goenji y fubuki
Infierno. Esa palabra perfecta para describir en donde y en que situación se encontraba Goenji, o al menos para él era eso.
Vamos, que la tortura que estaba recibiendo era demasiado, ¿Qué había hecho para merecerlo? ¿Qué? Nada, el pobre chico pelicrema no había hecho nada malo en su vida, o al menos no los últimos días. Observó hacia delante de nuevo, y miró como su tortura aumentaba al ver el motivo de su sufrimiento.– Esto esta mal. – Pensó para sus adentros. – Esto no es justo, ¿Por qué yo? ¿Por qué no Fudou o Endo? ¡¿Por qué precisamente yo? !
Sus gritos no eran escuchados por nadie más que por si mismo, su tortura parecía no tener piedad con él. Cada vez era más difícil de soportar, era molesto y frustrante para él todo eso. Pero por sobre todo, era tan tentativo. Sentía que en cualquier momento se saldría de control, y todo por culpa del calor, ese infernal calor de verano que había iniciado con su tortura. Y todo se reducía a una sola y simple pregunta que le torturaba el alma.
¿Por qué Fubuki tenía que usar esos casi diminutos shorts?
Así como lo oyen, Goeni Shuuya se torturaba internamente por una razón. Fubuki estaba usando unos shorts que apenas y cubrían sus piernas, sus blancas, delicadas y deseables piernas.
Divino castigo de los dioses, ¿Por qué el mundo era así con él?
– ¿Goenji-kun, te encuentras bien? – Le preguntó el ángel de las nieves al pelicrema.
– Si, estoy bien. – Era más que obvio que era una mentira y eso el menor lo notó.
– Se cuando me mientes. – Dijo el peliplata. – Dime que te pasa, desde hace un rato de te ves algo nervioso.
– No te preocupes, es solo el calor. – Si, el calor era el responsable de todo esto.
– ¿Seguro? – Inquirió el albino.
– Si.
Es obvio que Fubuki no quedó convencido por la respuesta del delantero, pero conocía a su novio –si, su novio–, y sabía que este no le diría nada hasta que él mismo lo descubriera o simplemente sintiera la necesidad de hablarlo.
Mientras Shiro seguía pensando hasta cuándo tenía que esperar a que su novio decidiera contarle lo que le ocurría, Goenji trataba con toda sus fuerzas, no abalanzarse al menor y violarlo en ese mismo momento en su departamento compartido.
Sus deseos de hacer ciertas cosas estaban apunto de tomar control de él y la situación y posición en la que se encontraban no era precisamente favorable a su estado. Los dos chicos estaban sentados en el sillón viendo desinteresadamente una película, aunque en realidad ninguno de los dos la veía, cada uno pensaba en sus cosas. Shiro estaba recargado en el hombro del mayor mientras que éste lo rodeaba con su brazo, ambos muy cerca del otro, y para tortura de Goenji el albino tenía sus piernas sobre el sillón, totalmente expuestas por esa microprenda que casi ni cubría nada, y todo eso lo estaba matando interiormente.
¿Cuánto había pasado desde que se había puesto ese short blanco? ¿Una, dos horas? ¿O quizás más o menos?
No lo sabía, pues cada momento era como una vida en el infierno, ya casi estaba apunto de levantarse del sillón e irse a golpear contra un muro para desmayarse y poder descansar de todo eso, o mejor aún, morir. Pero no, no podía hacerlo, Shiro seguramente se deprimiría para toda la vida, y cabe la posibilidad de que algún pervertido quiera "consolarlo" y aprovecharse de la situación del pobre chico para robárselo –aunque ya estuviera él muerto–. No, eso no se lo podía permitir nunca, Shiro era suyo y no se lo dejaría a nadie más.