17 Sol Fuego

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No tenía idea de cuánto tiempo había pasado desde que habían entrado en la biblioteca de Quetzalcóatl. Alexandro, a pesar de tener la años, conviviendo (viviendo a decir verdad), con la dilatación del tiempo que se provocada por el fuego en la realidad, no podía pensar bien absolutamente de ninguna forma cómo era que el tiempo pasaba dentro de aquella biblioteca. Estaba seguro que llevaban más de un par de días ahí dentro. Del estar conviviendo (más bien sobreviviendo) con las distintas eras de los Soles.

Toda esa distorsión lo hacía ponerse a cuestionar.

Todo lo que podía estar pasando uno en el tiempo era demasiado extraño; Días ahí dentro podían ser horas o segundos fuera. Unos cuantos minutos podían ser semanas enteras fuera. Y tratar de comprenderlo sólo lo confundía más.

Lo que sabía era que en esos momentos necesitaba dormir y que tenía mucha hambre.

Sus tres amigos seguían caminando estupefactos detrás de Ale. El chico se detuvo hasta que su pierna cedió por completo y cayó al piso cediendo al dolor de las heridas que aún no habían terminado de sanar.

Xóchitl llegó de inmediato a su lado y empezó a levantarle el pantalón para dar vista a las severas heridas. —Eso fue muy estúpido, idiota, pendejo, lo más pendejo que alguna vez hayas hecho, Alexandro Martínez.

—Pero recuperé los mapas—dijo sonriendo con dificultad Ale.

—Y casi mueres retando a un puto dragón.

—Pero los salvé a todos.

—Y CASI MUERES AL HACERLO.

Ale tomó la barbilla de Xóchitl y le sonrió. —Pero no lo hice.

Xóchitl lo golpeó en el pecho mientras empezaba a preparar objetos para quemar.

Daniel se acercó a la pierna de Alexandro, se desvendó los brazos y empezó a prender flamas en sus manos. El fuego en la pierna era igual de doloroso que la primera vez, pero esa vez Ale estaba tan agotado que apenas y le podía poner atención al dolor.

Luna se agachó al lado de Ale. —Eso fue muy estúpido.

—Gracias—dijo molesta Xóchitl, sacando comida de su mochila, y estudiando con furia sus mapas.

—Pero impresionante.

— ¡¿EN SERIO, LUNA?!

— ¿Lo qué hiciste con el Dragón...?

—Sí—respondió cerrando los ojos Ale.

— ¿Y cómo supiste qué...?

—No tengo ni idea, sólo lo supe.

— ¿Y crees que funcione...?

—Ya tendremos la oportunidad de comprobarlo.

Luna vio asombrada a Ale, sonriendo.

—Ya ni siquiera me molestaré en preguntarle de qué chingados están hablando—dijo Daniel quemando los objetos que Xóchitl le había dejado.

—Dile tú—dijo Ale cansado.

—Lo que hizo, cortarle la pluma de su penacho... Fue como arrancarle su corona a un emperador. Eso significa que fue vencido. Lo que hizo con la mezcla de su sangre...es más complicado.

Luna apretó los labios buscando una forma de explicarlo en un "español de gente normal".

La verdad es que ni siquiera Ale encontraba una forma de explicarlo.

Los Guerreros del Quinto Sol I: La Máscara de QuetzalcóatlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora