—Sígueme, ya casi llegamos —dije mientras apretaba su mano y le dirigía para llegar a nuestro lugar.Algo dentro de estas noches me traía nostalgia, me hacían feliz, pero sabía que si estábamos aquí significaba que las cosas no iban bien. Era nuestro pequeño escape, nuestro nirvana en medio de bosque, durante los años veníamos aquí cada vez que la vida era muy difícil como para soportar. Volteé a verle y traía su mirada perdida viendo hacia los arbustos y las luciérnagas que alumbraban nuestro camino de vez en cuando.
Me había aprendido el camino de memoria, estábamos cerca, miles de cosas estaban en mi cabeza y solamente él podría darme las respuestas a ellas. Le di un pequeño vistazo nuevamente para apreciarlo un poco, sus ojeras estaban más prominentes que hace varias semanas atrás, sus labios más blanquecinos al igual que su piel, a pesar de todos los años Iván aún preservaba la chispa dentro de sus ojos. Era algo que admiraba de él. Cualquiera se habría dado por vencido, inclusive yo no me explicaba cómo había aguantado tanto.
—Hemos llegado, Iván —anuncié con una sonrisa en mis labios al ver como el chico se alegraba por estar allí.
Se adelantó de donde yo estaba y extendió sus brazos mientras que con una sonrisa daba vueltas en la luz de luna. En este lugar éramos nosotros, sin restricciones, sin miedo alguno de lo que las personas podían pensar, solo éramos él y yo. Tantas cosas habían sucedido desde la primera vez que nos encontramos en este sitio, muchas cosas habían cambiado, pero nuestro amor aún permanecía intacto. Volteo a verme y me hizo un ademán para que me uniera con él.
Le sonreí y corrí hasta donde él estaba para darle un abrazo, a pesar de todos nuestros problemas aún me encantaba sentirlo entre mis brazos, mi agarre nos tiro al suelo a ambos y comenzamos a reír por la tontería que acaba de hacer. Después de tantas peleas era bueno disfrutar de estar juntos un rato. Nos quedamos recostados en el pasto viendo hacia las estrellas. Me acerqué para tomar su mano pero estaba temblando, rezaba porque no fuera otro ataque, este no era el momento.
—¿Ivan? —pregunté mientras volteaba para verle un poco tenso—. ¿Estás bien?
Llevo sus manos a los costados de su cabeza con sus ojos cerrados y respiro profundamente.
—Sí —respondió suavemente mientras abría sus ojos nuevamente y esbozaba una dulce sonrisa—. No te preocupes, Vladimir.
Un poco reacio me recosté nuevamente y tome de su mano, está aún estaba temblando pero no me importó, la acerqué a mis labios y le di un suave beso. Con suavidad tomé su cabeza y la coloque sobre mi pecho, acariciaba su cabello mientras intentaba que se calmara. Era otro de esos ataques de ansiedad. Estaba seguro que la combinación de las medicinas haría efecto y lo calmaría un poco más, pero al parecer estaba equivocado.
—¿Han estado funcionando las medicinas, Iván? —pregunté a pesar de que la respuesta me dañase.
Un silencio hubo entre nosotros, apreté su mano porque con cada segundo que pasaba me dolía más.
—No tanto... —su mirada bajó hacia mi mano.
Un nudo se hizo en mi garganta, no podía estar fallando, la fórmula era la correcta, ¿por qué no estaba surgiendo efecto? Solté un poco su agarre mientras trataba de no soltar una lágrima. Claramente fallando en el intento.
—Mierda —solté con decepción—. No puedo entenderlo...
—Vladimir, estoy bien —afirmó sujetando mi mano—. No te preocupes por ello...
No entendía como él podía seguir bien con tantas cosas en la cabeza, su dulce forma de ser me daba más fuerzas para encontrar la cura para las visiones y las voces, aunque no hubiese una cura, necesitaba verlo feliz y quería que volviera a ser la persona de antes, quién ahora se ve atormentada por los pensamientos en su cabeza.
Cualquiera luego de todas las cosas que han pasado, las veces que me ha llamado en medio de la noche porque sus visiones no lo dejan dormir, los días donde no dejaba que me acercase porque sentía miedo de lo que podría hacer, verlo llorar pidiendo que parara sus visiones mientras lo único que podía hacer era consolarlo, luego de todas las peleas y malos ratos de nuestra relación, cualquiera en nuestra posición lo hubiese dejado.
Pero no quería abandonar a la persona que alguna vez me hizo feliz, no ahora que era cuando más me necesitaba, no después de que su religión lo haya abandonado, después que su Dios le había dado la espalda. Quería convertirme en su Dios y su salvador, su cura por muy tonto que suene. Lo quería, porque a pesar de todo, tenerlo a mi lado era la cura para mis pesadillas. Siempre decía que él sin mi sería nada, pero era todo lo contrario, porque me mantenía equilibrado a su lado.
No me importaba todos los sacrificios que tenía que hacer por estar a su lado, verlo sonreír nuevamente como lo hacía cuando era un chiquillo, lo quería ver brillando en el cielo como solía hacerlo, siempre fue la persona más hermosa que conocí y aún después de su enfermedad, lo sigue siendo.
No podía soportar el dolor que llevaba dentro por verlo de esa manera, mordía mi labio constantemente para no dejar escapar el nudo de mi garganta, hasta que su cuerpo se alzó y se posó sobre mis piernas, no podía verle a los ojos. Su cuerpo a contraluz de la luna, sus delicados labios y su tez blanquecina, sus finos dedos contorneando mis labios y las luciérnagas haciendo de las suyas iluminando la vista que tenía frente a mí.
Estábamos jodidos, porque aún deseaba los besos de su boca, lentamente comenzó a acercarse donde estaba y mi corazón latía cada vez más rápido. Jodidos por el hecho de que estábamos condenados a una enfermedad que nos dañaba a los dos y aunque quisiéramos, no podíamos separarnos. Nos consumíamos, como cerillos con el fuego, lento pero doloroso y estaba consciente de ello. Sabía que de un amor como este no había escapatoria, pero en el momento en que sus labios chocaron con los míos, como un tsunami llegando a la bahía, todo el miedo de mi cuerpo desaparecía.
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Camino a la Sanidad
RomanceEn ese bosque nos encontrábamos nosotros, con la luna como nuestra única acompañante testigo de nuestros lamentos. La paz que sentía en ese lugar no se podía medir ni describir con palabras, mientras en su pálido rostro se reflejaba la luz de la lun...