Chófer (Parte 4)

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¡Por fin voy a poder verla! Pienso mientras voy esquivando a gente por mi instituto para llegar a la puerta de salida. Desde que el viernes que no la veo, y por culpa de mi padre que me ha traído a clase esta mañana, no he podido ver a Ly.

Saliendo finalmente del edificio, me acerco al coche negro que siempre espera en el mismo lugar. Abriendo la puerta trasera derecha, me meto dentro y lanzo la mochila al otro lado, dejándome caer sobre el asiento. Nada más cerrar la puerta, mis ojos se dirigen al centro de mis miradas y pensamientos de cada día.

— ¿A casa? —pregunta Ly observándome con timidez por el retrovisor, asintiéndole en respuesta.

— ¿Qué tal se lo pasó tu hermano el sábado? —digo echándome inconscientemente hacia adelante para apoyar mi barbilla en el asiento del copiloto.

— Muy bien, se divirtió mucho. —contesta mientras mis ojos se dirigen a su escote, el cual tiene una altura normal comparado con el viernes pasado. Recuerdo que me costó controlarme, pero quiero cumplir la promesa que me he hecho a mí mismo...

— Me alegro. —respondo sentándome bien para evitar mirarla todo el rato, centrándome en observar la calle por la ventanilla tintada.

— ¿Qué tal el día? —pregunta Ly unos segundos después, viendo que no digo nada más.

— Aburrido. —contesto con una sonrisa. Una de las pocas que me alegra el día, es oír sus repetitivas preguntas—. ¿Y el tuyo?

— Muy tranquilo. —responde la rubia, mirándome por el retrovisor.

— Ya se acerca Navidad. —comento viendo a varios técnicos colocar las luces navideñas en las calles más transitadas de la ciudad.

— Estarás deseoso de que lleguen las vacaciones. —contesta Ly sabiendo que me quedan dos semanas de clases antes del parón navideño.

— En realidad no. —respondo atrayendo su atención—. A fin de cuentas, ¿con qué excusa podré pasar más tiempo contigo?

Ly simplemente niega con la cabeza mientras se le escapa una ligera sonrisa, cosa que me llama la atención. Es una reacción diferente a las que suele usar en mis frecuentes y poco sutiles declaraciones. Iba a volver ya a casa, pero quiero estar un rato más con ella...

— ¿Has comido ya? —pregunto notando sus preciosos ojos verdes mirándome.

— No. —responde Ly sabiendo por dónde van los tiros—. Ya la tengo en casa preparada.

— Pues ya tienes cena. —contesto provocando un suspiro en ella—. ¿Te apetece comida china? Vamos al restaurante que hay de camino a casa.

— Entendido. —dice sin ganas de discutir desviándose ligeramente de la ruta que seguía.

Unos minutos después, Ly aparca el coche bajándose de él poco después que yo, comenzando a caminar a su lado hasta el restaurante, que quizás por ser lunes o por que no triunfa la comida china en ésta ciudad, se encuentra extrañamente vacío.

— ¿Para dos? —pregunta un asiático saliendo de la cocina al oír las campanillas de la puerta al abrirse.- Por aquí, ¿quieren ventana?

— Sí, gracias. —respondo siguiendo junto al Ly al hombre, oyendo de fondo melodías a priori chinas.

— Cuando sepan que pedir, avísenme. —dice el mesero retirándose después de señalar las dos cartas que hay en un pequeño soporte en el centro de impoluto mantel blanco.

Veinte minutos después, Ly y yo nos encontramos comiendo tranquilamente, mientras nuestra conversación se define en las respuestas que me da a las preguntas que le hago. Hoy está algo menos participativa que de costumbre... Normalmente siempre me cuenta las travesuras que le hace su hermano a la niñera o cosas que hacen juntos, pero hoy apenas me contesta con pocas palabras.

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