33. Continua tensión.
Caminaba de un lado para otro en la acera de enfrente de mi portal, pues ahí había quedado con Harry.
Intentaba refugiarme del frío en mi abrigo que llegaba por casi mis rodillas, en un tono verde militar.
De vez en cuando echaba el cuello hacia atrás y contemplaba el cielo, a la vez que me daba cuenta de que mi corazón no iba al mismo ritmo de siempre.
Era obvio que el saber que mi casi novio formaba parte de una mafia no era plato de buen gusto para nadie.
Pero, aun así, necesitaba verle. Harry Stewart parecía tener una cuerda que rodeaba mi cuerpo y podía tirar de ella cuando me necesitase. Era como una fuerza extraña, quizás sobre natural la que me unía a él, la que hacía que por muchas cosas que el chico ocultase no fuesen lo suficientemente graves como para convencerme de que él no me convenía.
¡Esto era surrealista!
El Audi de Harry aparcó en la acera de enfrente de mi portal. Sentí un pequeño pinchazo cuando vi que él se encontraba ahí, y que debería de enfrentarme de nuevo a mis ideas todavía ni siquiera aclaradas.
Me acerqué deprisa y abrí la puerta del coche, introduciéndome en él.
Revisé a Harry que me miraba, ceñudo y serio. Vestía una sudadera de color azul marino con unas letras blancas en el centro. Unos vaqueros claritos y, cuando me asomé hacia los pedales, pude ver unas All Star blancas como zapatos.
—Hola. – Murmuró, casi susurrando.
—Hola. – Contesté.
***
Me encontraba de nuevo subiendo las escaleras del rellano de Harry. Me situé en la puerta de su casa esperando a que él terminase de llegar hasta ella.
Dejé que introdujese las llaves en la ranura y abriese la puerta.
Acto seguido, Harry me dejó paso y entré, de nuevo viendo el color anaranjado en las paredes de la entrada.
También inhalé ese olor tan característico a coco, junto un olor a dulce comida.
—Preparé pasta, ¿Te gusta? – Preguntó.
Asentí con la cabeza mientras desabrochaba mi abrigo y se lo daba para que él se encargase de colgarlo en el perchero.
—Puedes ir tomando asiento, enseguida llevo la comida. – Me sugirió.
Asentí y emprendí camino por el pasillo hasta llegar al salón. Vi la mesa decorada y tomé asiento en una de las sillas.
Desde que le saludé con ese corto "Hola" no había vuelto a pronunciar ninguna palabra.
Aún estaba totalmente confundida y quizás el silencio me ayudase a aclararme; Pero no lo hizo.
Harry apareció a los segundos con una sartén en las manos, las cuales llevaban guantes.
Dejó la comida encima de la mesa y cogió un cucharón para empezar a servir la comida.
Le miraba con cuidado. El gesto de Stewart ahora era más frío y brusco que de costumbre, como si de nuevo una coraza hubiera crecido alrededor de él. Y no solo en su cuerpo, sino también en el mío.
El chico me sirvió a mí primero los apetitosos espagueti a la carbonara que había preparado, los cuales olían deliciosos.
Después de servirse él, se encargó de abrir el vino y servir en las copas de ambos. Todo esto con el absoluto silencio y un pequeñísimo ruido que provenía de las agujas del reloj que estaba encima de una de las vitrinas.
Al fin Harry tomó asiento enfrente de mí. Cogí mis dos tenedores y él ofreció un pequeño sorbo a su copa.
La soltó cuidadosamente y ofreció un suspiro. Parecía que era la primera vez que Harry se quedaba sin palabras.
—¿Y bien? – Se decidió a pronunciar.
Subí mi mirada y di con sus ojos. Un escalofrío recorrió todas las partes de mi cuerpo. Parecía que aún no me había acostumbrado a las pequeñas descargas que tenía cuando miraba a ese color verde esmeralda de sus ojos.
Carraspeé mi garganta y solté los cubiertos en el filo del plato.
—¿Y bien qué? – Repliqué.
-Solo quiero que me digas si has pensado en algo.
—Creo que es obvio que no he dejado de pensar en todo lo que me dijiste ayer.
El chico de nuevo cogió su copa y dio un profundo trago a la bebida. Aún no había probado el plato de su comida.
—Lo dices como si estuvieses enfadada. – Murmuró.
Y era cierto. Parecía que estaba enfadada con Harry, ¿O de verdad lo estaba?
—Y, si es así, déjame decirte que no entiendo por qué. – Añadió.
—¿Y por qué no puedo estarlo?
—Fuiste tú la que te saltaste todas mis advertencias, la que querías conocer cada vez más de mí, la que me casi rogaste que te contase lo que ocultaba aun que tu propia vida corriese peligro. Recuérdalo, Abbie.
Pinché mi comida y la llevé a mi boca. Masticaba bruscamente intentando desahogar ahí mi rabia y mi impotencia de saber que Harry llevaba razón.
-Intenté protegerte de mí y de todo mi entorno, de toda mi vida. Pero tú insististe. Tú fuiste la que preferiste saberlo con las consecuencias. – Continuaba diciendo.
Un incómodo silencio entre Harry y yo. Mi mirada iba hacia el plato de comida, con el cual jugueteaba con el tenedor, escuchando cada una de las palabras de Harry, sintiéndome culpable de haberle culpabilizado.
—Y si te lo dije es porque prefería morir protegiéndote a perderte. – Dijo, susurrando, pero suficientemente alto como para que yo le escuchase.
Miré inmediatamente a sus ojos verdes y esta vez sentí que me faltaba la respiración. Me acababa de dar cuenta de que no era la única enamorada en esta historia, que él también lo estaba. Y aunque jamás se había atrevido, ni se atrevería a decírmelo ni reconocerlo, sus propias palabras jugaban en su contra.
También me di cuenta de que cada una de sus palabras me llenaba. Que jamás me había decepcionado. Jamás me había mentido y ahora mismo él estaba confiando en mí. Tanto que arriesgaba su vida al contármelo.
Estaba reflexionando y no me daba cuenta. Harry estaba siendo sincero conmigo, cosa que yo nunca había hecho. Ahora la relación estaba más desequilibrada que antes. Ahora estaba totalmente descontrolada.
Parecía comenzar a saber más de Harry, pero él continuaba sin saber una parte muy importante en mí: Estaba sentada en esa silla de su casa por la apuesta que hice con uno de sus mejores amigos, de la cual él aún seguía sin saber de su existencia.
Suspiré mientras sus ojos continuaban mirándome de tal manera que me amenazaban con quererme comer mientras pensaba.
Me di cuenta también que su postura de chico peligroso había quedado en un segundo plano. En mi reflexión abandoné por un momento la idea de que Harry trabajaba para una mafia. También había quedado en un segundo plano esa escena en el bosque, en la casa. Ese hombre armado que oculté yo misma en el armario. Ese nombre de Oliver Franklin. Todo lo que rodeaba a la perturbadora vida externa de Harry.
Quizás porque de verdad todo lo que sentía yo por él, lo que sentía el por mí, lo que sentíamos mutuamente ganaba a todo eso que él era.
Nosotros ganábamos a todo lo que nos rodeaba.
—¿Acaso no te he demostrado lo que soy capaz de hacer por conversarte? – Reclamó Harry.
Tragué saliva y asentí, dándome cuenta de que así era.
—¿Y bien? ¿Has pensado ya algo?
Negué, con mis ojos quizás algo más cristalizados que habitualmente.
—Contaba con ello. – Añadió el chico.
Arqueé mi ceja sin saber muy bien a qué se refería.
—¿Te gusta Europa? – Preguntó.
Fruncí el ceño sin entender ahora absolutamente nada.
—He viajado poco. – Contesté.
—¿Sabes dónde está en Venecia?
—En Italia
—Exacto. Pero, ahora, Venecia estará en nosotros. Sólo si quieres, claro.