Capítulo uno.

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Narra ______.




La clase de matemáticas, igual de aburrida que siempre, terminó con un gran timbrazo de la campana. Todos en el salón tomaron sus cosas y salieron inmediatamente del salón. Yo esperé a que todos salieran para poder ir tranquila a mi casillero y encontrarme con Halley, mi mejor amiga. 

Caminaba por los pasillos llenos de chicas superficiales y chicos populares cuando de repente sentí un golpe enorme en mis costillas.

– ¿Qué hay Masen? – dijo Matt, el idiota más idiota de la escuela.

– Imbécil – musité enojada mientras me llevaba mi mano a la costilla, probablemente rota.

– Vamos Matt, déjala en paz. No merece tu atención.

Y supe quién era sin siquiera mirarlo. Me imaginé sus ojos marrones; profundos y perfectos. Sus labios secos, pero besables. Su cabello desaliñado y desacomodado, pero con brillo y sedosidad. ¡Dios mío! No podía ser más perfecto.

– Otra vez te congelaste – dijo la voz de mi amiga mientras veía como Matt y Harry me daban la espalda y seguían caminando. – ¿Sigues aquí? – su mano empezó a agitarse frente a mi rostro con las intenciones de regresar mis ideas con ella.

– Lo lamento – pestañeé e intenté centrar mi atención en mi mejor amiga.

– ¡Diablos ______! – refunfuño. – Deberías darte cuenta que ese idiota solo te quiso por sexo. 

Sentí un golpe enorme en mi estómago cuando dijo eso. Tomé una bocanada de aire e intenté que las lágrimas no salieran de mis ojos. 

– ¿Qué pasó con Joe? – le pregunté intentando cambiar de tema. 

– Agh – gruñó. – Ni me lo menciones. Ese estúpido se ha acostado con Dafne – bufó.

– ¿Qué? – exclamé sorprendida. 

– Sí. Los pillaron en el baño de maestros.

– ¿Quién? – le pregunté más interesada de lo normal.

– La puta Gin – gruñó. 

– Puta Gin – la imité. – Pero bueno, algo bueno puedes sacar de esto.

– ¿Qué?

– ¡Tienes derecho a ir al centro y tomarte unas cervezas con tu mejor amiga! – levanté los brazos en señal de victoria.

La tomé de la mano y corrimos hasta la salida del colegio. Aminoré el paso para que Halley no se sofocara como siempre lo hacía.

– Espera – pidió. – ¿Al centro? – preguntó mientras hacía un gesto de disgusto.

– Vamos, antes te gustaba ir al centro – la animé.

– No es que no quiera ir ______, lo que pasa es que no sé si mi padre me deje quedarme hasta tarde por allá.

– Uhm… dile que he pasado matemáticas y he invitado a muchos chicos y chicas a una pijamada esta noche en mi casa – le dije mientras le ofrecía mi celular. – Anda – lo tomó y le marcó a su padre.

Después de haber convencido al padre de Halley, tomamos un taxi que nos llevara al centro. Una vez ahí, nos metimos a un bar. Mi amiga pidió dos cervezas y unos bocadillos.

– Me quiero vengar de Joe – dijo con un tono de voz apenas audible.

– ¿Cómo lo harás? – tomé un trago de mi cerveza. Limpié el rastro de espuma que ésta dejo con mi lengua y comencé a escucharla.

– Me haré novia de alguien de aquí, haré que valla por mí al colegio y verás cómo Joe regresa – tomó uno de los bocadillos que aún quedaban en el plato y lo metió a su boca.

– Bien, pero no te tardes – le dije mientras señalaba a una bolita de chicos cerca de los baños.

– Ven – me ofreció su mano. 

– Mejor iré a tomar aire – le dije al tiempo que me levantaba.

– ¿Estás segura? – me preguntó.

– Sí. Te espero enfrente de la librería ¿sí?

– Okey. 

Pagué las cervezas y los bocadillos antes de irme. Cuando salí a la calle, el aire golpeo mi cuerpo. Me estremecí. Estaba frío afuera. Jalé las mangas de mi sudadera y froté mis manos para calentarlas. Las puse sobre mi nariz intentando que ésta se calentara. 

Caminé un par de cuadras lejos del bar. Un señor de edad avanzada estaba vendiendo chocolate caliente. Me detuve frente al carrito y pedí uno.

– Aquí tiene señorita – dijo el señor mientras me entregaba mi chocolate.

– Gracias – le dediqué una sonrisa y tomé un poquito del líquido caliente.

Estaba delicioso. La temperatura del chocolate pasó de mi garganta hasta mis pies. Podía sentir como la temperatura de mi cuerpo subía y no me era tan difícil caminar. Me acerqué a un bote de basura para tirar el envase del chocolate. Alcé la mirada y vi una lona.

“LA PRIMERA CLASE ES GRATIS”

Enarqué la ceja y me acerqué a una puerta de madera negra. Tenía una ventanita sucia y empañada. Jalé la manga de mi sudadera hasta mi palma y limpié un poco la ventanita. Me asomé pero no vi nada. En la esquina de la lona alcancé a ver un papelito destrozado por los bordes con un número anotado en tinta negra. Saqué mi celular del bolsillo trasero de mi pantalón y anoté el número.

Volví a guardar el celular en mi bolsillo y seguí con mi camino.

“La primera clase es gratis” me repetí mil veces hasta llegar a la librería.

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⏰ Última actualización: May 27, 2014 ⏰

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