Trío [IN] Mortal

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"Y no importa cuántos fuimos. Lo primordial es que somos. Así tal cual, los tres.".


El miedo como el placer son emociones relacionadas entre sí. Posiblemente, inherentes en la naturaleza de nuestro ser, que con dificultad podemos ocultar.

Tarde o temprano, saldrán sin medir consecuencias, sin imaginar el destino que nos pueda deparar, y eso fue lo que nos sucedió.

No es algo singular o diferente que la vida nos cambie de un momento a otro, porque hasta en las historias de ficción esto ocurre, pero siempre con algo predecible que creemos poder atajar, y aun así, no deja de sorprendernos.

Esto no es una introducción ni mucho menos una justificación para lo que me llevó a estar aquí; solo en una habitación blanca con la pierna izquierda llena de tornillos, además de una serie de vendajes que cubren gran parte de mi cadera derecha.

Han transcurrido casi dos semanas del accidente, lo que los periodistas, medios de comunicación y canales de farándula no han dejado de asediarme. Nunca pensé en vivir en carne propia el precio de la fama, y más de una manera tan poco convencional.

Tres meses antes, mi vida era la de cualquier chico universitario que se ganaba el pan en una tienda de mascotas. La diferencia estaba en que yo no era igual al resto de mis compañeros de trabajo, los cuales solían cuchichear y mofarse de como lucía, de la música que escuchaba o porque a veces era ella o él, que por obviedad les generaba rechazo, mas yo no me dejaba intimidar, y si tenía la posibilidad de burlarme, aprovechaba la misma oportunidad que ellos.

Por el hecho de pertenecer a una minoría, ¿tengo que aceptar a todos por igual?

Yo no creo en ese cliché clásico y conformista de que todos somos iguales y diversos, porque, en simples palabras, no es así, menos cuando se es juzgado y menospreciado por escrúpulos, o por ese recelo a la falta de evolución. Yo, puntualmente, soy un universo variopinto de cualidades como de falencias que se me hace difícil de esconder, pues en muchas oportunidades exijo tolerancia, y yo no la concedo.

Nadie, por más lo niegue, es más moralista o superior que el de al lado. Todos tenemos prejuicios, y una hilacha que nos cuelga.

Estos fueron los pensamientos que me quitaban el sueño cuando estaba internada, y que se transformaron en la antesala en solo unos minutos previos a que mi entrevistadora apareciera.

El médico me recomendó que no lo hiciera, sin embargo, era hora de esclarecer ciertos puntos que habían quedado inconclusos, como también desfigurados en la psiquis colectiva de los medios.

Aun así, esto fue lo que sucedió:

—Inau —Una de las enfermeras, que solía llevarme la medicación, me avisó de la llegada de la mujer—. Ya está aquí.

—Bien... —Le indiqué para que me ayudase a acomodarme—. Demoró bastante, ¿no crees?

—Si quieres. —Observó hacia la puerta—. ¿Le digo que se vaya?

—No, no es necesario. —Me quejé apretando los ojos—. Quiero acabar con esto pronto.

—Perfecto —respondió suspirando—. Estaré afuera, ¿vale?

—Vale...

Debo decir que Amelia me cuidaba como si hubiera sido su hijo, sin preguntar ni menos interesarse como el resto de los ojos que me observaba como si fuera un bicho raro, sobre todo sabiendo las circunstancias del porqué aún me encontraba con vida.

Con mis dedos traté de arreglar mi cabello, pasando las yemas sobre mis cejas. Había prohibido fotografías, pero tampoco luciría como perro mojado a pesar del ojo hinchado debido al certero golpe que me dio Juan cuando trataba de sacarme del carro.

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