Annoying Light

Capítulo 2

Narra Tix

- "¿Porque no pasas después del Instituto a ver a Dakota? Seguro que le hace mucha ilusión" - me repetía a mi misma para mis adentros en tono de burla, imitando la irritante y energética voz de Litch.

Sigo sin entender porque acepté a esa estúpida petición, sigo sin entender como me he podido levantar esta mañana, ducharme y vestirme, sigo sin entender porque no me he dado la vuelta a los cinco pasos después de haber salido de casa... Supongo que muy en el fondo, muy adentro; echo de menos a Dakota. Después de todo él ha sido mi único amigo, al menos después de todo lo que pasó. 

Hacía ya 8 años que sucedió el hecho que cambió mi vida por completo, para mal. Desgraciadamente, dado a esto a los 8 años tuve que conocer a quien iba a ser mi primer psicólogo durante los próximos 4 años, hasta que a mi hermano le pareció correcto cambiarme de consulta, y por algún motivo que aún no termino de entender Duncan le pareció el más adecuado.   

Hacía 6 años que estaba cualificada, según Duncan y mi psiquiatra, para volver a pisar el Instituto o cualquier espacio abierto en general. En ese momento de mi vida, a los 12 años, fue cuando volví al Instituto y a intentar volver a tener una vida normal como cualquier otro niño de mi edad. Pero yo había madurado de golpe dado al hecho anteriormente nombrado, por lo tanto, mi mente no era para nada la de un niño normal a esa edad, y aunque Duncan y los demás que estaban metidos en mi caso creyeran que no podía ser para tanto, que podía hacer amigos si me lo propusiese, al entrar a mitad de año en la que iba a ser mi clase, sabía que me había metido de cabeza en otro infierno. Cuando el profesor me presentó de nuevo y me dio la bienvenida delante de lo que iba a ser mi "nueva" clase, a lo único que podía prestar atención era a que todos sabían quien era yo, todos conocían, en mayor o menor medida, lo que pasó conmigo. Lo vi en sus caras en cuanto entré por la puerta. Algunas eran caras de sorpresa, básicamente por el cambio de aspecto, muchas y la mayoría de ellas eran caras de asco y de mofa ante mi. Intenté no hacer caso a los rumores que empezaron a brotar sobre lo que pasó, que lo único que hacían era retorcer, más si cabía, la historia real. Nadie quería siquiera pasar por mi lado en los pasillos, y si lo hacían era para burlarse de mi, o acentuar lo que había de "raro" en mi, tanto mental, como se hacían presentes en mis trabajos presentados en clase en las diferentes asignaturas, como físicamente. 

Aunque eso ya me lo esperaba. No iba con la esperanza de que mis antiguos amigos se reencontraran conmigo después de 4 años, aceptaran todo lo que pasó referente a mi y aceptar un cambio de físico tan brusco. Básicamente porque nunca fueron amigos de verdad y eramos críos. En su momento no me di cuenta, pero todo empezó a aclararse cuando sucedió todo y nadie fue capaz de escuchar mi lado de la historia, simplemente se alejaron asqueados, a iniciar todos esos rumores, seguramente, y muchos más de los que no he escuchado por mi ausencia en el Instituto.

La historia jamás se hizo presente en los periódicos porque la familia de la otra parte pagó una gran suma de dinero para que así fuese, para no arruinar más la imagen del individuo. Lo que dio más pie a que los rumores se esparciesen como la pólvora, incluso en los adultos. Al ser tan pequeña nunca supe el motivo de la ausencia de la noticia en los periódicos y como lo pudieron evitar, pero ahora se que esa familia tiene comprada a la ciudad entera y que yo, dado a la ausencia de mis padres y mi hermano mayor, que en ese momento era mi tutor legal y no pudo venir nunca a defender mi caso, no pudo ser muy difícil para ellos que la noticia no se hiciese conocida.

Fue un año después, a los 13 años, cuando conocí a Dakota. Otro marginado más a causa de los rumores de la gente del Instituto y la poca capacidad mental y madurez para aceptar a los demás. 

No fue precisamente una manera común en la que dos personas se conocen y se hacen mejores amigos, pero fue una manera de demostrar, desde el primer momento, que ninguno de los dos iba a luchar solo nunca más.