POV Andrea
Los asientos del avión no son muy cómodos pero no es algo que me preocupe en este momento. Lo que más tiene mi atención, es mi amiga. La razón de que esté en el aire es sencillo, hace unos meses cumplí 18 años, y mis padres junto a los de Laura y Avril, nos compraron pasajes destino México. Ya que todas somos muy fanáticas de un grupo musical mexicano. Avril es la menor, todavía tiene 17, pero Lau cumplió hace dos semanas la mayoría de edad. Somos muy buenas amigas, nos conocemos desde el instituto.
Las butacas son de dos en dos, y mi amiga con nombre de mes (espero que no se entere que dije eso, podría matarme) bueno, pues ella se ofreció a sentarse por separado, justo detrás mío... en realidad, ella nunca se ofrecería a sentarse junto a ningún desconocido, lo decidimos mezclando los papeles y el destino quiso que Laura y yo nos sentáramos juntas. Mi compañera de vuelo está sufriendo de pánico aéreo, lo que me hace replantearme seriamente si valdría la pena cambiar de sitios y dejarle el marrón a la menor de edad.
El problema es que un señor de gran volumen se ha dormido en el hombro de mi amiga, lo gracioso era verla con un libro en la mano intentando concentrarse y el hilillo de baba que sale de la boca del hombre, justo en su piel desnuda.
- Puaj!, creo que no volveré a ponerme tirantes nunca -giré la cabeza, lo suficiente como para ver su cara de asco.
- Tú siempre tienes mala suerte.
Las carcajadas no se hacen esperar, pero enseguida nos callamos, no queremos despertar a todo el mundo.
Al rato nos relajamos un poco, estaba escuchando música con mis auriculares, decido cambiar de canción y al desbloquear el teléfono veo la foto que nos habíamos sacado hace pocos días en la playa. Ese día fue soleado y demasiado caluroso. Recuerdo sudar demasiado, es más, nos embadurnamos en crema solar para no quedar fritas. ¡Gastamos dos botes enteros! Parecíamos monstruos.
En ese momento tenía el pelo más largo, ahora lo tengo pasando un poco la altura de mis hombros. Es marrón oscuro. Me fijé en mis ojos, la gente decía que eran extraños ya que eran una mezcla entre marrón y verde. Soy la más alta de las tres, la más responsable, y aunque no lo parezca, la más tranquila también.
Giro mi vista hasta la ventana, apoyando mi cabeza en ella, las vistas son bonitas. Mi cabeza empieza a fantasear con mi grupo de música favorito. ¿Cómo será verlos en persona? ¿Y si me desmayo al verlos? Sólo espero que sí y que me revivan a besos... Creo que paso demasiado tiempo con personas raras. Me río de mi propio comentario mental y me dedico a dormir.
- Andre, Andre, Andre -toques molestos en el brazo y la cabeza me está despertando- Andre, Andre.
- ¿Qué?
- ¿Tienes chicles? -vaya, a veces son muy pesadas, será un viaje cuanto menos interesante.
- Pasajeros, abróchense los cinturones estamos a punto de aterrizar -la voz de una azafata se oye por todo el avión.
Recogemos nuestras maletas y nos dirigimos hasta la salida, hace un calor asfixiante. Justo antes de acercarnos al taxi, Laura se tira al suelo y empieza a dar besos al asfalto.
- ¡Vivas! ¡Estamos vivas! ¡No volveré a separarme de tí amor mío!
Avril se me acerca peligrosamente a la oreja derecha y me susurra persistentemente: Tengo hambre.
La situación me estaba exasperando, tenía a una loca con complejo de pitufo en mi oído y a otra loca con complejo de alfombra tirada en el suelo. Qué aburrido sería este viaje sin ellas. Levanto a Laura de un brazo y la empujo hasta el coche, y a la más pequeña le doy una bolsa de patatas que me dió mi madre antes de salir de casa. Benditas madres.
El conductor ni siquiera se digna a bajar del vehículo para ayudarnos a guardar nuestro equipaje, así que, como puedo hago que entren todas las maletas. Termino sentándome en medio para evitar más inconvenientes innecesarios. El viaje fue agobiante, lo pasamos en silencio, admirando el paisaje pero a la vez, cuidándonos de las miradas furtivas que nos daba el hombre. No me da buena espina.
Al llegar al hotel, después de hacer todo el registro, nos acompañan a la habitación, los trabajadores son agradables, como debe ser. Tenemos que comer, pero antes necesitamos descargar tensiones dándonos una ducha.
Entramos al baño de menor a mayor, y mientras las otras se bañan y visten, deshacemos el equipaje. Al terminar de prepararnos, somos arrastradas por la pitufo hasta el restaurante de la planta baja del hotel. Nos asignan una bonita mesa, justo al lado de una pequeña fuente. Esperamos la comida, el lugar está lleno, es la hora del almuerzo.
Nos estamos burlando del viaje y el señor baboso, cuando en toda la sala se oye un objeto de cristal impactar contra el suelo haciéndose añicos. Todos nos quedamos en silencio intentando averiguar que está ocurriendo.
Laura hecha su silla lentamente hacia atrás para después levantarse, bajo la atenta mirada del resto. Se retira la salsa de los ojos y gira hasta encontrarse cara a cara con el mesero. Pobre hombre, parece muy avergonzado. Si tuviese un tomate al lado, no se sabría distinguir quién es el ser humano y quién la fruta.
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¿Quién Lo Diría?
Teen Fiction¿Quién diría que un viaje inofensivo pudiera terminar siendo un torbellino? 9020 kilómetros. 11 horas en el aire. 3 amigas inseparables. 1 futuro incierto.