Capítulo 21

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- Sí, me voy - dije pasando por al lado.

- Esperá - dijo pero yo me fui.

Me había preparado el café más feo que pude, total yo sabía que no me lo iba a tomar. "Y ves que esta tristeza no puede ser, que algo mejor tiene que haber, algo por donde salir a andar" Los Piojos sonaban de fondo, mi mirada se perdía por la ventana:

- ¿Qué mierda hice? - dije pensando en lo que había pasado en la puerta de la casa de Gastón.

Yo sabía que si me quedaba, hoy todo sería diferente. Era increíble, el primer día del año y ya rompí con las metas, me había propuesto arriesgarme a todo y seguí en mi zona de confort.

De todos modos, tenía que vestirme para ir almorzar a lo de mi mamá:

- Vos no estás bien - me dijo mientras estábamos haciendo las ensaladas.

- No - me cansé de mentir y fingir.

- Andá a buscarlo - me leía la mente o Romina le contó.

- ¿Hablaste con Romi?

- Si.

- Era obvio, igual todo bien.

- Si todo bien nosotras ¿pero vos?

- Hago lo que puedo.

- No, vos podés mucho más, pero te da miedo.

- Sí, me da miedo.

- ¿Y vas a perder al amor de tu vida por miedo? Mirá que el tren pasa una sola vez en la vida y este ya tiene los motores en marcha para irse de la estación.

- Por ahí es lo mejor.

- Pero por ahí no. Te vas arrepentir, no hace falta que te lo diga.

- No.

- ¿Y entonces? - el timbre sonó salvándome de esa pregunta, era Romi.

- Hola gente - dijo al entrar, saludó a todos menos a mi.

Si decía algo me evitaba, no me miraba, no me hablaba, ¿qué mierda le pasa? Ya habíamos comido y mis papás estaban adentro, ella estaba mirando el celular:

- ¿No me vas hablar? - dije.

- ¿Decías algo?

- No te hagas la boluda.

- De eso sabés mucho.

- ¿Qué?

- ¿Es importante para vos nuestra amistad?

- ¿Qué pregunta es esa?

- Respondé.

- Obvio que sí, sos súper importante para mi.

- Entonces andá y buscá a Guido si no olvidate de mi y del bebé.

- No me podés hacer esto.

- ¡Vos no te podés hacer eso!

- Bueno chicas, no peleen - mi mamá se metió.

Yo no dije palabra, sólo me levanté, salí y me subí al auto. ¿A dónde iba? No lo sabía. Estuve media hora dando vueltas hasta que me decidí. Paré el auto frente aquel edificio, me bajé toqué el timbre y nada, otra vez y nada.

Mi desesperación había llegado a tal punto que me senté en el escalón y me puse a llorar, hasta que alguien me habló:

- No es bueno ver llorar a una chica tan bonita - era él.

Las palabras no salían de mi boca, a penas pude pararme y quedar enfrentada a él:

- ¿Que te pasa? - dijo con cara de preocupación.

Yo había dicho que me iba arriesgar, que iba hacer lo que sentía y que iba a vivir mi vida al máximo. Ok, acá tenía la primera oportunidad (y quizá la última), y la aproveché. Me acerqué a él y... lo abracé, pero él me alejó y luego me besó.

Entramos a su departamento y el resto creo que ya lo saben, hacía meses no sentía nada igual, nuestras miradas se conectaban y el mundo se detenía.

- ¿Por qué tardaste? - dijo tirado en la cama mientras yo estaba acostada sobre su pecho.

- No lo sé, por boluda.

- Una boluda linda - dijo sonriendo.

Las horas pasaron y tuve que despedirme, todavía no había terminado con mi tarea:

- Te amo - dijo después de besarme.

- Yo también te amo.

- Prometeme que me llamás cuando llegues a tu casa.

- Te lo prometo.

Y así me fui para la casa de Gastón.

Algo personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora