IV. EL SOÑADOR

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Charlie ya tenía 18 años; terminó el colegio y se puso a cargo de la cafetería. El café era popular pero los pobladores preferían seguir cultivando sus propias hierbas; era igual a el vicio por el té que tenía su madre. Así que Charlie aún era el único que lo cultivaba en Tea Town y con mucho éxito.

Ya habían pasado varios años desde que fue a Past City a ver aquella obra; pero Charlie sentía un gran vacío en el, algo que quizás nadie sabía como llenar.
Cada vez que veía una mariposa, se imaginaba una hermosa bailarina de ojos negros; y cada vez que veía una laguna se imaginaba la vida de un hombre solitario.
Charlie viajó a muchos otros lugares; pero la belleza de la gran ciudad lo llamaba y se sentía desesperado...

Aunque no estaba angustiado
No existía nadie a su lado
y aquel río en calma
Ya no tocaba su alma

La luz y la oscuridad,
Se aprovechaban de su amabilidad
y aunque no lo veía con claridad;
tenía que ir a aquella ciudad.

Pero las ideas le empezaban a volar y sin mas nada en que pensar, lo único que podía hacer es soñar. Y soñaba... sobre como unas alas majestuosas lo envolvían para llevarlo a su destino y como mil mariposas lo recibían atentamente hasta luego cerrar el telón.

Era todo un arte y el lo sabía. ¿cuántos saltos debería hacer para representar un vuelo? ¿tres?  ¿dos? ¿o quizás solamente uno? ¿o quizás debía realizar otra cosa?

Charlie solamente podía practicar, solamente podía soñar; hasta que un día todo cambió.

Y fue ahí cuando el sueño se acercó a la realidad.

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