Capítulo 1

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El sonido de las gotas estrellándose contra el lavabo viejo y sarroso del baño de mujeres retumba en mi cabeza como dos bombos siendo azotados contra mis oídos. Todo da vueltas y los grafitis que decoran las paredes se tornan borrosos creando manchas multicolor que amenazan con hacerme vomitar.

El sudor en exceso ha pegado mi blusa como una segunda piel, mis respiraciones son cada vez más aceleradas y temo ahogarme con el aire que entra de golpe a mi sistema. El temblor de mi cuerpo es tan fuerte que necesito apoyarme en la puerta del diminuto cubículo en busca de estabilidad.

Es el peor episodio que he tenido en meses, siento que voy a desmayarme, el calor es tan intenso. El espacio se estrecha de forma alarmante y mi pecho está a punto de expulsar mi corazón si late con mayor rapidez.

Lucho contra los deseos de llorar, esta no soy yo.

"Esta no es la realidad"

"Esta no es la realidad"

Trato de repetirlo en mi mente. Debo detenerlo, esto no cambiara nada. Cuando salga las cosas seguirán igual a como las deje. Tray seguirá muerto y no habrá nada que hacer.

"Llorar no resolverá nada"

Trato de inhalar y exhalar de forma pausada. La presión en mi pecho parece disminuir y el zumbido que me ha aturdido desde que llegué se ha disipado de a poco. Todo a mi alrededor parece volver a su enfoque natural y un suspiro brota de mis labios. Empujo la puerta que chirrea de forma escandalosa por el óxido que la cubre.

Abro la llave e intento refrescar mi rostro y cuello, la imagen en el espejo es deplorable y me obligo a bajar la vista, no es necesario recordar lo mal que luzco.

Sé de sobra lo pálida que estoy, la cantidad de peso que he perdido y como las ojeras son protagonistas de todo el conjunto. Pero, así como yo lo hago, todos intentan ignorar lo obvio. Todos hacen como si nada pasara.

"Porque nada pasa Jazmine"

El sonido del timbre, que parece más una alarma carcelaria lo inunda todo, pero no puedo moverme, no estoy lista para salir.

Es solo un cambio de clase y sé que en unos minutos todos estarán en algún aula de nuevo así que opto por quedarme.

Un par de chicas entran rápidamente y salen de la misma forma.

No sé cuánto pasa antes de darme cuenta que he estado viendo un punto fijo por demasiado tiempo. Es hora de irme, el almuerzo está a punto de empezar y mis cosas siguen en la clase de la señorita Stigliano.

Salgo rápidamente, tratando de ignorar lo imposible. Pero siento muy bien el peso de su mirada sobre mí, sé muy bien lo que piensa que pasó ahí dentro, aun así, no me detengo a dar explicaciones. Él no es nadie para juzgarme.

Me encamino a Matemáticas con paso firme, atravieso la puerta sin mirar a ningún lado y estoy segura que todos tratan de disimular lo que pasó hace una hora.

— Señorita Fernández, — llama la profesora Stigliano con cautela, regalándome una cálida sonrisa. — sus cosas están en mi silla. — señala con un leve movimiento de cabeza y como si fuese una especie de señal, la campana vuelve a sonar y todos recogen sus cosas para poder disfrutar de su hora libre.

Yo me limito a asentir en forma de agradecimiento y trato de recoger mi bolso lo más rápido que puedo.

— Espero que te sientas mejor Jazmine. — la escucho decir antes de cruzar el umbral de la puerta.



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