Parte 18

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-Antonio...usted está aquí por alguna razón, de algo quiere ocuparse personalmente.

El padre de Silvana me examinaba con su mejor cara de póker. Su frialdad me recordaba al "arquitecto" de Matrix, un ser sin maldad en el sentido humano, pero que ejecutaba sus planes de acuerdo a sus cálculos, todo reducido a números que se ajustaran lo más cercanamente posible a la perfección.

- ¿Serviría de algo que le ofreciera mucho más dinero a cambio de inclinar la balanza a mi favor?

-Me temo que yo ya gano suficiente, es algo que le he explicado s Silvana: quien no sabe cuándo es suficiente, corre el riesgo de no saberlo nunca. Como usted.

Antonio sonrió levemente. Le gustó mi razonamiento, al menos en parte.

-Puede que yo de esa impresión, pero le aseguro que todavía puedo obtener más de lo que quiera. Llegué hasta donde estoy sabiendo cuánto podía lograr.

- ¿Hasta donde está? ¿En la soledad del poder? Hace poco conocí a los Costa, seguro que usted también los conoce. Tanto él como su hija llevan una exitosa empresa familiar. ¿Cuándo fue la última vez que conversó con Silvana? ¿Hablaron de los viejos tiempos? ¿De su primera vez?

A pesar de sus esfuerzos, Antonio, por unos fugaces momentos, acusó el golpe. Así serían las cosas, a solas, cara a cara y rudos con educación. Se tomó unos momentos para poner en orden sus ideas, no era impulsivo.

-La última vez fue cuando le informé que yo mismo nombraría a un nuevo miembro de su personal, a usted. Eso después de que su antecesor renunciara. Puede imaginar que no le hizo mucha gracia mi interferencia, que por una vez me haya metido directamente en su trabajo en lugar de seguirlo desde cierta distancia.

- ¿Qué paso con quien antes tenía mi puesto?

-Era diferente de usted, Fernando. No sabía cuándo era suficiente. Discretamente le hice una tentadora oferta para trabajar en otro sitio, bajo la condición de que argumente que no toleraba el carácter irascible de mi hija. En cierta forma, era verdad, por un precio, estuvo dispuesto a no tolerarla más.

- Y yo, ¿dónde encajaba en todo esto?

-Un profesional con una buena trayectoria...también conocido como un excéntrico que se pasa la autoridad por las...orejas. Alguien que estaba ahí impuesto por mí. Se suponía que primero Silvana lo acusaría de espiarla, y luego, uno de los dos se cansaría de tolerar al otro, sería otro profesional despedido supuestamente por el mal carácter de Silvana. Eso pondría en duda su capacidad ante la Junta y me afirmaría más a mí. Verá, Fernando, ella quiere a Sveta, solo que yo también la quiero. Yo fui el principal inversor cuando casi estaba en la quiebra, nadie la conocía, ni darían dos dólares por esa editorial. Puse al frente a la persona mejor capacitada por mí, a mi propia hija. Mi dinero hizo mucho más dinero, Silvana hizo su arte, su vocación, su realización personal.

Algún día tendrá a Sveta, y no ya no habrá nada que nos una, pues yo siempre necesitaría su talento, pero ella no necesita nada de mí.

-Tal vez lo necesitaba a usted en otros momentos, pero al padre, no al jefe ni a sus empleados. Alguien en quien pueda confiar sin que la espíe, la engañe, o la manipule.

-Le di siempre lo mejor de lo mejor. Usted menciona su primera vez, se suponía que ella nunca lo supiera, un descuido mío lo arruinó todo. No soy perfecto. De todas formas, ¿la escuchó alguna vez lamentarse, rendirse, sentirse débil?

-No, ella es una mujer fuerte. –Le dije. Recordé la manera en que perdió el control y me dio una bofetada, como tal vez su padre esperaba, la tensión en su cuerpo cuando le daba un masaje, su manera inconsciente de tener el control hasta cuando hacía el amor. Las expresiones en su rostro cuando mencionaba la decepción por un amor que eligió trabajar para su padre. La felicidad de convivir con confianza con su mejor amiga. Este infeliz con zapatos caros no merecía conocer esos detalles.

Polos apuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora