Pasado
FABIO
Para todo el mundo que nos conociera, el prejuicio sobre mi familia seguro que seria el mismo. La familia perfecta. Joder, que puta ironía, cuando estaba desestructurada la miraras por dónde la miraras. Luca Bianco, mi padre, uno de los mejores abogados del país, de origen italiano y mi madre Martina Bécquer, ex modelo, solo con mirarlos ya sabías que eran gente de alta sociedad. Tan perfectos, tan estrictos, tan irreales, y todo tan fachada. Dentro de casa todo era un infierno para nosotros, ellos en realidad se odiaban, no ocultaban que estaban con otras personas y que solamente permanecían juntos por las apariencias.
Si para mí era difícil soportarlos, no me quiero ni imaginar para Carmen y José Luis. Mis hermanos.
Carmen era tan solo dos años más pequeña que yo, actualmente tenía dieciocho años, pero Luis tenía siete años solamente.
—Carmen, ven inmediatamente.— vociferó mi padre desde la sala. Otra vez la habían grabado en algún video borracha o drogada y había llegado a manos de nuestros tan condescendientes padres.
—¿Qué quieres?—dijo de mala gana mi hermana arrastrando demasiado las palabras. Estaba fumada.
—Eres una descarada.— profirió con desprecio y le asestó una bofetada que nos dejó a todos sorprendidos.
Rápidamente me interpuse entre los dos, y le lancé una mirada de advertencia a Luca. No iba a permitir que le pusiera una mano encima a mi hermana, por mucho que se lo mereciera, porque sobre todo mis padres tenían menos moral que cualquier persona de esta casa.
Con los ojos llorosos mi hermana gritó:—Por culpa vuestra todos nosotros somos infelices.— se giró y señaló a mi madre que estaba con el rostro contrariado.— Crees que no nos damos cuenta que te estas acostando con otros tíos fuera del matrimonio y que tú...— se giró para señalar a mi padre.
—Carmen...— advertí suavemente, porque solo iba a agravar las cosas.
—No Fabio.— gritó enfurecida.— Y el viejo se está follando a cuanta fulana se le pase por delante, y todo eso lo sabemos todos.
Juraría que mis padres estaban tan rojos que no sabría diferenciar si es por la rabia, enfado o vergüenza. Aunque sinceramente dudo bastante que fuera de esto último.
Después de lo que pareció una interminable discusión, cada uno se dispuso a irse a su habitación, y cada día que pasaba estaba más seguro de que la situación en esta casa se estaba haciendo ya insostenible. Su vida entera se basaba en las apariencias, en los eventos de sociedad y ser unas caretas perfectas; pero se olvidaban de lo fundamental, habían olvidado lo que es el calor de un hogar y el querer a sus hijos un poco.
Nunca les perdonaría que por culpa de ellos mi hermana se hubiera refugiado en los vicios: en la marihuana, en el alcohol e incluso en el MDA. Carmen siempre había sido la consentida de papá, para ella Luca era su mundo, su ejemplo a seguir y su héroe. Pero llegó el "fatídico" día que creció y se dio cuenta de la gran mentira que era Luca Bianco.
Necesitaba un respiro, salir de esa rutina de discusiones y de verles la cara a esas dos personas que eran mis padres, y que aunque sonara mal podía decir con toda certeza que los repudiaba con cada fibra de mi ser.
—Si mal no recuerdo, tenemos una casa en un pequeño pueblo costero.— pensé en voz alta y me dispuse a buscar las llaves que las encontré al instante.
Tenía pensado quedarme un tiempo para reflexionar, no sabía cuánto, pero era casi una necesidad vital el hecho de salir de ese psiquiátrico que se había convertido la casa Bianco. Conduciendo mi Golf GTI blanco, me dirigí a ese pequeño pueblo de pescadores.
Sí, se podría llamar así.
Porque muchas más cosas no había, era todo relajación, la playa, el sol, las noches estrelladas y yo.
Tiempo para pensar.
Últimamente habían estado jodiéndome en demasía por el tema de la carrera que iba a escoger. Simplemente querían que se fueran a la mierda y me dejaran vivir tranquilo, pero el viejo estaba empeñado en que estudiara administración de empresas y derecho para llevar alguna de las empresas de la familia. Gran parte de las discusiones habían sido por eso, yo quería estudiar medicina. Esa era mi pasión y vocación desde que tenía uso de razón.
El viaje se me hizo bastante rápido, el tiempo parecía tener la velocidad multiplicada por mil cuando estoy fuera de mi casa.
—Por fin paz y tranquilidad.— susurré cuando me bajé de mi vehículo y me dirigía a la acogedora vivienda que tenía enfrente de mí.
El día pasó como un rayo, definitivamente la soledad me encantaba. Absoluto silencio y ambiente perfecto para meditar sobre qué coño quería en mi vida.
Desde siempre me había encantado nadar en el mar de noche con la luz de la luna y de las estrellas iluminando solamente.
Pasado.
Makenna.
Me quedé embobada observando al extraño que acababa de salir del agua, como si fuera una de las fantasías más bellas y adictivas que nunca había visto y todo hubiera sido así de platónico si no hubiese sido porque se había girado en mi dirección y me había pillado babeando por él. Genial, jodidamente genial. Tierra trágame.
Desde luego que el universo o lo que quiera que fuera había escuchado mi pensamiento y me había concedido mi deseo porque en el momento en que me levanté y me dispuse rápidamente a alejarme, mi pie izquierdo se hundió en la arena y se clavó algo.
Mierda.
Se me escapó un pequeño grito de dolor, quien me mandaría a mí a ponerme descalza de noche en la playa.
El extraño con el que acababa de fantasear hacía apenas dos minutos se acercó rápidamente a mí cuando vio el incidente que me acababa de ocurrir.
—¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda? — me habló la voz más seductora que nunca jamás había escuchado. Otra vez mierda.
—Uh, sí, supongo.— dije intentando ponerme de pie de nuevo, pero el dolor me lo impidió.
—Desde aquí no se ve con claridad, pero parece que te has hecho un corte.
Me quería morir de la vergüenza, el hombre literalmente, más sexy de este planeta me estaba ayudando, me estaba hablando y se había preocupado por mí.
Esto te pasa por quedarte embobada viéndole.
—¿Necesitas ayuda para caminar?
—Por supuesto que no.— dije muy segura haciendo gala de una autosuficiencia que duró unos segundos, porque no pude dar ni un paso.
—Yo no estaría tan seguro.— Podía ver un matiz divertido en su voz.
En menos de un segundo me estaba elevando en el aire, y llevándome hasta la casa de mis abuelos.
No puedo ser más patosa.
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Háblame de Amor
Teen FictionElla quiere echar a volar. Él quiere echar raíces en un lugar. Ella es como una tormenta. Él quiere calma. Ella necesita olvidarlo. Él necesita tenerla de nuevo a su lado. #BrokenHearts