No es algo que en sí llame la atención de la gente. Es inapreciable, es insonoro, y aunque esté justo delante, no es algo que puedas ni siquiera nombrar.
En su momento no, pero conforme pasa el rato, conforme lo analizas, puedes recordarlo. Recuerdas ese sonido que no estuvo ahí. Lo recuerdas, y es tan fuerte como una bomba. Un sencillo y atronador click.
Y entonces, lentamente, todo empieza a cambiar. No es como que el color se pierda, no es como si algo de verdad cambiara en el mundo. Pero lo hace, sin ninguna duda, el mundo cambia.
No se puede describir, las palabras no pueden darle forma. Es como ahogarse. Es como caer en un agua profunda en la que es difícil moverse. Aunque intentes moverte, tu cuerpo no se mueve. No intentas ni siquiera mover el cuerpo. Solo sientes. Sientes ese ambiente sobre ti. Ves que el mundo no ha cambiado, que el color permanece intacto, que hay luz, pero sientes un océano a tu alrededor.
No es un océano violento. Las olas ni siquiera rozan tu cuerpo, no sientes corriente alguna. Simplemente, estás ahí, rodeado de luz, de todo lo que siempre había estado ahí, y aunque no se te olvida como se respira, a veces debes forzarlo para asegurarte de que sigues en el mismo sitio.
Nada increíble activa ese click. No lo hace una fuerza sobrenatural, un ser inapreciable, ni tan siquiera uno mismo. Lo único que se necesita para que todo cambie no es más que un simple, sencillo y vano pensamiento.
El pensamiento no tiene fuerza. Por sí mismo, el pensamiento no tiene razón de ser. Pero aparece. Aparece de repente y crea la mayor onda que has visto jamás. Ni todos los océanos y mares juntos podrían soportar esa onda. La onda resuena dentro de ti. Se expande, se contrae, se repite.
La onda conecta todo.
La onda crea pensamientos nuevos y sensaciones antiguas que creías haber olvidado.
No hay nada que justifique ese click ni esa onda, pero se producen, y arrasan con todo lo que encuentran a su paso.
Después tuve un pensamiento; y no, no dude en darle forma y poder al pronunciarlo en voz alta. Lo pronuncie con gente alrededor, gente desconocida a la que jamás tendré que ver de nuevo. No lo escuchan, no necesitan hacerlo, pero yo necesito decirlo. Es simple, es ridículamente simple, y aún así necesitaba escucharlo por mí mismo.
Necesito un mapa.
Hay un lugar. Sé que en algún lado está ese lugar. No sé qué tiene de especial, no sé si el simple hecho de imaginar dicho lugar es lo que le hace especial. No es nada, y probablemente no es un sitio al que pueda ir a pie. No, ningún vehículo me llevará allí. Pero quiero ir. Necesito llegar a ese lugar. Necesito un mapa que me llevé a ese lugar.
Quiero un mapa que me permita saber que debo hacer. Quiero un mapa que me diga como volver a ese lugar antes del click y de la onda, al lugar antes de aquel pensamiento pequeño y devastador que surgió de ninguna parte.
Y ese pensamiento me dio ganas de llorar. Daba igual si no tenía fuerza, si no tenía razón; al final una simple frase sin sentido ni palabra en el mundo me ha hecho querer llorar. Y lo sentía. Sentía la sensación en mis ojos. Los cerraba, pero sentía esa sensación. Estaba dentro. Me dice que quiere llorar, que necesito llorar. Daba igual si antes de aquel click yo estaba sonriendo, daba igual si antes de la onda todo era normal e incluso bueno. La sensación simplemente no desaparece.
No podría mover mi cuerpo en aquel océano sin forma en el mundo, en aquel ambiente pesado que parecía ser solo una sensación que ni siquiera podía ver. Mi cuerpo por otro lado estaba caliente. No era como un ardor insufrible, sino como una cálida sensación de confort. Era inquietante, e incluso molesta. Una sensación cómoda que no correspondía al resto de sensaciones. Me hacía sentirme enfermo, como si fuera a enfermar, como si fuera a caer en mi cama y no fuera a tener ni las fuerzas ni la intención de levantarme.
Ha vuelto. Junto con esa sensación que me incita a tener el deseo de llorar detrás de mis ojos, esa sutil pero inquietante presión en el pecho vuelve. Es molesta, y le gusta volver cuando menos la necesito. Pero lo hace, vuelve.
Y escribo esto sin motivo alguno. Escribo esto recordando ese ensordecedor click que nunca he escuchado, pero sigo recordando. Las palabras no sirven para darle forma, no sirven para calmarme.
No necesito una razón para escribir.
No necesito una gran razón para que ese click y esa onda y ese océano dentro del mundo me arrasen.
Lo que necesito es un mapa que me diga a dónde tengo que ir ahora.
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Estrellando Irracionales
PoetryUn pequeño rinconcito para probar una escritura algo más libre. Escritos simbólicos que intentan estampar sentimientos en la cara de quien los lea, cual tartas. Publicación lo más irregular que te puedas imaginar. Irracionales=Sentimientos ¡Jaja...