14-El misterio de la Academia Corner

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      Tras terminar nuestra inspección del segundo piso, volvimos todos a la cafetería para exponer lo que habíamos encontrado. Una vez estuvimos todos, comenzamos a contar nuestros descubrimientos.
       —Hemos encontrado una piscina... –dijo Ana poco animada– Pero hay un pequeño incidente con ella...
       —¿Está vacía? –preguntó Natalia. Ochovo negó con la cabeza.
       —Qué va, está mazo bien... Sólo que... –dijo Ochovo tratando de encontrar una forma sutil de decir lo sucedido.
       —Los baños están protegidos por unas ametralladoras... –dijo Coral llendo al grano– Thais... Quiso entrar a la piscina y se confundió de puerta... Entonces fue a entrar en el de los chicos y...
       —¡Pam! –gritó Abel con una sonrisa. Algunos de los allí presentes dieron un brinco. Virginia, la cual se había asustado, le dio una fuerte bofetada en la mejilla.
       —¿Tú eres tonto o te lo haces? –preguntó Virginia con asco.
       —Una muerte menos, eh... –dijo Javi sonriendo– El juego se pone interesante...
       —¿Cómo que el juego? –repitió Anita confusa– Pero... Somos amigos, no deberíamos...
       —¿Amigos? –repitió Javi con asco– ¿De verdad consideras que tú eres mi amiga? Te equivocas bastante... –masculló aquel joven mientras se reía descaradamente. Anita bajó la mirada.
       —Oye, qué problema tienes porque diga eso, ¿eh? –dijo Rodrigo dando un golpe en la mesa.
       —Yo no tengo ningún problema. –respondió Javi con una sonrisa– Sólo digo que más os vale dejaros de amigueos y falsas amistades... Os recuerdo que estamos encerrados en este antro y que sólo podremos salir si asesinamos a alguien...
       —También podemos adaptarnos... –sugirió Natalia con una sonrisa.
       —Eso es para debiluchos como vosotros, yo prefiero ganar el juego... –la expresión de superioridad en aquel joven comenzaba a dar asco a muchos de los allí reunidos– Es como... Un Rey de la Colina... Salvo que aquí competimos por coronarnos como el “mejor asesino del año”.
       De repente, el televisor de la cafetería se encendió y apareció Pumakuma.
       —¡Upupupú! –rió el muñeco– Eso suena diabólico... Tal vez tú y yo podamos ser buenos amigos...
       —¿Tú y yo? –dijo Javi dándole la espalda al televisor– Escúchame bien, bola de algodón... Pienso descubrir quién te controla y acabaré contigo.
       —¡Bujajaja! –rió Pumakuma– ¡Me muero de ganas de averiguar cómo lo vas a hacer! ¡Upupupú!
       El televisor se apagó y Javi se dispuso a salir de la cafetería, no sin antes, dedicarnos unas palabras.
       —Ya han muerto 4 de nosotros... Quedan 20. –afirmó Javi con una sonrisa diabólica– ¿Quién será el siguiente?
       —Nadie... Porque somos amigos... –dijo Anita levantándose de su asiento y encarando a Javi. Éste se paró en seco antes de salir de la cafetería.
       —Sigue llorando por la muerte de tu hermana... Y morirás sin darte cuenta... –sentenció Javi. Rodrigo se levantó furioso y se lanzó hacia él con los puños cerrados.
        —¡Estoy hasta los huevos de ti! –gritó Rodrigo furioso– ¡Ten cojones y atrévete a repetir lo que dices!
        —¿Y eso me lo dices tú, insecto? –dijo Javi sin darse la vuelta.
        —¿Cómo que insecto, retuerce tuercas? –gritó Rodrigo. Antes de golpearle la cara, Abel se puso en medio y él recibió los golpes. Cuando Rodrigo se dio cuenta, Javier ya se había largado de allí.
        —En fin, esa actitud será su perdición... –dijo Eva sin darle importancia– Hemos descubierto algo que puede ayudarnos a resolver el misterio de esta academia...
        Todos los allí presentes se quedaron estupefactos y en silencio. Todo era un tétrico silencio...
         —En la biblioteca, Eva y yo nos encontramos con una carta certificada de la Oficina de Administración de esta academia... –confesé tratando de terminar con aquel incómodo silencio.
         —¿De la Oficina de Administración? –repitió Bea confusa.
         —¿Y qué dice? –preguntó Del Campo. Eva abrió el sobre y leyó la carta de nuevo. Al leerla, todos se quedaron boquiabiertos.
         —Y lo mejor de todo... –dije cuando Eva terminó de leer– Es que esa carta no está firmada por Pumakuma... Sino por el Director de esta academia...
         —¿Pero el Director no era el bicho ese? –dijo Virginia señalando al televisor.
         —Debéis saber que cuando inspeccionamos la biblioteca, había una capa de polvo en todas partes que podían corresponder a una fecha mínima de un año de antigüedad... –afirmó Eva.
         —¿Y? –preguntó Kora confusa.
         —¿No os parece raro que una academia en la que hace un par de días entramos, tenga la biblioteca con tanto polvo? –pregntó Eva.
         —Y no sólo eso... –dije releyendo la carta– Aquí dice que la Academia Corner se cerró hace un año... Por un grave incidente...
         —¿Que esta academia está cerrada desde hace un año? –exclamó Cristian boquiabierto.
         —¿Pero cómo...? –preguntó Sara confusa.
         —Pensamos que la Mente Maestra se adueñó de esta academia abandonada para convertirla en un escenario donde debemos asesinarnoslos unos a los otros... –explicó Eva su teoría con total confianza.
         —Flípalo... –dijo Jorge impresionado– Así que esta academia sí tiene un gran misterio...
         De repente, un timbre escolar se hizo sonar por todas partes y el televisor se encendió al instante.
          —Queridos estudiantes, son las 10 p.m. –anunció Pumakuma– Va a empezar la Hora Nocturna... Buenas noches...
          Todos decidimos ir a descansar a nuestras habitaciones. Aquel día había estado lleno de muchas emociones. Sin embargo, había algo que no me podía quitar de la cabeza... ¿Quién era la Mente Maestra? ¿Por qué hacía todo esto? ¿Cuál era ese “grave incidente” por el que la Academia Corner cerró sus puertas? Sin saberlo, finalmente me quedé dormido...

La Academia de la DesesperaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora