Isabel

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02 de Noviembre, 1664 París Francia 00:26 a.m

Las aguas se hacen profundas y noto como voy sumergiendo mi cuerpo. Mi cintura, mi pecho, mis hombros, mi cuello, mi rostro se van erizando por el contacto con las frías aguas del río ¿Nado o me hundo? ¿Tomo aire o no respiro? Todavía hay una vida por recorrer, pero mi cuerpo está débil cansado y adolorido, estoy aguantando la respiración. ¿Algún día podré superarlo? ... Es difícil de explicar. ¿Estoy bien? ¿Estoy mal? Mi corazón me pesa, mi dolor pesa. Tal vez a tal punto en el que decida rendirme...

Abro con cuidado mis ojos bajo el agua, estoy lejos de la superficie, mis pies no tocan el suelo y mis manos no alcanzan la tierna y clara luz de la luna que penetran tímidamente en el agua cristalina, me estremezco al pensar que podría morir aquí, sería una muerte tan solitaria, pero a la vez tan pacífica.

Estoy en una lucha contra mí ¿Nado o me hundo?

Aquí abajo, no sé si estoy llorando o simplemente estoy donde quiero estar. Empiezo a dejar que el escaso aire restante de mis pulmones salga por mi boca, dejando así de ser alguien cuyo propósito es vivir.

Cierro mis ojos una vez más, ya no puedo respirar, comienzo a asustarme sin razón, mi cerebro envía impulsos a lo largo de mi cuerpo para estimular una acción que me haga salir de peligro, por lo cual nadé hacia la superficie involuntariamente.

Inhalo aire desesperada y agitadamente al emerger del agua. Sacudo mi pelo rojo ondulado hacia atrás y me froto los ojos rojos. 

Una extraña silueta parada en el borde del puerto llama mi atención. La oscuridad y la niebla que se esparce cada vez se hace mayor, por lo que mis achinados ojos debido al esfuerzo de lograr ver de quién se trata, no pueden localizar la figura de nuevo.

La baja temperatura corporal sumando con la fresca brisa provocan que mis labios se vuelvan algo violetas y que mi piel se torne más blanca de lo que siempre es. Me cubro del frío con mis brazos, mientras que mis pequeños pies comienzan a cansarse de hacerme flotar sobre el agua. Nado para acercarme a tierra firme.

Mi corazón comienza a palpitar aceleradamente al percatarme de que la figura humana que había visto hace no más de unos minutos, se encuentra estático sobre la arena mojada. Comienzo a observar y noto que tiene una mirada fija y fría sobre mí.

Estoy tan cerca de él que comienzo a experimentar una fuerte sensación de terror, procuro manejar mi cuerpo y huir tan lejos como pueda, pero al igual que él estoy estática, pero sobre el agua.

-¿Qu-qué hacéis a mitad de la noche nadando en el río? Es peligro-groso lo sabes.- Dijo rompiendo el hielo plácidamente.

Mi razón desapareció.

Como si mis cuerdas vocales no funcionaran no puedo contestarle, ni siquiera gritar ni hacer ruido. Hay algo en él que me provoca padecer un estado de choque tan grande que sólo puedo pensar ¿Qué hago aquí? Tres simples palabras que llevan a más de un millón de respuestas, pero ninguna con sentido en este momento.

Me enfoco en mi calzado descuidado sobre la arena mojada, los que había dejado para adentrarme en el río, ahora se encuentran al lado izquierdo del misterioso hombre. Un impulso me obliga  a nadar hasta tener tacto con la cálida arena, la cual se me pega con maldad en las plantas de mis pies.

-Estáis muy mojada- me observa con determinación de arriba abajo- ¿Estáis so-sola? ¿Dónde habéis estado viviendo?- da un paso hacia mi pero yo retrocedo tres- Tranquila no os voy a hacer daño sé que estáis confundida.

Me inclino y recojo mi calzado con cautela sin dejar de observar sus ojos negros con jovenesarrugas. 

-¿No vais a responder mis preguntas? No tenéis porque te-tener miedo...¿No me reconocéis?

El porqué de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora