Capítulo XXIII

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•••Elia•••

Mi cabeza parecía una batalla de contradicciones en aquel momento. Mis sentimientos por Aaron salían de nuevo al ataque mientras que el resentimiento de tanto tiempo en lejanía se defendía a duras penas.
Él me miraba, sabía qué era lo que quería y que estaba haciendo lo posible por resistirse.

-No tengo ni idea de qué has hecho conmigo.-Dijo Aaron interrumpiendo mis pensamientos.

-¿A qué te refieres?-Aquello me había pillado desprevenida.

-A que estoy enamorado de ti, Elia. Y no pensé que pudiera pasarme nunca. Antes me reía y me parecía estúpido el amor, el afecto... Lo único que me importaba era yo mismo y quedar por encima del resto, pero luego apareciste tú y todo cambió. Desde el primer momento supe que ibas a ser importante, no pensé que fuera a ser esto, pero te vi y al instante me di cuenta que eras diferente al resto.

-Aaron...-Una lágrima resbaló por mi mejilla. Era precioso todo lo que había dicho y me sentía cohibida. Él no era el tipo de persona que mostraba sus sentimientos y hacía muchísimo tiempo que necesitaba escuchar algo como aquello.

No dije nada más y acerqué mi rostro al suyo hasta que por fin nos besamos.
Fue un beso intenso, desesperado. Como si nos necesitáramos como al aire, y en realidad creo que así era.
Y nos quedamos allí, tumbados en las hojas con sus brazos rodeando mi cuerpo.
No recuerdo el tiempo exacto que pasó hasta que Aaron decidió que era el momento de comer algo.

-¿Cómo haces para mantener la calma en situaciones extremas?-Le pregunté una vez hubimos terminado.

-Sé lo que soy, Elia. No hay casi nada en el mundo que pueda acabar conmigo así que no tengo nada que temer. Pero si se trata de ti... Hago mis mayores esfuerzos, sé que si pierdo la calma tu vida puede correr peligro y eso es un riesgo que no puedo permitirme.

-¿Por qué soy tan importante?

No era capaz de entender qué era aquello "tan especial" que él había encontrado en mí.

-No lo sé.-Sonrió.-La verdad es que no tengo la menor idea, de lo único que estoy seguro es de lo que siento por ti.

Cada vez que Aaron hablaba conseguía sonrojarme, y tras haberse dado cuenta de lo que causaba en mí, creo que comenzó a hacerlo aposta.

A medida que pasaban los días, algo nuevo crecía entre nosotros. Una atracción que cada vez me costaba más mantener.

Él era consciente de que sus besos subían mi temperatura, y disfrutaba con ello.

-No te burles de mí.-Le golpeé sin hacerle daño.

-Nunca haría eso.-Rió mientras me atraía hacia su cuerpo.
Aquel día hacía más frío de lo normal. Tuve que ponerme una chaqueta para resguardarme un poco aunque Aaron no parecía inmutarse como si las bajas temperaturas no le afectasen tanto como a mí.
El cielo estaba iluminado por los pocos rayos de sol que relucían mientras que éste se hundía en el horizonte dando entrada a la noche.
Habíamos puesto un par de mantas de más ya que él quería asegurarse de que yo no enfermara bajo ningún concepto.

Ya habíamos cenado y ahora nos encontrábamos tumbados dentro de la tienda de campaña con apenas un pequeño farolillo suficiente como para permitirnos ver en el interior y no llamar la atención desde fuera.

-¿Cuánto tiempo crees que estaremos aquí?

-Poco más. En cuanto mi hermana me avise de que las cosas se han calmado iremos a mi mansión. Los hermanos Woodgate ya no van a quejarse, saben que es el lugar más seguro para ti.

Asentí.-Pero debe de haber otra solución; debe haber alguna manera que consiga que yo no sirva para el sacrificio.

-La única manera sería matarte o que dejaras de ser inmortal.

-¿Dejar de ser inmortal? ¿Eso es posible?

-Sí, o al menos eso dicen las antiguas tribus en sus escritos.

¿Daría mi inmortalidad a cambio de una vida corta pero tranquila?
No estaba muy de acuerdo con aquella idea, pero no podía descartar absolutamente nada.
Me abracé a Aaron buscando su calidez.-¿Y qué pasa con tu hermano? ¿Él no quiere ese poder?

-Mi hermano sabe de sobra que lo mejor es no enfadarme.
Él parecía muy seguro pero lo cierto es que yo no tenía las ideas tan claras.

Aaron miraba hacia el techo metido en su mundo, tan complejo y alejado del resto. Aquello me permitió la oportunidad de observar su perfil. Sus rasgos tan definidos y perfectos le daban una elegancia de la que pocos podrían presumir.
De repente su rostro se giró hacia el mío y mis mejillas se sonrojaron al ver su sonrisa pícara. Estaba claro que se había dado cuenta de mi atenta observación.

Acercó su boca a la mía y me besó con suavidad. Aunque él se separó ahora fui yo quien lo atrajo a mí.

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