, pero sirvieron para darle a entender que me aliviaba saber que todo había salido bien.

— ¿Ya eres un humano? —preguntó Rashid.

Aiden mostró su mano y puso cara de concentración, pero ninguna llama nació de sus dedos.

— Eso parece.

— Espera —intervino Agnes creando una llama en su dedo índice que acercó al brazo de su hermano.

— ¡Ay! —se quejó dando un respingo. —¡Me has quemado algunos pelos del brazo, mira!

— Parece que sí eres humano —rió ella.

Y así pasamos la mañana, entre bromas y risas, como si fuéramos una gran familia. Al menos por un día.

Dime Quién Eres [2a parte]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora