Lo de dormir la siesta fue una pequeña mentira, una idea fracasada. No desperté hasta que Cari entró por mi puerta al día siguiente a las seis de la mañana. Me moría de hambre y me sentía como si me hubiese arrollado un autobús el día anterior, o más bien, como si Rick me hubiera dado una paliza.
— ¡Michael! Tienes que despertar, nos vamos en una hora —me decía intentando sacarme de la cama—. Tienes que comer algo, el día de ayer solo desayunaste; y bañarte, además. ¡Michael!
Al ver que no despertaba, Cari encendió la luz. Mis ojos se cegaron.
—Pareces mi mamá—me quejé.
— ¡Párate ya! —me gritó—. Te estamos esperando allá abajo.
—Ya voy—dije finalmente.
Me levanté a regañadientes.
—Michael—me dijo intentando fingir tranquilidad, peor su enojo se notaba en la voz—. ¿Acaso no tienes pijama?
—No—le dije —. Yo duermo en ropa interior...
Mierda. No comprendí a lo que se refería hasta que lo dije en voz alta. Estaba en calzoncillos. Me apresuré a cubrirme con una almohada. Ella actuó de manera menos alterada, se limitó a poner los ojos en blanco y darse la vuelta.
— Date prisa—me regaño.
— Mejor me baño—le dije apresurado.
—Gran idea—me dijo.
Me metí a bañar. En cuanto el agua fría tocó mi cuerpo, desperté por completo y volví a ser yo mismo. Fue entonces que no solo me di cuenta lo atrasado que andaba, sino de lo que estaba a punto de suceder. Quizás salir no sería tan malo, después de todo me tocaba recolección de paracaídas al menos una vez la semana. Sería diferente, ahora no habría un montón de sujetos armados esperándonos. Como mucho algunos servuks. Me esforcé en adoptar una mirada más positiva hacia nuestra situación.
Por una vez, no me entretuve en el baño reflexionando sobre el origen del universo, manteniendo batallas mentales conmigo mismo, viviendo fantasías o planeando el resto del día, como suele suceder. En menos de diez minutos ya me encontraba completamente vestido y con la mochila al hombro, listo para salir al patio.
El auto blanco se hallaba aparcado detrás del portón de la entrada. Bob se andaba metido en bajo el capó del carro, arreglando unas cuantas cosas de las que decidí no preguntar. Paul hablaba con Jessica alegremente mientras ella se hallaba recargada en el maletero de brazos cruzados, se veía fastidiada; Cari e Ion se hallaban conversando aparte. Él me vio llegar y se dirigieron a encontrarme.
—Llegas tarde —me dijo mi amigo.
—Lo siento—me disculpé con una sonrisa tímida.
— Bien, ya están todos—dijo y llamó a Jessica y Paul con una seña—. Bob ha realizado el mantenimiento del auto, no les fallará. En el maletero ya he guardado su...equipaje.
—¿Qué nos diste?—pregunté.
— Dos escopetas, tres rifles, unas cuantas granadas y un botiquín—nos informó—. También unos Sándwiches, cortesía de Wallace.
— Bien, creo que será suficiente—dijo Jessica.
— Listo—anunció Bob y cerró el capó, vino hacia nosotros—. Suerte, chicos...por cierto Ion, Helena te estaba buscando...
— Tengan mucho cuidado, por favor— nos pidió Ion ignorando a Bob.
—Lo prometemos—dije—. Por cierto, ¿quién me remplazara en la 117? No quiero dejar solo a Alex...
—Rick.
Hice una mueca.
—Llega lo más rápido posible, y menos tiempo estará al mando—me dijo Ion—. Y asegúrense de volver vivos.
—No lo había pensado, Lion—soltó Jessica.
—Así será—dijo Cari decidida.
—Buena suerte—fue lo último que nos dijo Ion, al mismo tiempo que nos tendía las llaves del auto.
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Virus Letal II: La Cuarentena
Science FictionHambre, muerte y peleas entre sobrevivientes por recursos; fue lo que trajo como la cuarentena de la ciudad impuesta por el gobierno, para evitar la expansión de la virus al resto del mundo. Mientras una misteriosa y oscura fuerza comienza a apodera...