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Cinco de la mañana y aún sigo despierta, todo por culpa de esas estúpidas pesadillas que me recuerdan mi pasado, mi triste pasado, ni las pastillas consiguen hacerme dormir.
«Hazlo» Otra vez esa voz, ¡No! ¡Claro que no! ¡Lo jure!
Pensé.
«Ella no cumplió su promesa, es más, nunca se enterará. Ella misma se alejo de ti, y eso por tu culpa, la espantaste»
¡Eso no es cierto!
«Tú le metiste la idea del suicidio a ella, por mucho que la intentases proteger de esa idea, por mucho que le subieras la autoestima, por todo lo que hiciste para que en el instituto no le hiciesen la vida imposible, como antes... Hazlo, ella ya no está y todo por tu culpa» ¿Por qué tiene tanta razón? Todo fue mi culpa.
Si no me hubiera conocido mi mejor amiga no hubiera saltado desde ese séptimo piso.
Ahora me toca a mi dar el siguiente paso, tengo que volver a verla.
La necesito, en mi vida y en mi muerte.
Y pensar que todas ellas lo hicieron, que cada una me abandono, menos ella, que se quedo a mi lado, hasta que se suicido.
Sólo las volví a ver el día de su funeral.
Lo odio, odio todo, odio no haberla podido salvar.
Y por eso... Me juntaré con ella por la propia muerte.
Cogí la pistola y apunte a mi cabeza, mirando mi rostro en el espejo. Das asco. Y disparé.

Historias SuicidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora