15 Deja que yo te proteja a ti, princesa

531 66 53
                                    

Que mierda. No he escuchado a Derek entrar en la cocina, así que no sé cuánto tiempo lleva escuchando la conversación con Dakota. Cuelgo el móvil, dejando a Dakota sin un "adiós" ni nada que se le parezca. Respiro hondo y me levanto de la silla.

-¿Qué hablabas de mí?- pregunta con cierto retintín antes de que pueda darme la vuelta para mirarlo.

Resoplo. Recojo el plato con las sobras del pastel de manzana y lo acerco al fregadero.

- Norah - insiste.

- Te vienes conmigo a un evento - anuncio restándole importancia. No estaba segura de cómo decírselo, pero así tal y como lo he dicho... Tampoco está tan mal.

El jodido de Derek suelta una sonora carcajada que provoca que lo mire con cara de mala leche. El condenado sigue riéndose mientras se aprieta el vientre con una mano y con la otra me señala. Espero pacientemente hasta que termine. O, al menos, eso es lo que cree él. Porque en realidad me estoy mordiendo la lengua para contener la rabia creciente en mis entrañas y tirarle lo primero que pille a la cabeza. Menudo día llevo. Primero el viejo de la reunión y ahora Derek.

- Una mierda lady pequitas. Me has dejado aquí plantado toda la tarde. !Solo! - falsa indignación - Solo y sin darme ninguna explicación.

Sin pensarlo, sin darme cuenta, y sin siquiera poder evitarlo, me descubro respondiéndole con un reproche que destapa parte del motivo de mi enfado.

-Estabas zorreando con otra, Derek. En mi puta casa, y en mi puta cara - parte de mí, la parte más sensata, me insta a que me corroja. Que diga o haga algo que disimule los celos que he dejado ver en la tono de mi voz. Pero...

¡Qué coño!

Está en mi casa y bajo mi techo. Le estoy ayudando a seguir con vida lejos de los hombres de Manuel. Se acuesta conmigo, y al día siguiente, ¡¿le veo con otra?!

No. No pienso corregirme. Me siento liberada al dejarle ver que lo que ha hecho está mal. Que sienta mal, y que no se lo voy a perdonar tan fácilmente.

Su cara se descuadra un segundito de nada. Creo que ha percibido los celos y la rabia en mi voz. Eso, o mi cara dice más de lo que pretendo demostrar. No lo sé. Lo único que puedo asegurar ahora mismo, es que el muy capullo a recompuesto su gesto y ahora me lanza una mirada seductora con una media sonrisa triunfal. Me doy cuenta de mi error. He conseguido el efecto contrario y ahora cree tener la sartén por el mango

Ahora su ego está más inflado que nunca. Vaya mierda.

Derek avanza hacia a mi a pasos grandes, pero lentos. Sus ojos me miran de pies a cabeza, lujuriosos y divertidos. Percibo sus ganas de hacer de este momento algo más que una discusión y, por más que me intente resistir, sé que mis hormonas me van a fallar en cuanto él me provoque un poquito. Sí, sí, lo sé. Mi entrepierna se humedece a medida que Derek se acerca y su aroma se cuela por mis fosas nasales.

Se detiene a escasos centímetros de mi. Es una distancia corta, muy corta. Tanto así que incluso siento el calor de su cuerpo, y su cálido aliento acariciando mi cara.

Madre mía... Mi fiera interna se vuelve loca y se retuerce sobre sí, en respuesta a mi auto control.

- Lady pequitas...- ronronea en un susurro sensual. Sus ojos se clavan en los míos, duros, implacables, y yo me contengo por no lanzarme a su cuello y follarmelo ahí mismo - No quiero verte enfadada - su voz oculta un ápice de dulzura.

-Derek - intento advertir. Y digo intento, sí, porque lo que me sale de la boca es un puñetero hilito de voz que casi invita a que haga conmigo lo que quiera.

Norah Fox Donde viven las historias. Descúbrelo ahora