28. Buenos recuerdos

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Susan abrió la puerta de mi casa, risueña como siempre.

-Hola, Anna -saludó con una amplia sonrisa en su rostro.

-Hola, Susan, ¿qué tal todo? -le di un beso en la mejilla y esperé a que me relatara su experiencia con el -según ella- inepto plomero.

Pasé al living de casa y me encontré con mi padre, sentado en su gran sillón de cuero, leyendo el periódico.

-Hola, pá -saludé y él bajó las noticias para dirigirme una sonrisa.

-Hola, Anni... ¿qué tal estás?

-Bien...

Mi padre arqueó las cejas incrédulo.

-¿Sucede algo?

-No... bueno, sí -tomé aire-. Esta tarde vendrá James a estudiar matemáticas.

Habíamos quedado en que él me acompañaría a casa desde el instituto, pero yo no tuve las últimas clases, así que con mi escolta acostumbrada de dos agentes encubiertos caminé "sola" a casa.

Papá tragó saliva y asintió levemente.

-No le digas a mamá. Ella tiene reunión esta tarde, y es muy posible que ni siquiera coincida con él en la casa. No quiero que piense nada... -dije algo cabizbaja.

-Si no quieres no le diré. Eres tú la que está manejando todo esto, confío en tí.

-Gracias -respondí con un nudo en la garganta. No podía ser que él confiara en mí para algo así cuando ni siquiera yo lo hacía.

-Aunque sabes que siempre puedes confiar en mí y pedir mi ayuda, ¿verdad?

Le dirigí la sonrisa más amplia de la que fui capaz y me coloqué abruptamente en su regazo para abrazarlo con fuerza.

-Lo sé, ¡gracias! -y le di un beso en la mejilla.

-¿Por qué tanto amor? -preguntó mamá, que llegaba de la cocina con mi bandeja del almuerzo.

-¿Sabes que te casaste con el mejor hombre del universo, mamá? -pregunté a modo de respuesta.

-Bueno, ya es suficiente -dijo mi padre riendo-. Basta de tanta dulzura -y me levantó de su regazo para poder ponerse de pie y saludar como es debido a su mujer.

Saqué mi lengua e hice mueca de asco.

-Pensé que ya era suficiente de tanta dulzura -me burlé.

Mi madre se rió y mi padre volvió a tomar asiento.

Comencé a almorzar con ellos haciéndome compañía. Comenzaron a hablar con ilusión de que Matt vendría esa tarde. Eran tan felices.Cada uno con sus personalidad completamente opuesta a la del otro, pero aún así se las arreglaban para ser una pareja perfecta. Deseé poder llegar a ser como ellos algún día. Pero ahora no ganaba nada soñando. Ahora tenía que mantener la cabeza fría y estar en lo que tenía que hacer.

A eso de las tres de la tarde mi padre volvió a su oficina y mamá corrió a arreglarse para su junta con los socios de su empresa de decoración. Yo, por mi parte, fui a estudiar un poco de matemáticas para no estar tan atrasada cuando James llegara a casa una hora después.

Mis progresos en la materia eran indudables. Ya era capaz de realizar la mayoría de los ejercicios por mi cuenta, y me gustaba tanto sentirme capaz que por primera vez en mi vida, era capaz de sumergirme en el mundo de las matemáticas y aislarme del resto. Tanto que cuando sonó el timbre la primera vez apenas le presté atención.

Mi celular vibró en el escritorio y reconocí un mensaje de James: estaba esperando en la puerta.

Miré a mi alrededor un poco preocupada. Mi cuarto estaba completamente arreglado, no había nada fuera de lugar, por lo tanto, nada que temer. Nada vergonzoso que pudiera salir mal.

Por un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora