Tormenta impropia.

TORMENTA IMPROPIA.

TORMENTA IMPROPIA.

Jannet Fundido Miltom se quitó las gafas, dejó sobre la mesa el viejo libro de poemas de Emily Dickinson, se repitió para sí misma la última estrofa que había leído: Esas algodonosas convicciones /un horror tan refinado /de la naturaleza humana maculada /de la deidad avergonzada. Tomó la carta que llegó por la mañana, la que llevaba días esperando y la que no se había atrevido aún a abrir, esa con el mismo remite que aquella que recibió trece años antes su hermano Alexis, semejante a la que varios de sus amigos más cercanos le habían enseñado y que, por su incuestionable importancia, quisieron compartir con Jannet. Intuía que otros muy probablemente la tendrían, pero no habían dicho nada, este no era un asunto para hablar con cualquiera, demasiado personal, un tema muy delicado, había quien se lo tomaba muy mal, se deprimía... incluso quien se enfurecía. A otros les daba por llorar. Jannet había solicitado la Valoración que ahora llegaba pero el momento no era el mejor, en estas últimas semanas su nivel de ansiedad era alto, su indicador de cólera a punto de provocar la intervención de la Inspección.

Volvió a ponerse las gafas de leer (podría haberse operado la vista, ¡ahora era tan sencillo! pero las gafas y los gesto de ponérselas y quitárselas le recordaban a su madre y no quiso desprenderse de ellas). El envío era del Instituto Nacional para la Mejor Disposición. Ya había recibido otras notificaciones de este organismo, casi todas ellas intrascendentes: consejos sobre dónde viajar dentro de la campaña de Ventajas para Todos, avisos para ir a recoger los preparados proteicos individualizados de fin de ciclo... Pero esta era distinta, venía en un recio sobre azul brillante, y como todas las anteriores tenía una colorista imagen impresa en la parte frontal. La habían entregado en mano, llevaba un sello de seguridad que sólo se desactivaba con el aliento.

Jannet tenía 57 años. Sin pareja ni hijos, sin padres. Se acababa de separar de su último compañero con el que pasó sin trastornos graves, más bien todo lo contrario, los seis años que estipulaba el acuerdo de convivencia marital que suscribieron.

Alta, impresionable, expresiva. De manos cómplices con la gente cercana. De sonrisa frecuente. En el pelo solía ponerse una de esas coronas filamentosas que cambian el color, la forma de tu peinado según un patrón que has configurado o de acuerdo a las condiciones –de luz pero también de etiqueta- del lugar en el que estás (prohibidas durante un tiempo pues interferían con los antiguos sensores de identidad). Dejó de llevarlas tras el incidente aquel en el que le sobresaltó un chisporroteo demasiado próximo, olió a pelo quemado y contempló las caras de sus amigas Colette y Amelia en la recepción del embajador Paolo Helgason partiéndose de risa. Maniática del calzado (no podía dejar desparejados los zapatos, nunca en la orientación inversa a la natural, el derecho y el izquierdo donde corresponden) y recelosa de las puntas de cuchillos cuyos extremos no debían apuntar jamás, ni remotamente, uno contra otro.

Antes de leer los cinco folios buscó y consultó en la pantalla de su Xilvo desplegable la nota que le había pasado su hermano Alexis con lo que a él en su tiempo le recomendó su abogado.

"Ya sabes, lo tienen todo en cuenta: tu edad, el exhaustivo examen genético, tu historial familiar; el índice de probabilidad de accidentes según tu ocupación laboral, la ciudad donde vives, tu actividad cotidiana, la frecuencia de viajes, el vehículo que conduces... Cuenta todo, incluso la situación política tanto de nuestro país como la general, la previsión de la evolución económica. Con tres décadas por delante es muy difícil de prever nada, obvio, pero aceptan su parte de riesgo como tú aceptas la tuya, sólo así puede funcionar un negocio como este.

La asighnación te la darían en cuanto firmarais los papeles. Hay una cláusula que habla de que en caso de enfermedad grave, si llegaras a una situación de posible reanimación no puedes aceptar la prolongación de tu vida por medios extraordinarios.