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Al siguiente día las cosas permanecieron normales, o de eso se había encargado Jeremías, quien a pesar de notar el constante malhumor y desconcierto de Emma, había hecho lo posible para que la incomodidad no se prolongara. Ahora mismo ambos estaban en la cocina, sentados sobre una de las sillas, un tanto alejados de la mesa. Jeremías reposaba su espalda con vagancia contra el respaldo del asiento, mientras que Emma se situaba sobre sus muslos, abrazando su cuello y atacando sus labios cada vez que la oportunidad se le presentaba. Pero entonces recordó que Ariana la estaba esperando en el parque desde hace horas, por lo que rápidamente su humor cambió, y de a poco comenzó a tomar distancia del chico, dejandolo confundido una vez más, como lo había hecho a lo largo del día.

- ¿Qué pasa? ¿Estás bien? -

- Ah, eh... Sí. Solo me mareé un poco. Tal vez deba salir y tomar aire. -

- Te acompaño, ¿te parece? Podemos ir a un parque. -

Emma se apresuró al momento de oír aquella propuesta, negando con un semblante serio y, aunque le hubiese costado, se acercó a besar por una última vez a su novio, antes de acariciar su pecho con suavidad y levantarse, con la mirada perdida. Se dirigió entonces a su habitación, rodeando la gran cama que se encontraba en el medio para acercarse al armario, en el otro extremo del cuarto. Abrió ambas puertas del mismo y comenzó a buscar la ropa adecuada. Tras un par de cortos minutos pudo obtener un conjunto simple, de todos modos solo se trataba de una salida casual, ¿verdad? Qué más podría pasar. No habían motivos para estar preocupada.

Cambió aquellos shorts gastados que traía puestos y a la camiseta holgada la dejó de lado, utilizando ahora unos jeans azules y un par de Converse rojas, junto con una remera blanca, no tan justa ni tan suelta. Mientras que de abrigo llevaba una campera lisa y oscura. Tomó su teléfono y se colocó un poco de su fragancia favorita, lista para partir.

Por otro lado, Ariana comenzaba a enojarse. ¿Acaso estaba permitiendo que un simple capricho controlara sus emociones? Habían pasado unas tres horas desde que había llegado al parque, los niños que antes jugueteaban por ahí, ya no estaban, y solo quedaba alguna que otra pareja a lo lejos. Sin embargo allí permanecía, dentro de su automóvil, con la mirada perdida y de vez en cuando contestaba a los mensajes de aquellas personas que buscaban conseguir una cita con ella. Pero ninguno de esos chicos y chicas podía remplazar a aquella que permanecía en su mente. Emma era inigualable, aunque esto último le resultaba difícil de entender, debido a que una simple chica de diecisiete años, no debía influír tanto en su vida cotidiana. Teniendo veinticuatro años y una vida social tan activa, aún prefería perder su tiempo estacionada en un parque solitario, a minutos de que el sol se escondiera, recibiendo a aquella que últimamente era su mejor compañía; la noche. Pero ninguno de aquellos motivos era suficiente para acabar con su deseo de conseguir a Emma. Tal vez, probablemente, lo único que buscaba era quitarle la chica a Jeremías, quien había sido su mejor amigo tiempo atrás. Y así como había podido arrebatar su dinero, amigos y objetos de valor, podía ocuparse de quitarle a su pareja. En ese momento se dio cuenta de lo tan grande que era su ambición por la venganza. Aquella que tanto le había gustado ejecutar durante años, sintiendo cada vez más lejos la idea de acabar con aquel sufrimiento constante para Jeremías. Pero entonces, cuando quiso encender el vehículo y darse por vencida, apareció la pequeña figura de Emma a lo lejos, buscando a alguien o algo con la vista. Y una sonrisa victoriosa cruzó el rostro de Ariana, quien bajó del automóvil segundos luego, llamando la atención de la menor.

- Te tardaste un poco, ¿no crees? -

- Ah, em, sí. Lo siento, estuve un poco ocupada con Jeremías. -

- No hablemos del rubio hoy, ¿te parece? -

- Si eso quieres... -

- Bien. Subamos al auto ahora. -

We Could Be EnoughWhere stories live. Discover now