Lorain descubrió la entrada al poco tiempo de mudarse. Por supuesto no sabía que era aún, ni cómo funcionaba. Se habían tenido que ir de improviso, dejar su antigua casa, las calles que conocían e incluso, (por más aburrido que suene) la escuela, a la que se veía reacia a extrañar (aunque lo hacía).
Meridie era todo lo contrario a lo que se imaginaba. No era una ciudad, como su padre le había contado, era un pueblo, si es que se le podía llamar así. Consistía en 10 o 12 calles, todas de tierra, campo, campo, campo y algunas construcciones, como el molino, la escuela y entre otras su casa, además de estar plagado de estatuas como hombres, mujeres y animales; todas sin nombres ni placas, intimidantes ojos que parecían seguirla de un lado a otro, y con una expresión tan liviana, que podrían haberse levantado y trotado 29 kilómetros sin siquiera sudar. Pero no, solo eran estatuas.
-Una aburrida aldea- confirmo su vecina, la señorita Halaniss, una pueblerina mayor, modelo retirada hace años- cuando era pequeña, solía divertirme al otro lado del molino, con mis muñecas.
Lorain sabia de la existencia del molino pero no le había despertado curiosidad hasta ese momento. Sus padres le habían explicado que ya no funcionaba, o más bien, que nunca lo hizo. Por otro lado alguien habría pensado que ir a jugar a un molino era una cosa un poco aburrida, y más si se estaba solo. Así que Lorain decidió ir con su muñeca, tal cual le había comentado la señorita Halaniss.
Encontrar una muñeca fue una tarea difícil, estaban escondidas en una caja que Lorain había tirado bajo su cama luego de una discusión con sus padres en la cual ella se consideraba "madura" y para probarlo dejaría de jugar con ellas, al fin y al cabo, las muñecas no hablan, siquiera se paraban por si solas, así que, qué sentido tenia jugar con un pedazo de trapo? Era igual a jugar con una estatua.
Hubo una extensa caminata por parte de Lorain, ya que de por si la muñeca no caminaba. Fue una hora, aunque pareció una década, el sol radiante del mediodía le daba en la cabeza y la hacía transpirar. Ella no podría haber estado más aburrida, no se veían árboles en el camino, todo era un campo, un gran y horrible campo en el que en esta época del año solo se le notaban sus hojas naranjas sobre el pasto, lo que era raro ya que de por si no habían plantas con hojas por ahí. Lo más perturbador del viaje eran las estatuas. Todo el camino venía acompañado de estas estatuas, algunas de mujeres, otras de hombres, otras de animales y otras que mezclaban estos tres. Parecían ser más y más grandes mientras el camino avanzaba.
Lorain descifró que había llegado al lago Hilados con lo cual decidió que la caminata había finalizado. Primero dudo, ya que creyó ver un espejismo, pero luego de un rato al fin reconoció el lugar tal cual lo había descrito la amable vecina.
Las aguas del lago eran negras y aunque era de día se reflejaba un cielo estrellado, aunque Lorain estaba más concentrada en ir hacia el molino que tenia de frente.
En ese momento nada parecía más aburrido. El molino estaba a unos pasos del lago y al costado tenía un granero que daba su sombra contra el césped.
Lorain pensó que sería buena idea sentarse ahí ya que no había tanto sol y su pálida piel estaba tornándose roja cual tomate. Su muñeca también reposo a su lado.
Luego de un rato la niña creyó que sería buena idea entrar al granero ya que comenzaba a refrescar. La puerta era de madera, quemada por el sol, Tenía rastros de que alguna vez había sido roja. Lorain sostuvo una de sus manijas que eran de bronce y empujo con fuerza la pesada puerta que cedió ante ella y comenzó a abrirse. De la nada comenzó a llover.
Dentro del granero no había nada. Absolutamente nada. Era como si alguien hubiera colocado una construcción sobre el césped, Grande pero vacía. La niña visualizo a lo lejos en la obscuridad una puerta, de la cual salía luz. Creyó que era el baño, aunque porque habría baño en una construcción vacía? Así que se decidió ir hasta allí.
Una vez en la puerta noto que la luz que salía era más potente cada vez, así que decidió abrir la puerta.
Al principio no lo noto. Creyó estar en el mismo lugar por donde había entrado. Aunque ya no llovía y era de noche. Decidió salir a caminar.
El césped estaba seco como si nunca hubiese llovido. Esta vez hecho un vistazo al lago. Reflejaba un cielo nublado y sus aguas negras parecían blancas, aunque tenían turbulencias, como si le cayesen gotas de agua. Su muñeca comenzó a balancearse de su mano, como si fuera un pequeño animal tratando de zafarse del agarre de su dueño. Cuando esta cayó al piso se incorporó de pronto en dos pies.
"Al fin me dejas hablar" exclamo contenta "déjame presentarte a todos" prosiguió.
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Pyga
FantasyJane, Josep y su hija Lorain, son ciudadanos de Londres que se deben mudar dado a que esta está en dictadura. Deciden mudarse a Pyga, una pequeña ciudad en estados unidos. Lo que no saben es que su nueva ciudad está envuelta en una guerra mística qu...