1 - Infinitesimal

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"Aún le debo una disculpa"

La niña se sintió sorprendida de que su último pensamiento sea ese.

Un brevísimo instante después se sintió aún más sorprendida de que ese no haya sido su último pensamiento.

Podía sentir perfectamente el brazo de su atacante rodeándole el cuello, con la mano tapando su boca. Sabía que ya no tenía tiempo ni fuerzas para evitar el rápido movimiento que usaría sus propias vértebras como arma letal. Alguna vez había oído -como todos- que en ese último momento puedes ver un recuento de toda tu vida, pero lo que estaba viendo ahora mismo no se lo esperaba.

Podía ver perfectamente frente a ella, puesto que el atacante había tapado su boca pero no sus ojos, y había soltado el móvil con la linterna encendida con el susto pero no se había apagado. También tenía frente a ella el folder con los documentos que había estado leyendo, que también había soltado al sentir que la atrapaban desde la espalda.

Lo sorprendente es que tanto el móvil como el documento parecían haber quedado suspendidos en el aire, frente a ella.

Su primera intención fue tratar de atraparlos, pero su cuerpo no le respondía. Sus manos no se levantaban hacia los papeles por más que intentaba moverlos. Por un momento pensó que el atacante ya le había quebrado el cuello y por tanto ya no tenía control de su cuerpo, pero en ese momento la sensación de miedo recorriendo toda su columna vertebral le indicó que sí podía sentir, solo que pudo sentir claramente cómo se iba enfriando todo su cuerpo de arriba hacia abajo.

Podía sentir claramente, paso a paso, un proceso que debería ser instantáneo. Esa fue la primera pista de lo que le estaba ocurriendo, pero fue la segunda la que le permitió entender: un destello de luz de la linterna pasó por su ojo izquierdo.

En efecto, los objetos que parecían congelados en el aire no lo estaban. Sólo se estaban moviendo muy lentamente. En realidad, todo se había vuelto extremadamente lento, incluso sus propias manos.

Fue en ese momento que entendió que, por alguna horrible y desconocida razón, el golpe de adrenalina causado por el miedo le había acelerado el cerebro a un nivel que debía ser imposible pero ahí estaba. La idea de que a esa velocidad relativa iba a sentir su cuello quebrarse lentamente le causó mucho más miedo, y eso hizo que todo se volviera aún más lento. Otra vez parecía que el tiempo mismo estaba congelado.

"Irónico" -pensó la niña- "que justo cuando se me acaba el tiempo, tengo todo el tiempo del mundo."

¿Pero qué hacer? Si su cuerpo pudiera moverse a esa velocidad el asunto estaría resuelto, y además tendría que pensar en un traje de superhéroe porque eso es directamente un superpoder, pero no. Su cuerpo también estaba congelado en el tiempo, lo único que podía hacer con esa eternidad de tiempo infinitesimal era pensar.

Así que empezó a pensar.

La noche en la que conocí el miedoWhere stories live. Discover now