IX

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Los días y sus 24 horas se me hacen realmente cortos cuando Margaret está a mi lado. Cuánto alimenta mi alma.

Se me entumecen las mejillas de tanto sonreír cada vez que besa mi nariz y yo beso su frente; es algo mágico. Parezco un chiquillo emocionado por su primer amor; y aunque literalmente Mary lo sea, yo siento que la conozco desde siempre.

Todavía sigo cortejándola para que en un tiempo pueda ser mi novia. No quiero adelantar los relojes. No quiero acortar toda la vida que pasaremos unidos. Porque ella es para mí.

Hoy le tengo preparada una sorpresa. Junté el poco dinero que gané en mi anterior trabajo y ahorré para completar lo que faltaba con la paga del actual. Sí, conseguí nuevo empleo; en donde me tratan mejor y cobro lo que merezco. ¡Así pude llegar a comprar dos pasajes a Londres! Mary ha soñado desde pequeña con conocer el Big Ben y qué mejor regalo que un viaje juntos. Pero ahí no acaba la cosa; le pediré allá que se case conmigo.

Aún me quedan unos meses para organizar la pedida de mano y que sea la más especial. Sé que por el momento no somos pareja, sin embargo en todo el año que hemos conocido cada mínima parte del otro, ambos coincidimos en que éramos la persona que cada uno estaba esperando. Somos tan felices que se nos olvidó, en especial a mí, hacerla mi chica. Y es que cuando el corazón te hace ser uno, lo demás desaparece de tu mente. Ya hasta pensábamos que éramos novios, pero llegó el momento de formalizar.

Son casi las seis y no quiero llegar tarde a mi encuentro con la Srta. Giegler. Tengo todo listo para dejarla en shock, incluido un ramo de girasoles, sus flores favoritas. ¡Muero por ver su semblante anonadado!

-¡Celso! Este lugar es increíble, tan solo mira el lago.- Como siempre tan tierna y hermosa; qué lindo le quedaba ese pañuelo azul.- ¿Qué traes ahí atrás?

-Son para ti.- Saqué el ramo tras mi espalda.

Y ahí aparecieron sus ojitos estrellados y la carita de emoción que tanto ansiaba ver.

-¡Girasoles! Oh, Celso, gracias por esto.- Me llenó el rostro de besos, dándome un abrazo tan fuerte, de esos que te encajan los sentimientos.- Pero hoy no es mi cumpleaños, ¿cuál es el motivo de esto?

-Siempre habrá motivos para hacerte feliz, Mary.- Sonreí, tomándola de la mano.- Es por eso que tengo algo que te encantará.

-¿Algo más? ¡Si con el ramo bastaba!- Se sonrojó mientras se cubría la cara con una mano.

-Cierra los ojos.- Le ordené al oído.

La rodeé poniéndome tras ella. Cogí su brazo y lo llevé a sus espaldas; tomé su mano con delicadeza y sobre ella puse los dos pasajes hacia su destino soñado.

Los cogió aún sin verlos.- No me digas que son billetes, ya te dije mil veces que no voy a aceptarte un solo centavo.- Su voz se cortó al instante. La impresión era tal, que no volteaba a mirarme; creo que se quedó leyendo los boletos para confirmarse a sí misma que eran reales.

Y de un momento a otro, giró sin previo aviso, abrazándome tan fuerte como podía, a pesar de sus manos llenas.

-Ya quiero sacarle pica al Big Ben cuando nos vea de lejos y envidie las insuperables manecillas de nuestro tiempo perfecto. Porque eso somos,- Acaricié las flamas de su cabello.- el tiempo perfecto de ambos.

-Celso, no tengo cómo agradecerte, estoy sin palabras.- Sus ojitos conmocionados se empezaban a llenar de agüita.- Sabes que lo material nunca me ha importado, pero no tienes idea de lo que significa para mí que tú quieras darme la satisfacción de cumplir mi más grande anhelo en el mundo.

Mary es mi amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora